Ver dibujos animados, ¿engorda?
Una tesis analiza la influencia de los dibujos animados en la obesidad infantil y concluye que los menores de nueve años son propensos a adquirir malos hábitos por causa de este tipo de contenidos.
Por Eva R. Soler
Después de ver una famosa serie protagonizada por una esponja, a Clara, de siete años, le apetece mucho comerse una hamburguesa. Con toda probabilidad, en el deseo de Clara ha influido la aparición espontánea de este tipo de alimento mientras veía el capítulo de su serie favorita de dibujos animados. Es lo que en marketing se conoce como los emplazamientos de comida sin marca, dado que la regulación existente prohíbe incluir marcas en este tipo de formato de contenidos dirigidos al público infantil.
La influencia que los niños reciben cuando hacen uso de los medios de comunicación es uno de los múltiples factores que producen problemas de sobrepeso y obesidad infantil y en este hecho se ha centrado una tesis doctoral de la Universidad Loyola de Sevilla. El principal resultado de este trabajo realizado por María Victoria Villegas y dirigido por María José Montero Símo y Rafael Araque Padilla, es que los alimentos que aparecen de forma espontánea en los contenidos y series dirigidas a niños influyen más cuando son de menor valor nutricional y, sobre todo, a los niños menores de nueve años.
Montero y Araque, ambos expertos en Comercialización e Investigación de Mercados, afirman que los dibujos animados representan una fuente de modelado importante para los niños: “Desafortunadamente, los alimentos de bajo valor nutricional parecen tener más efectos en los pequeños que los de alto valor nutricional. Una de las posibles razones es que este tipo de alimentos (hamburguesas, pizzas, salchichas, sandwiches, pasteles, bollería, bebidas azucaradas…) aparece asociados a entornos de celebración y alegría en mayor proporción que las frutas y las verduras y esto repercute en los comportamientos alimentarios que van desarrollando los niños”.
Para llevar a cabo este trabajo, María Victoria Villegas realizó un análisis de contenidos, una revisión sistemática de la literatura existente y un experimento con una muestra de edades comprendidas entre los 7 y los 11 años. La investigadora analizó la frecuencia, la forma y la naturaleza educativa en la que los emplazamientos aparecen; si existen diferencias según el público objetivo y el origen geográfico de las series; además de investigar si la aparición espontánea de los alimentos tenía efectos sobre la elección posterior que realizan los niños, según el tipo de comida, la modalidad y la edad de los menores.
Los resultados del análisis de contenido arrojaron que los emplazamientos de comida son frecuentes (se producen cada cinco minutos) y prominentes. La prevalencia de los mensajes menos y más recomendables en materia de nutrición fue similar. Sin embargo, a media que el público objetivo de las series era mayor, la naturaleza educativa disminuía. En cuanto al origen geográfico de las series, también se hallaron diferencias: las series norteamericanas resultaron ser menos recomendables en materia de nutrición. Del experimento se desprende, que los emplazamientos de comida que aparecen en los dibujos animados influyen cuando los alimentos son de bajo valor nutricional y los participantes tienen edades inferiores a 9 años.
Pero, ¿por qué aparecen este tipo de alimentos de bajo valor nutricional en vez de otros más saludables? Los directores de la tesis responden:
“Por un lado, los dibujos animados tratan de reflejar la realidad sociocultural del país de origen de la serie. Se busca representar los alimentos habituales que consumen los niños en diferentes contextos sociales (hogar, fuera del hogar, ocasiones especiales como fiestas, cumpleaños…). De hecho, son las series norteamericanas (donde los hábitos alimentarios de la población suelen ser culturalmente menos saludables) las que integran más representaciones de comida menos saludable. Por otro lado, este tipo de alimentos tiene más atractivo para los niños y suele asociarse a contextos de premio, celebración, placer…
Y, ¿Cómo se demuestra la influencia de los dibujos animados en la obesidad infantil? Montero y Araque indican que la relación directa entre visualización de los dibujos y la obesidad es difícil de establecer ya que en el sobrepeso intervienen muchos factores y que la influencia a través de los medios es sólo una variable más: “Lo que se ha demostrado es que la visualización de alimentos no saludables influye en una actitud más positiva hacia ese tipo de productos, así como en una mayor probabilidad de elección y consumo inmediato. Esto implica que, sobre todo en familias donde la educación de hábitos alimentarios está más ausente, el efecto de la visualización de esos alimentos en los dibujos animados puede tener una mayor relevancia en problemas futuros de sobrepeso”.
El estudio considera que para revertir las influencias negativas de los dibujos animados en la obesidad infantil es necesario el diálogo y la acción conjunta de diversos agentes: padres, colegios, industrias alimentarias, diseñadores de dibujos animados, organismos públicos y sociedad en general.
¿QUÉ PUEDEN HACER LOS PADRES?
Para evitar los efectos negativos que los dibujos animados pueden producir en la salud nutricional de sus hijos, los directores de la tesis recomiendan: “Los padres deben hacer un esfuerzo por conocer qué están viendo sus hijos tanto en televisión como en dispositivos móviles para observar posibles influencias. Por supuesto, hay que hablar con los hijos para ver sus preferencias de alimentación y hacerles ver los efectos dañinos de algunos alimentos”. La tarea educativa de los padres, añaden, depende en buena parte de que tengan un cierto conocimiento del carácter saludable o no de los alimentos y esto no puede darse por supuesto: “Por ejemplo, muchas familias piensan que los zumos industriales son bebidas saludables cuando, generalmente, no es así (por las altas dosis de azúcar que contienen)”. Por otro lado, los padres deben ser conscientes de dos aspectos más. Uno, el poder de influencia de compañeros y amigos y dos, el poder de insistencia de los niños para conseguir los productos que les gustan o que les atraen. A veces, los padres ceden a esta presión por cansancio o por compensar la falta de tiempo que pasan con sus hijos. Aquí también tiene una gran relevancia la comunicación que las empresas hacen en el punto de venta a través del envase de los alimentos dirigidos a los niños. Sopesar todo esto a la hora de comprar es importante, alertan Montero y Araque.
¿QUÉ SE PUEDE HACER DESDE LOS COLEGIOS?
María José Montero y Rafael Araque opinan que desde los colegios se puede trabajar en tres ámbitos:
- Educación: importancia de alimentación sana, de comer determinados productos y evitar o disminuir el consumo de otros. Cómo reconocer qué productos son más o menos saludables. Fomentar la actividad física.
- Cuidar la comida que se sirve en el propio centro, tanto en la comida que se sirve en los comedores como en las máquinas expendedoras
- Trabajar para que el colegio tenga una imagen de lugar saludable. Por ejemplo, a través de iniciativas como la puesta en marcha de huertos urbanos en el propio centro.