Vagancia. ¿Existe alguna vacuna?
En su cuarto, está. Y parece que estudia. Pero si no es tonto y suspende seis,
algo pasa. La vagancia se puede disimular muy bien. Por lo menos algunas de
sus formas. Esto quiere ser un prontuario, una cura de urgencia.
Autor: RAFAEL GÓMEZ PÉREZ
Vagancia es el nombre familiar de algo que ataca a cualquier ser humano hasta
alcanzar la «categoría» de pecado capital: la pereza. Ese gran escritor
contemporáneo que es Samuel Beckett escribió que «no hay pasión más poderosa que
la pereza». Pasión: algo que se padece. Con un poder extraño: el de conseguir
que no se haga nada. El poder de lo negativo.
La vagancia se suele dar mucho
entre gente adolescente o joven, casi siempre a partir de los 13 años. Ésa es la
edad del inicio de un desarrollo de la potencia, del vigor. La inteligencia
llega a su mayor punta en torno a los dieciséis años. Lo que se aprende a fondo
entonces dura toda la vida. Y lo que no se hace, una oportunidad
perdida.
CLASES DE
VAGANCIA
Se han descrito muchos tipos de vagancias. Éstas
son las más frecuentes:
ALBERTO, EL VAGO SELECTIVO.
Alberto repite curso y va camino del doblete. Sus padres no se explican cómo un
niño tan activo en la consola, tocando la guitarra y haciendo deporte sea
incapaz de aprobar un examen.
Diagnóstico y terapia. Es
probable que el futuro de Alberto no esté en los estudios, sino en un oficio. No
hay que desalentar sus aficiones, sino convencerlo poco a poco de que también
tiene que estudiar.
MARTA, VAGANCIA SENTIMENTAL. Marta
es muy sensible, con un gran corazón, dispuesta de palabra a ayudar a todo el
mundo de fuera de su casa, aunque luego no haga nada… En casa, pasividad total,
pero buenas palabras.
Diagnóstico y terapia. Se trata de una
mezcla de vagancia y de hipocresía. Uno de los remedios posibles: cuando
necesite urgentemente algo que requiera la ayuda de otros, hacer que ella
empiece haciendo lo que pueda.
ALICIA, VAGANCIA TÍMIDA.
Los padres de Alicia no se explican por qué una chica tan lista, según todos los
profesores, no destaca lo suficiente. Aprueba por los pelos. Lo pasa muy mal en
los exámenes, se angustia con los deberes.
Diagnóstico y
terapia. La clave es que Alicia es tímida. Su vagancia es, más bien, un
no atreverse con lo que le parece difícil. El mejor remedio es que reciba
pruebas, incluso exageradas, de confianza en ella.
MIGUEL,
VAGANCIA FURIOSA. Miguel no sólo no hace nada de nada, sino que se
enfrenta con violencia a quienes se lo dicen. Según él, tiene muchos problemas
que nadie entiende. Problemas de los que no habla, porque dice que sería
inútil.
Diagnóstico y terapia. Se trata de un caso fuerte de
egoísmo agudo, de ver la vida sólo dentro de sus intereses, prescindiendo por
completo de los demás. No hay que descartar que exista un problema más de fondo,
y consultar a un especialista.
PENSAMIENTO DE
FONDO
Lo contrario a la pereza se llama diligencia. La
palabra diligencia viene del verbo latino diligere, que quiere decir «amar». Por
eso quien ama no es nunca un vago: es activo, todo lo intenta, lucha por
todo.
¿No será que la vagancia es una consecuencia de la ausencia de amor?
Cuando la persona no responde ni a un «hazlo por mí» que le pide una persona a
la que dice querer, estamos ante un caso grave al que hay que prestar
atención.
Pero a quien no ama y por eso es vago, hay que seguir amándole, en
la espera de que responda algún día al amor con amor.
REMEDIOS
1. Despertar al
joven la curiosidad por algo útil y a la vez de interés: desde un puzzle hasta
un juego de rol. Tratar de que se interese por algo, siempre que no sea en
perjuicio propio o de los demás.
2. Proponerse metas cortas
y fáciles de cumplir. Por ejemplo, quien no estudia nada, estudiar media hora al
día; diez minutos más al día siguiente y así
sucesivamente.
3. Aprender a hacer cosas acompañado de
alguien: estudiar con otro, ayudar en la casa, en tareas
comunes.
4. Ponerle por delante ejemplos cercanos de las
consecuencias de la vagancia y rechazo de los demás. También ponerle ejemplos de
lo contrario, de la diligencia.
5. Hablarle de las ventajas
de ser diligente: La satisfacción por algo bien hecho y sentirse bien además de
lograr el respeto de los demás.