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TIRANOS DEL HOGAR

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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El chantaje emocional entre padres e hijos es una práctica mucho más común de lo que a priori podría parecer: los expertos señalan que cualquier persona puede servirse de una estrategia de presión sentimental en un momento determinado y más o menos esporádico. Sin embargo, cuando esta práctica se convierte en costumbre, aunque sea de forma inconsciente, nos encontramos ante un problema grave que puede tener consecuencias nefastas tanto para adultos como para niños. Y, lo que es peor, esconder otros males.

Autor: José Antonio MÉNDEZ

Detesta el violín. No le gustaba de pequeña y sigue sin gustarle ahora. La única diferencia es que Ana, una joven de 17 años que cursa 2º de Bachillerato en Madrid, ya no tiene que asistir a las clases de Música que durante años le han ocupado dos tardes por semana. “Iba porque a mis padres les gustaba, y cuando yo decía que no quería ir, me pedían que lo hiciese por ellos, porque les hacía ilusión”, comenta. Hace un año que lo ha dejado, aunque ahora la presión paterna le llega por la elección de su futura carrera. María y Carlos viven una realidad diferente. Su hija María José, de 14 años, ha logrado imponer su horario de llegada, consigue cualquier capricho que se le antoje y sólo obtienen un “la culpa es tuya, que me presionas”, cuando le piden explicaciones por sus malas notas. Ambos son casos típicos de chantaje emocional entre padres e hijos, una realidad que, según los expertos, es mucho más frecuente de lo que podríamos pensar.

SENTIMIENTO DE CULPA

Aníbal Cuevas, orientador familiar, miembro del observatorio Family Watch y autor del libro Más allá del sí, te quiero, asegura que este tipo de presión emocional “es desgraciadamente común. Hay muchísimos padres que tienen un altísimo sentimiento de culpa por no poder estar más tiempo con sus hijos. Esto les lleva, erróneamente, a suplir la falta de tiempo con cosas materiales y cesiones. Los hijos se dan cuenta y aprenden, de manera inconsciente, a chantajear a sus padres cuando quieren algo. La falta de tiempo obliga a éstos a ceder antes que a pararse a solucionar el problema. De esta forma, los niños se van convirtiendo en pequeños tiranos que aprenderán a repetir esos esquemas en su vida social”.

Eso sí, para infligir esta coacción afectiva no hace falta tener la mente retorcida de Joseph Goebbels, ni tampoco es necesario ser un pusilánime para sufrirla. El psicólogo escolar Jesús Ramírez afirma que “aunque puede tener un cierto componente de dureza emocional (tendencia al psicoticismo), cualquier persona puede ejercer (y de hecho ejerce) este tipo de presión. Los padres suelen imponer su autoridad mediante castigos o sanciones, lo que, por sí mismo, no supone ningún chantaje. La cosa cambia cuando esas sanciones se basan en amenazas de castigos inciertos (‘prepárate, que te vas a enterar’, ‘como hagas esto, atente a las consecuencias’), en la culpa de problemas propios (‘como me dé un infarto, vas a ser el/la culpable’) o en castigos infinitos (‘vas a ir al infierno’)”. Cuando son los hijos los que extorsionan a sus padres, el resultado “no cambia demasiado: ‘Si me tocas, te denuncio’, ‘como me castigues, me voy de casa’ o ‘saco malas notas porque no me dejas hacer nada’. Entre los más pequeños, también se da mucho eso de ‘a fulanito le dejan sus padres’”, afirma el psicólogo. Si usted se ha reconocido en alguna de estas máximas –o en otras del estilo “tú no sabes lo que me cuesta llevarte al colegio”, “eso me lo dices porque no me quieres”, “si no haces esto no eres buena madre”–, si se reconoce, decimos, no se alarme en exceso. Ramírez recuerda que “es raro que en un momento dado no se recurra a este tipo de expresiones. Sin embargo, cuando es algo frecuente en una relación, lo normal es que quien ejerce la presión padezca alguna merma afectiva o que, contrariamente a lo que se piensa, se trate de una persona débil, incapaz de afrontar las situaciones normales de convivencia”.

HAY SALIDA

A pesar de los riesgos que entraña padecer este tipo de presión emocional, no se trata de una situación irreversible. Como recuerda Aníbal Cuevas, “en esto, como en todo lo relacionado con la familia, hay que tirar por elevación y pensar que lo mejor es posible. Lo característico de la familia es el amor, darse a los otros sin pensar en uno mismo. Esa manera de actuar y pensar llena a las personas y les hace felices. Hay que preocuparse más por qué puedo yo hacer para ser mejor, cómo puedo ayudar a mis hijos a ser mejores (a ser mejores, no a tener cosas mejores), cómo puedo hacerles felices. Cuando se piensa así, las cosas se simplifican, se tiene una autoestima mayor y, por tanto, estamos vacunados frente a la manipulación y el chantaje”.

