fbpx

Siempre entre riñas

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
0

¿Qué es lo que les pasa? No hacen más que pelearse por todo: siempre quieren el mismo asiento, se quitan los juguetes de las manos y no atienden a razones. Las discusiones entre hermanos se vuelven más vivas en función de la necesidad que sientan de competir entre ellos. Pero, ¿cuál es el premio? En particular, puede ser cualquier cosa, pero, en general, suele ser la atención de papá o las carantoñas de mamá. Su objetivo: ser el preferido, un objetivo que tú debes diversificar.

Autor: Laura Gómez Lama

La rivalidad entre hermanos es inevitable y natural. Nace del propio instinto de superviviencia y, aunque ha evolucionado, no deja de ser imprescindible para aprender a defender lo que creemos nuestro. Las peleas entre hermanos, por lo tanto, forman parte de una etapa del aprendizaje en la que los padres deben hacer de mediadores constantemente, pues es muy común que los hermanos acaben enzarzándose en cachetes, mordiscos, tirones de pelo y arañazos con tal de conseguir quedar por encima del otro. 

“La reacción más habitual de un niño pequeño que ve cómo otro le quita el juguete es pegarle para que se lo devuelva. Eso es natural y aquí es donde el papel de los mayores se vuelve crucial, al intervenir enseñándoles que hay formas adecuadas de resolver problemas y otras no. La cuestión  es que a veces descubren que la agresividad es eficaz para conseguir sus objetivos y entonces tienden a perpetuar esta actitud, sobre todo el niño que posee más fuerza física”, explica la psicóloga infantil Paloma Méndez, de Activa Psicología y Formación.

“Es positivo discutir, negociar y aprender a compartir a partir del constante tira y afloja entre hermanos. De esta manera,  desarrollan estrategias para defender sus intereses y alimentan su motivación para conseguir otras cosas. Por lo tanto, es la  forma de hacerlo la que hace que este aprendizaje sea positivo o negativo, en función de que estas estrategias sean o no adecuadas”, concluye la psicóloga.


Al enemigo, ni agua
Ten claro que si todo esto empezó porque ambos desean ser el único centro de vuestras vidas, vuestra actitud es lo que más cuenta a la hora de alimentar los celos. Por eso, lo más importante es ser conscientes de qué conductas aumentan la competitividad y cuáles la atenúan.

Por ejemplo, que no te parezca descabellado el hecho de medir tus mimos hacia el más pequeño, pues el mayor tiene contados los besos que le das a su hermano y a él no. También hay que evitar elogiar a uno delante del otro. En lugar de eso, puedes describir los sentimientos del niño cuando ha hecho algo bien: “estarás contento con tus notas, ¿no?” Y dejar los elogios directos para cuando su hermano no esté delante.

Tampoco vale la medida más fácil y lógica de culpar al que parezca más hostil: al mayor porque el pequeño es menos consciente o al más fuerte por serlo. Muchas veces los débiles se dan cuenta de que, en una pelea, siempre salen ganando y chinchan al fuerte hasta que salta. Al margen de que sea más mayor, más fuerte o más impulsivo, es un niño pequeño y, al definirlo por comparación, estás fomentando sus celos, pues no eres capaz de ver que, además de hermano, es un niño frustrado e inmaduro que aún no ha desarrollado la capacidad de controlar sus emociones.

Queda claro, por lo tanto, que debes evitar compararlos tanto físicamente (siempre hay uno más agraciado o que ha sacado el hoyito tan gracioso del abuelo), ni en sus habilidades. Más bien has de hacer todo lo contrario, destacar los aspectos positivos de cada uno. Es como cuando ambos hacen un dibujo y te piden que elijas el mejor. Convence a los dos destacando lo positivo de cada uno: “Los dos me gustan mucho porque son diferentes, como vosotros. Éste porque es perfeccionista y todo está bien definido, y este otro porque los colores y las formas resultan creativas”.

Lo mismo ocurre con la dichosa pregunta: “¿a quién quieres más?” Responder que a los dos igual no va a tranquilizar a ninguno, porque cada uno necesita sentirse especial. Lo mejor es coger en tus brazos al que te lo haya preguntado, darle besos, decirle que, para ti, él es único y nadie sería capaz de remplazarle en tu corazón. Después intenta averiguar si se siente desplazado preguntándole el porqué de esa inquietud. Evitad las alianzas con alguno, fomentándolas entre ellos en los juegos de mesa y en las tareas.

Y que quede claro que nunca se debe cortar la violencia con violencia (ni verbal, ni física). “Muchas veces los mayores somos incongruentes: les castigamos porque se pegan pegándoles y así aprenden que la agresividad es buena según para qué motivos”, comenta la psicóloga infantil Paloma Méndez.

