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"Se negocia con los hijos antes y el ámbito es más amplio"

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Gerardo Meil es catedrático de Sociología en la Universidad Autónoma de Madrid, y ha examinado, entre otros temas, la conciliación de la vida familiar y la laboral, las relaciones padres-hijos o la evolución de la familia. Actualmente participa en un estudio que intenta conocer el futuro de la infancia y la familia en la Comunidad de Madrid.

Autor: José M. Lacasa

P. En este estudio pretende anticipar cómo van a ser la sociedad y la familia en 2025. ¿Cuáles son las conclusiones principales?
R. Hay dos dimensiones básicas del cambio familiar que van a seguir profundizándose y ampliándose. Por una parte, continuará el proceso de pluralización de las formas de vida familiar.  Por otro, surge un modelo de familia de carácter totalmente distinto: frente al modelo patriarcal tradicional, con una división de los roles socialmente muy establecida, el padre de familia actual tiene un carácter mucho más negociable. Es un cambio que va a continuar en el futuro, y que yo denomino como el “desarrollo de la familia negociadora”.

P. Otro tema que ha estudiado es el de la conciliación laboral.
R. Al menos desde los 60, el problema de la conciliación existe para las familias. Otra cosa es que los poderes públicos fueran conscientes de que eso es una necesidad social y de que hay que reformar la realidad social para hacer la conciliación posible. En España, el problema de la conciliación ha entrado en la arena política hace diez años, como muy tarde. Y los logros que se han conseguido cabe calificarlos como muy limitados.

P. Que se lo digan a las familias españolas.
R. Ahí hay muchas cosas que hacer. El problema de la conciliación de la vida laboral y la familiar aún no está resuelto, y es un problema que sigue redundando en tener menos hijos, y que tiene consecuencias negativas en todo el país y a todos los niveles –sistema de pensiones, integración nacional, formación de capital humano.

P. Normalmente la estrategia de las familias es o reducir horas de trabajo de la mujer o excedencias, es decir, costes asumidos totalmente por la familia.
R. Pero esa no es la única solución. Es que nosotros vemos aquí el problema sólo de esa manera, con unos horarios extremadamente prolongados, pero uno sale fuera y ve que los países más desarrollados tienen menos horas de trabajo y mayor productividad. Luego el trabajo se puede organizar de otra manera para tener más productividad y otros horarios.

P. Uno de los cambios es que los padres sustituyen el trato a los hijos basado en autoridad y temor, y lo transforman en el padre-amigo, mucho más dialogante, pero  eso está generando una serie de disfunciones.
R. Efectivamente, el desarrollo de la familia negociadora genera problemas, de falta de autoridad y de capacidad de los padres para imponer y mantener decisiones, porque los chavales, en una lógica que es muy normal –y que en última instancia es positiva– buscan cada vez tener más ámbitos de autonomía. La estrategia que siguen es la de poner sistemáticamente en cuestión las normas de los padres y de hacer a los padres justificar las normas. Es la clásica pregunta de “¿por qué yo no y mis compañeros sí?”. Al estar erosionada la autoridad de los padres, los hijos pueden plantear con legitimidad reconocida la pregunta del porqué. Y los padres se sienten en la obligación de explicar el porqué, y ya una afirmación del tipo “porque soy tu padre” no tiene legitimidad y hay que argumentarla. Cada uno utiliza los argumentos que estime convenientes, pero eso requiere unas competencias intelectuales de los padres muy fuertes.

P. Y eso no siempre se da.
R. No, claro. Y hay clases sociales. Y además, requiere una tenacidad, una constancia y una capacidad de aguante que muchas veces no se tienen porque se viene cansado del trabajo y uno no está para estar negociando con los hijos. Y los chavales, además, aprenden cuando el “enemigo” está más débil, y realizan el ataque cuando hay debilidad para obtener sus propios intereses.

P. Decía que la estrategia de los chavales no busca la razonabilidad de la norma, o llegar a un consenso. No, es una usurpación, el chaval quiere decidir lo que el padre decidía. No intenta que eso sea mejor para los dos, sino suplantar al padre.En ciertos aspectos me recuerda al diálogo con los nacionalistas…
R. [Risas].

P. Educativamente, que el padre ceda pensando llegar a un acuerdo no parece buena estrategia.
R. Claro, pero por otra parte no queda más remedio

P. Sí, el hijo crece. Pero no es igual si tiene 12 años que 16. Y muchos padres ceden demasiado pronto.
R. Lo que hay es cada vez una negociación más adelantada y de ámbitos cada vez más amplios. Con las niñas y cómo se visten se negocia ya por debajo de los diez años. Ese campo ya lo han ganado, y de ahí van saltando a otros. El mando de la TV es otro de los primeros ámbitos de negociación. Los riesgos están allí, pero el patriarcado también tenía sus riesgos.

P. La segunda estrategia es la de buscar los límites.
R. Entre otras cosas porque en esta negociación, el objetivo no es llegar a acuerdos, el objetivo es acumular el máximo poder de autodeterminación. Es el puro yo quiero.

P. Esa negociación es positiva a la larga, porque hay que ir soltando autonomía para que el adolescente crezca –es peor no soltarla nunca y cuando los padres se mueran dejar a un incapaz de enfrentarse a la vida… Iba a decir que es el otro extremo, pero no, porque la sobreprotección se da mucho en las familias negociadoras.
R. En general las familias son muy protectoras. Tremendamente protectoras.

P. Un tercio de los niños ven a sus abuelos todos los días, y un tercio más los ven varias veces a la semana. Es decir, los abuelos están presentes en la vida de los nietos, más que en el pasado.
R. Tengo dudas sobre esos datos, que suelen venir de encuestas, pues cuando se hacen controles sobre lo que se dice, resulta que la frecuencia no es tan intensa. Es cierto que hay un contacto intergeneracional fuerte, pero de ahí a que los abuelos se metan en la educación de los hijos… No tengo fundamentos empíricos para conocer la implicación de los abuelos en lo que es estrictamente la educación de los hijos, pero la sensación es que no se atreven a meterse.

P. Sólo cuidan.
R. Sí. Además, con el desarrollo de la familia negociadora ha perdido legitimidad la intervención de los abuelos. Hay bastante prevención, porque se puede interpretar como que se meten donde no les llaman. Tengo la sospecha de que la intervención es menor que en el pasado: como proyecto educativo al menos, si no como cuidadores.

P. Según una encuesta que PADRES ha realizado recientemente, el 45% de los progenitores “pasa” de las notas.
R. Creo que ahora hay muchas más demandas a las familias. Antes, el que servía para estudiar estudiaba, y el que no se ponía a trabajar a los 14 años, o antes. En los 60 no se les exigía a las familias un grado de implicación en el seguimiento de los estudios: o vales para estudiar o te buscas la vida. Después ha habido una demanda creciente con respecto a la educación, en la idea de que tiene un carácter continuo, que se necesitan unos refuerzos adicionales por parte de la familia. Y éstas han aceptado ideológicamente que la formación debe ser cada vez más profunda y enriquecedora, que el éxito profesional ya no viene de trabajar duro, sino sobre todo de la formación: pero no están en condiciones para sacar todas las consecuencias de ese cambio de perspectiva. No sé si es un problema de adaptación temporal, o de que las demandas que la sociedad de la información hace a las familias son excesivas. Con lo cual, quizás el modelo educativo también esté equivocado.

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