Tomar el mando
En octubre pasado, cada español dedicó cuatro horas a la televisión, al menos ese es el tiempo que la tuvo encendida. El paro consume más pantalla. Los menores están entre 145 y 150 minutos frente al televisor, más que haciendo tareas escolares.
Hace unos meses un importante productor de animación infantil, responsable precisamente de la exitosa Pocoyó, comentaba la apremiante necesidad de que los padres se tomaran en serio la alfabetización mediática de sus hijos pequeños. La primera lección que unos padres deben aprender –decía– es que únicamente ellos son los dueños del mando a distancia de la televisión, no los niños.
Me dio que pensar, porque no hace mucho, al recibir la tarjeta de la habitación del hotel, me entregaron en mano el mando a distancia de la tele. Era un aviso de que la pantalla no es un mueble más, sino un emisor de mensajes que a nadie dejan indiferente. A unos porque sucumben a la debilidad humana y buscan programas denigrantes para la dignidad de las personas; a otros porque atrapan sus mentes cuando todavía son incapaces de alcanzar todo su significado y les producen confusión y distorsiones de la realidad.
‘Televisión bebé’
Hace unas semanas, el director general de Antena 3 ofrecía el dato: en octubre pasado, los españoles hemos pasado una media de 240 minutos diarios ante la televisión. ¿Causa? Probablemente el creciente paro laboral. A lo mejor, el receptor sólo está encendido esas cuatro horas. Pero televisión es ver, tanto como oir. Cosas quedan.
Las cadenas generalistas responden a tan alto consumo diversificando la oferta en sus canales de TDT. Buscan adolescentes, mujeres y adultos, por edades e intereses. La publicidad va en función del target de edad. ¿Y los niños? Los americanos lanzaron hace mucho la “televisión bebé”, para menores de tres años. A los expertos franceses les asustó este invento. Hace dos años lo prohibieron hasta comprobar su bondad.
En España se calcula que los niños de 4 a 12 años se enfrascan diariamente entre 145 y 148 minutos con la televisión. Le dedican más tiempo que a los deberes escolares. Llegadas las vacaciones de Navidad, es probabable que la cifra suba a las cuatro horas, como hoy los adultos. Sean dos horas o sean cuatro, demasiado tiempo para que los padres permanezcan inactivos ante lo que ven sus hijos durante tan largo rato.
De entrada, lo mejor es hacerse con el mando a distancia, como aconsejaban mi amigo de Pocoyó y el conserje del hotel.
Menos ver y más hablar
1 Negociar el tiempo de pantalla. Según los expertos, basta con una hora diaria. Dos, festivos y vacaciones.
2 Ofrecer alternativas de ocio que exijan activar la inteligencia y el mérito.
3 Grabar programas interesantes (naturaleza viva, arte, medicina, películas) para ahorrarse la publicidad, siempre incitadora del consumo.
4 Apagarla durante las comidas para fomentar la conversación en familia. Fuera el receptor de la habitación, o no harán los deberes.
5 Enterarse de cuándo puede un niño ver a solas la televisión, comprobando cómo asimilan lo visto, si les parece bueno o malo.
6 Hablar de los programas sirve para aprender lenguaje, sistema de valores, capacidad de comprensión.
7 No ver a diario los informativos de televisión para que no saquen la conclusión de que todos son guerras, crímenes, sucesos, crispación política.
8 Fomentar actividades al aire libre y juegos que exijan participación.
Sin consejo audiovisual
Nueve meses lleva aprobado el Consejo Estatal de Medios Audiovisuales (CEMA) y sólo existe en el papel. Alfredo Pérez Rubalcaba promete hacerlo “en los próximos meses”. Sus enemigos son la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones (CMT) y las cadenas. El Gobierno alega falta de dinero.
La CMT, de índole empresarial, exigía asumir las competencias del Audiovisual para ahorrar su coste. ¿Problema real? Que el Consejo Audiovisual se encargará de controlar los desmanes en los contenidos televisivos para menores. Y como las cadenas emiten programas perjudiciales para ellos, rechazan la tutela. Entonces, el órgano regulador CMT, más flexible, se ofrece para el rescate, quizás para desactivar la defensa de los menores.
Tampoco gusta que ese Consejo califique programas por edades, con criterios inspirados en el bien armado Código de Autorregulación, ahora vulnerado seis veces diarias en la franja de cinco a ocho (infantil). Sólo con esto sería imposible la actual programación de Telecinco en dicha franja.
Importante: el CEMA recibirá las quejas contra contenidos inadecuados, vigilará infracciones y las sancionará. Se explica el recelo de las cadenas.