PRÍNCIPE DESTRONADO
Según señala el psiquiatra Paulino Castells en su último libro Psicología de la Familia, el hijo único inicia la escolaridad con problemas de adaptación porque no ha aprendido a competir con otros niños. Sin embargo, la llegada de un nuevo hermanito pondrá fin a esta situación y el ahora primogénito tendrá que aprender a compartir su espacio, sus juguetes y lo que más le duele: la atención de sus padres. ¿Qué se puede hacer para no convertirlo en el eterno príncipe destronado?

•Subraya siempre la parte positiva de tener un hermano (como tener un compañero de juegos) y de ser el mayor (como ser más maduro y habilidoso).

•Encárgale tareas gratificantes, pero no le agobies con demasiadas responsabilidades.  Aunque sea el mayor, sigue siendo un niño y no estará dispuesto a renunciar a seguir viviendo como tal.

•Dedícale momentos de exclusividad, pues la echa mucho de menos y volver a captar toda tu atención le ayuda a seguir sintiéndose importante para papá y mamá.

•Compartir las tareas relacionadas con el cuidado y la educación de los hijos ayuda a que la llegada de un bebé, que monopoliza la atención de la madre, afecte menos al primogénito. Haber desarrollado un vínculo estrecho con su padre hará que acuda a él en busca de protección.

•Enriquece la vida familiar con hábitos que fortalezcan la sensación de grupo, como dar siempre las buenas noches o ver una película juntos las tardes de domingo.

•Pídele que participe en las decisiones para que sienta la importancia de ser el mayor.


EL ORDEN NO ALTERA EL PRODUCTO: CELOS
Ya sea porque es el mayor y antes era el centro del universo familiar, por la posición incómoda del que está en el medio o por la debilidad del más pequeño, todos los hermanos sienten esa necesidad de competir.

El mayor, un padre por accidente
Empezó siendo el rey de la casa y ha acabado vigilando a su hermano, dando por perdidos sus juguetes y cargando con todas las culpas. Con este panorama, es normal que el subconsciente le lleve a épocas mejores con regresiones como chuparse el dedo o volver a hacerse pis. No intentes reprimirle ni ridiculizarle, pues está expresando su frustración. También le gusta imitarte cuidando a su hermano si no le ves.

El mediano, siempre intentando definirse

Rivaliza con el pequeño por haberle quitado el puesto y con el mayor por ese desdén que muestra siempre hacia él. También se siente dividido entre dos tipos de complicidad: se identifica con el pequeño, pero intentará acercarse al mayor, al que admira, intentando siempre estar a su altura. 

El pequeño, frustrado por su edad
Su situación de invalidez respecto a sus padres se acaba, pero no parece llegar el momento de que sus hermanos le consideren un igual. Se pasará media vida intentando igualarlos o superarlos, pues también él alimenta sentimientos de envidia por las ventajas propias de la edad: le ganan en los juegos, tienen más libertad…

CÓMO INTERVENIR CUANDO YA SE ESTÁN TIRANDO DE LOS PELOS
Lo más normal es que las riñas entre hermanos empiecen sin la supervisión de los padres y estos intervengan cuando la agresividad está encendida.
   
1. Frena la discusión y, si están peleándose por un juguete, castígales sin él a los dos porque es importante que ninguno obtenga nada por medio de la violencia y que aprendan que ceder puede resultar útil.

2. Sepáralos y déjales un rato para que se calmen y piensen en lo ocurrido, ya que ambos tienen parte de responsabilidad y  no se puede intervenir cuando el nivel de hostilidad es muy alto, incluido el tuyo, pues la violencia aparece en los gestos y la voz.

3. Una vez tranquilos, habla con cada uno por separado para averiguar el motivo de la riña. En esta conversación hay que tratar de alentarles en que dejen de culparse el uno al otro y, en su lugar, admitan cada uno su parte de culpa.

4. Una vez que admitan las actitudes negativas, invítales a pensar alternativas más positivas a su comportamiento anterior como el hecho de ceder, pues es mejor ser el segundo en jugar que no jugar ninguno.

5. La reflexión posterior a la pelea es muy importante, porque aporta valores muy positivos como que no todos los medios valen para conseguir lo que se quiere. Sin embargo, ha llegado el momento de buscar soluciones. Pídeles que aporten ideas para resolver el conflicto. Júntales y, si no llegan a un acuerdo, propón tú una opción que beneficie a ambos y que sirva de modelo para la próxima vez.

0
Comentarios