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¿Sólo en su cabeza?

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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¿Cada vez que tu pequeño se lleva un berrinche acaba con un ataque de asma? ¿Los médicos no encuentran la causa de sus constantes dolores de cabeza? Puede que haya llegado el momento de plantearte si su cuerpo está reflejando problemas que no se resuelven en un laboratorio. Consulta con su pediatra.

Cefaleas, colitis, virus… Cuántas veces has dicho: “¡Justo ahora!” Y es que no se trata de ninguna casualidad que tu hijo sufra estos trastornos al comienzo de su etapa escolar, durante los exámenes o cuando te reincorporas al trabajo. ¿Por qué ocurre? Pues porque desde muy temprana edad el ser humano es capaz de expresar sus frustraciones, miedos… a través del cuerpo. Más aún si se trata de un niño que no tiene el vocabulario ni la madurez necesarias para identificar los sentimientos que experimenta al salir a la pizarra o leer en alto. Sin embargo, no por ello deja de expresarlo. ¿Cómo? A través del llanto, rabietas o con alguna trastada.

Éstas son señales claras, pero… ¿y si en lugar de patalear empieza a tener vómitos constantes? ¿Serías capaz de diferenciar una intoxicación de una somatización?

Leer en su Cuerpo

Tu hijo empieza a comunicarse mucho antes de decir ‘mamá’ o ‘papá’. Tú le entiendes porque has aprendido a leer en sus gestos igual que observándolo sabes si algún alimento le resulta difícil de digerir. Bien, pues tampoco hay que dejar escapar las situaciones que le provocan un desarreglo físico, pues pueden resultar igual de ‘indigestas’. Sin embargo, mientras que un alimento se sustituye, las situaciones no son tan fáciles de evitar y tu pequeño va a tener que aprender a afrontarlas él solito, pues la superprotección no sólo no ayuda a resolver problemas, sino que desencadena otros peores de cara al futuro.

Por ello, una vez identificado un trastorno de somatización, lo mejor es acudir a un profesional para que te oriente. Un equipo formado por pediatra y psicólogo es el ideal para combatirlo, pues la importancia del factor psicológico en las causas y curso del trastorno no quiere decir que se trate de una enfermedad imaginaria, por lo que el control de un médico es imprescindible.

Estrés infantil
Por mucho que hablemos del estrés como si fuera cosa de adultos, el estrés infantil existe y puede darse incluso en bebés.

Existen dos tipos de sucesos estresantes: los que dependen de de la intervención del niño y le hacen sentir el peso de la responsabilidad –relacionados con cardiopatías y trastornos de ansiedad– y los que suceden sin más y producen sentimientos de indefensión, desesperanza y ausencia de control –que producen un déficit de defensas en el sistema inmunológico–. Por el contrario, las enfermedades de la piel o las alergias son el resultado de una respuesta desproporcionada del sistema de defensa del cuerpo. Estas últimas, por ejemplo, son un tipo de vulnerabilidad hereditaria que en ocasiones puede ponerse en marcha como un comportamiento pauloviano. Es decir, una crisis alérgica puede desatarse debido a que el cerebro ha aprendido a reaccionar así.

¿Qué pueden hacer los padres ante la somatización? En realidad mucho, pues su grado de implicación en el tratamiento es fundamental para una evolución favorable. Es importante que el psicólogo os explique bien en qué consiste la somatización y cómo la angustia que siente el niño está dañando su salud. Cuanto más pequeño sea, más difícil es tratarlo directamente, por lo que tendréis que convertiros en grandes observadores e informar al psicólogo de sus reacciones ante los estímulos. Un cuaderno de seguimiento diario de la enfermedad es una buena ayuda.

