Sin paredes, sin pizarras, sin tizas
El sistema educativo sueco se ha caracterizado siempre por la innovación. Ahora, en el siglo XXI, con el desarrollo de las tecnologías de la información (TIC) y sus innegables y prácticas aplicaciones a la enseñanza, las escuelas Vittra han decidido asumir más riesgos y rizar el rizo: un aula no ya inteligente sino inexistente.
En la página web www.yoroko-bu.es/un-colegio-que-no-parece-un-colegio/ aparecen unas fotos que explican la novedad de este centro educativo sin clases ni aulas. El diseño del colegio, que forma parte de su filosofía pedagógica, se lo han encargado al estudio de interiorismo Rosan Bosch. El resultado es interesante y desconcertante, pues en España, y en el resto del mundo, estamos acostumbrados a otra cosa.
Vittra, que cuenta con una red de 30 colegios, totalmente gratuitos (suele ser lo normal en Suecia), propugna una educación más flexible donde el alumno es el centro del proceso educativo. Lo que se busca es escaparse de un sistema férreo y encorsetado que se traduce en la falta de innovación y de imaginación, con un modelo tan establecido y burocrático que impide salirse del guión.
Es cierto que en los últimos años, con la irrupción de las nuevas tecnologías, en muchos centros, también españoles, se han producido interesantísimos experimentos para introducir significativos cambios pedagógicos con el fin de acabar con la a menudo fría y distante lección magistral e implicar más al alumno en su proceso de aprendizaje, contando con sus gustos y opiniones. Las nuevas tecnologías, a su manera, han revolucionado mucho las cosas.
Una revolución
Pero lo que propone Vittra es un salto copernicano. En sus colegios no existen clases ni aulas. Los alumnos van por libre. Tienen zonas para trabajar de manera individual y otras zonas para realizar trabajos en equipo. Las prioridades son claras: primero, el uso de las tecnologías, indispensables para que el alumno pueda marcarse su propio ritmo; en segundo lugar, la enseñanza bilingüe (sueco-inglés); y en tercer lugar, un aprendizaje que está basado en la experiencia y en la cercanía de los alumnos, subrayando la necesidad de relacionarse con los demás.
El papel del profesor es la atención personalizada a los alumnos y el constante acompañamiento para guiar, sugerir, motivar, etc. No se trata, pues, de una educación individualista, donde todo dependa exclusivamente del alumno, sino que también hay un componente social. Ni tampoco tiene nada que ver este sistema con la modalidad homeschooling, la enseñanza en casa, otro estilo educativo que crece en algunos países (en Estados Unidos estudian en casa cerca de dos millones de alumnos).
Estos cambios chocan frontalmente con el modelo tradicional, apegado a unos esquemas y hasta a un diseño y una arquitectura donde no hay sitio para el cambio y la imaginación.
Este modelo ha propiciado un interesante y encendido debate sobre su viabilidad en otros países. Es cierto que está por ver si los resultados académicos de estos alumnos son iguales o mejores que los de las escuelas tradicionales; sin embargo, el debate que ha generado resulta ya positivo, pues las escuelas Vittra demuestran, en la práctica, que hay otros modelos de escuela posible.
El modelo sueco
En el número 135 de Nueva Revista, publicación de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), aparece un artículo de Mauricio Rojas, profesor adjunto de la Universidad de Lund, La modernización de la educación española. El modelo sueco, del que extraemos los siguientes párrafos que sirven para explicar los últimos pasos dados en Suecia para reformar su modelo educativo, dando facilidades para la creación de “escuelas libres” (friskolor), financiadas con dinero público pero de gestión privada. Las últimas leyes fomentan la iniciativa de la sociedad civil para mejorar la calidad.
“El año 1992 el Parlamento sueco estableció la libertad tanto de elegir como de crear escuelas básicas no públicas plenamente financiadas por un bonus escolar que estas escuelas recibirían en la medida en que los ciudadanos las eligiesen. En 1993 se dio la misma libertad para los colegios secundarios y, posteriormente, la reforma se extendió a las escuelas infantiles. Condición para recibir el bono fue la de cumplir con una serie de requisitos de calidad y no efectuar cobros suplementarios ni discriminar a los alumnos por razones ajenas a su mérito o aptitud.
La reforma se fortaleció rápidamente debido al gran entusiasmo mostrado por docentes, padres y emprendedores educacionales. Esto hizo irreversible la irrupción de las llamadas “escuelas libres” (friskolor). Hoy existen 1.230 escuelas primarias y secundarias libres a las que asisten unos 200.000 alumnos (….). El éxito de las mismas se debe al gran compromiso de profesionales, padres y educandos en proyectos educacionales bien diferenciados y a su insistencia en la responsabilidad, la disciplina y el estudio”.