CÓMO RECONOCERLO
El psicólogo Jesús Ramírez define el chantaje emocional como “el hecho de obtener un beneficio a costa del sufrimiento no físico de los demás, mediante amenazas, culpas, etc.” Este tipo de extorsión conlleva unas prácticas de las que “cualquier persona normal puede hacer uso en alguna situación que le ‘venga un poco grande’”, dice Ramírez. Lo anómalo, sin embargo, es que estas coacciones se repitan de manera habitual. He aquí algunas pistas para detectar si su hijo le chantajea emocionalmente o si su pareja (o usted mismo) pueden llegar a ser chantajistas emocionales:
• Cuando se realizan amenazas de fuertes castigos con efectos desconocidos: “prepárate, que te vas a enterar”; “como no hagas esto, atente a las consecuencias”.
• Cesiones materiales para compensar la falta de tiempo juntos.
• Cuando se proyectan los deseos paternos sobre la vida de los hijos, y se imponen con razones sentimentales: “me hace tanta ilusión…”
• Cuando se compara una situación con otra similar, pero distinta: “a mis amigos les dejan”; “si trabajases en lo mismo que el padre de fulanito…”
• Cuando existe una situación personal que puede derivar en baja autoestima, se es más propenso a ser chantajeado o, incluso, a caer en una especie de “autochantaje” para compensar ante los hijos una supuesta carencia: si se está pasando por una mala racha económica, una enfermedad, falta de trabajo, etc., es más fácil caer en la presión y/o en la cesión excesivas.


CÓMO REACCIONAR
1. “Analizar si yo mismo lo hago, con qué frecuencia y por qué motivo. Sólo así podré controlarme y procurar que no vuelva a ocurrir”, propone Jesús Ramírez.

2. Si cedemos voluntariamente para compensar la falta de tiempo entre padres e hijos, “hemos de asumir que dejándonos chantajear estamos haciendo un gran mal a los hijos y les damos un mensaje antieducativo y perverso, que es que puedes conseguir lo que quieras de las personas que te quieren presionando”, afirma el orientador familiar Aníbal Cuevas.

3. Si no se ha sabido medir los castigos impuestos, es mejor cambiar el modelo, es decir, hay que premiar las buenas conductas en lugar de castigar por las malas. Por ejemplo, “cuando termines de estudiar, puedes ver la tele”, es un premio. “Si no estudias, no ves la tele”, es un castigo.

4. Con respuestas firmes ante chantajes directos: “hasta que no me lo pidas con educación no voy a hacerte caso”; “hay cosas que podemos negociar, pero otras son innegociables”….

5. Hacer caer en la cuenta del planteamiento erróneo del chantaje: “si sabes que lo que pides no es justo, ¿por qué insistes?”; “para exigir, tú también tienes que dar”…

6. Si se observa que la pareja suele presionar emocionalmente a los hijos, con frecuencia excesiva o con un daño emocional que pueda ser grave, conviene dialogar con ella, “explicándole que a mí también me pasa, pero que he decidido cambiar mi estrategia, ya sea por un castigo real o por premiar las conductas contrarias, e invitarle a que haga lo mismo. Si nos controlamos el uno al otro, conseguiremos que deje de ocurrir”, propone Jesús Ramírez. 

CONDUCTAS PARA PREVENIRLO
1. Fijar unas normas de conducta nítidas, simples y que se puedan cumplir con facilidad. Hacer que los hijos las cumplan, y dar ejemplo respetándolas. Ser adulto no aporta inmunidad, sino responsabilidad frente a las reglas.

2. “Conviene tener claros una serie de objetivos educativos: ¿Qué quiero para mis hijos? ¿Qué considero más importante para ellos? Hemos de plantearnossi nuestra idea del éxito está basada en el tener (dinero, prestigio social, títulos académicos…) o en el ser (generoso, laborioso, sincero…). En la medida en que tenga más peso el ser, seremos más fuertes frente a los chantajes”, afirma Aníbal Cuevas, del Family Watch.

3. Evitar el abuso de expresiones coactivas, siempre que sea posible (“o haces esto, o te preparas”) y acostumbrarse a hablar con los hijos para encontrar puntos de acuerdo en las situaciones que sí sean negociables.

4. Saber adaptarse a la edad evolutiva de los hijos, sin tratar de acelerarla ni de retrasarla. Si todos sus amigos salen hasta una hora determinada y razonable, él no tiene por qué regresar antes, ni después. Una excesiva cautela es tan perniciosa como la falta de mesura.

5. “Aceptar y acatar el papel de padres. Los hijos tienen sus propios amigos, y nosotros no somos sus amigos, somos sus padres. Eso no quiere decir que seamos sus enemigos”, recuerda Jesús Ramírez. Dicho de otro modo, establecer los límites desde la disciplina y el afecto.

MÁS INFORMACIÓN: ACCEDE AQUÍ A LAS ENTREVISTAS COMPLETAS CON EL ORIENTADOR FAMILIAR ANÍBAL CUEVAS Y EL PSICÓLOGO ESCOLAR JESÚS RAMÍREZ.
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