Vais a responsabilizaros de llevar a cabo las indicaciones del psicólogo y de proporcionarle los medios para que canalice la angustia de una manera menos dañina para su organismo. “A partir de los 4 años ya puedo tratarlos. Pero suelo hacer media hora con el niño y otra media con los padres –comenta Méndez–. Muchas veces son ellos los que dificultan, sin darse cuenta, la evolución del niño. Por eso, debo explicarles cuáles son las conductas menos adecuadas y cuáles contribuyen a que mejore”.

autocontrol

Uno de los trastornos psicosomáticos cada vez más frecuentes en los niños es el asma bronquial, una enfermedad crónica con un alto componente hereditario. Se considera psicosomática en la medida en la que pueden desatarse crisis debido al factor emocional. No saber controlar esa angustia, nervios o berrinches puede llevar a tu hijo constantemente a urgencias. Sin embargo, el hecho de enseñarle a conocer y manejar su enfermedad puede ayudarle a controlar sus crisis para el resto de su vida.

La conexión entre cuerpo y mente ha llevado a los hospitales infantiles a tratar las enfermedades con un equipo de médicos y psicólogos que comparten un mismo objetivo: dotar al niño de mecanismos de defensa a través de fármacos, técnicas de autocontrol de ansiedad y terapias para no dejar que los ánimos pongan en peligro la salud de los pequeños.

Por ello, son tan beneficiosas las actividades que puedan combatir la tristeza en enfermedades como el cáncer y hoy son tan famosas las visitas de voluntarios que se visten de payasos para recorrer los hospitales en busca de una carcajada de los jóvenes pacientes.

¿Real o imaginaria?
Los estudios epidemiológicos demuestran que los factores psicosociales influyen en el desarrollo de cualquier enfermedad, por lo que conviene diferenciar los trastornos psicosomáticos:
• Son enfermedades ‘reales’ o físicas que se ven esencialmente afectadas por las emociones, la ansiedad…
• Antes de calificar una enfermedad de psicosomática, hay que agotar todas las posibilidades médicas. “Normalmente, la iniciativa para acudir a mi consulta es del propio médico una vez hechas las pruebas y resulte extraño no saber qué causa los síntomas, o cuando los fármacos no los remiten”, apunta Méndez.
• La mayoría de los niños tratados por somatización llegan bajo la recomendación directa de un neurólogo, pues suelen ser casos de cefaleas que no remiten.
• Además de las cefaleas, los trastornos psicosomáticos más frecuentes en niños pequeños suelen ser asma, úlceras, vómitos, colitis y dermatitis atópica.

La simbología del inconsciente en la cabeza de un niño pequeño

• Es importante entender que tu hijo no es consciente de que está canalizando la ansiedad a través de una enfermedad física, pues podrías llegar a reprochárselo y agravar la situación. Algunos psicólogos utilizan técnicas de hipnosis para averiguar los conflictos reprimidos que el niño está almacenando sin darse cuenta.
• Uno de los principales estudiosos de las enfermedades psicosomáticas, F. Alexander, desarrolló la ‘teoría del conflicto’, que se refiere a la capacidad de reaccionar fisiológicamente ante la activación de conflictos inconscientes. Así, el asma, por ejemplo, tendría que ver con una excesiva dependencia no resuelta hacia la madre.
• Los psicoanalistas también teorizan al respecto y consideran la enfermedad como la transformación de símbolos en síntomas. Según ellos, las alergias están relacionadas co
n una madre dominante, lo que se traduce en personalidades inseguras que están siempre a la defensiva y eso les provoca una ansiedad canalizada en forma de alergia o reacción exagerada del sistema inmune.
• El papel de los padres como educadores y modelo de referencia es esencial. De ahí que su pérdida, sus trastornos psicológicos o sus malos hábitos tengan como consecuencia problemas psiquiátricos en sus hijos.
• La escolarización del pequeño supone el que tenga que afrontar por sí mismo situaciones nuevas, demostrar habilidades y relacionarse con gente extraña generando un nivel de estrés que angustia a la mayoría de los niños y produce los casos más frecuentes de somatización.
• La necesidad de atención y afecto, cuando la madre se incorpora al trabajo o ante la llegada de un hermanito, produce frustraciones que o bien desencadenan comportamientos para llamar la atención, o bien se somatizan causando el mismo efecto.

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