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Violencia escolar, ¿ALERTA ROJA?

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Por desgracia, las manifestaciones de violencia en el ámbito escolar se han convertido en tema de moda. Todos se estrujan los sesos intentando idear mecanismos para contener un fenómeno que algunos consideran cada vez más extendido. Durante la elaboración de este reportaje, un padre dio a conocer en rueda de prensa el acoso al que era sometido su hijo.hijo. Poco después el Ministerio de Educación encargaba un informe para conocer la incidencia del bullying en nuestras aulas. Semanas antes, un
estudio elevaba al 25% el número de alumnos acosados. ¿Cuál es el
verdadero alcance de la violencia en nuestras escuelas? ¿Qué se puede
hacer cuando aparece? La prevención –que aquí hemos dejado de lado
por cuestiones de espacio– resulta por supuesto la estrategia más eficaz.

Autor: padresycolegios.com

DE PROFESOR A
ALUMNO

Una práctica tradicional en vías de
extinción

CÓMO
Todos los
países occidentales han prohibido los castigos corporales de profesores a
alumnos. El último en hacerlo fue Inglaterra (1986), aunque en 1998 volvió a
permitir un uso moderado de la fuerza para reducir a alumnos descontrolados. No
obstante, los medios siguen reflejando casos contados de estudiantes sometidos a
humillaciones y vejaciones por parte de sus docentes: pocos profesores cruzarían
la línea de la agresión física.
CUÁNTO
Debido a la escasa alarma social que
este tipo de violencia provoca, casi no existen estudios que se ocupen de su
incidencia. Una macroencuesta realizada en 2003 por el Instituto de Evaluación y
Asesoramiento Educativo (IDEA) reveló que un 2% de alumnos entre 12 y 16 años
había presenciado «intimidaciones con amenazas» de profesores a alumnos. Las
respuestas afirmativas eran más frecuentes entre los chicos que entre las
chicas.
QUÉ HACER
Juanjo
López, secretario general del Sindicato de Estudiantes, plantea una doble vía de
actuación ante este tipo de incidentes. Por una parte, denunciarlo dentro del
centro informando al consejo escolar y al resto del alumnado. Y por otra, acudir
a la nspección educativa para que tome as medidas pertinentes contra el docente
agresor. Sólo cuando el caso es muy grave se recurre a la justicia
ordinaria.

DE ALUMNO A
PROFESOR

Guerra de guerrillas hasta que el profesor
aguante

CÓMO
La mayoría de
estudiantes que acosan a sus docentes emprenden una suerte de guerrilla de
desgaste en la que utilizan, por así decirlo, armas de baja intensidad.
Murmullos, mofas, insultos cuando se da la vuelta… Se trata, en palabras de
Chema Avilés,profesor de la Universidad de Valladolid y autor de una tesis sobre
intimidación en el alumnado, de «probar al profesor para ver hasta donde
aguanta. Esto provoca fatiga, desmotivación, etc». En otro nivel se sitúan las
amenazas directas y las agresiones físicas o a la propiedad del docente. Suelen
ser la gota que colma el vaso e impulsa a pedir la baja
laboral.
CUÁNTO
Existen
informes con escaso rigor estadístico que elevan por encima del 30% el número de
docentes que sufren violencia física o verbal frecuente a manos de sus alumnos.
Otro indica que un 25% de los profesores de Secundaria madrileños han estado de
baja alguna vez como consecuencia de algún tipo de agresión. Más fiable -aunque
con una muestra demasiado pequeña para extraer conclusiones definitivas-, el
Barómetro Escolar de la Universidad Complutense habla de un 30% de docentes
acosados «alguna vez» y rebaja la cifra al 2% cuando el acoso es
«habitual».
QUÉ HACER
Un error
que cometen muchos padres cuando se le comunica que su hijo ha agrdido a un
profesor es ponerse, por defecto, del lado del retoño. Una constante que
denuncian todos los sindicatos educativos e incluso asociaciones de padres como
la Concapa. A la hora de actuar, los casos más leves pueden resolverse abriendo
un canal de comunicación fluida familia-alumno-centro, aunque siempre es
deseable algún tipo de sanción. Para episodios más graves, la inmensa mayoría de
docentes aceptaría con gusto disponer de más autoridad y mecanismos más ágiles
para enfrentarse al alumno (ver también violencia De padre a
profesor)

DE PADRE A
PROFESOR

La justicia por su mano o el peor ejemplo para los
niños

CÓMO
Suelen ser
hechos calcados: el profesor reprende (o suspende) al alumno, éste cuenta en
casa su versión de lo ocurrido…, y padre, madre o ambos acuden airados al
centro educativo, con o sin cita previa. Allí se inicia una discusión que poco a
poco va subiendo de tono. Entonces llegan las amenazas y los insultos, muchas
veces en presencia del alumno. Especialmente deleznable es cuando los
progenitores optan por recurrir a las manos. Casos no faltan.
CÚANTO
Resulta imposible de cuantificar, pero
muchos aseguran que la probabilidad de sufrir esta clase de agresiones se
incrementa exponencialmente en barrios o zonas de bajo perfil socioeconómico. En
la mayoría de los casos, un padre que ataca a un profesor es alguien
acostumbrado a resolver sus conflictos por medios violentos. El pasado curso
tuvieron lugar en Andalucía varias manifestaciones de docentes hartos de vivir
con el miedo en el cuerpo tras numerosos casos de agresiones paternas.

QUÉ HACER
Todas las
consejerías disponen de servicios para asesorar legalmente a sus profesores
agredidos, aunque los sindicatos se quejan de falta de agilidad en los
procedimientos. Algunas han elaborado protocolos de actuación, y otras, como
Madrid, han contratado a un bufete privado para adjudicar abogados a todo
profesor que lo solicite. Hay incluso quien defiende que se otorgue al docente
la consideración de autoridad pública con el fin de endurecer las sanciones al
agresor.

DE ALUMNO A
ALUMNO
Matonismo: de cosas de chiquillos a imparable alarma
social

CÓMO
Más o menos
todos sabemos lo que es un acto violento (en la escuela o en cualquier otro
ámbito), pero pocos se ponen de acuerdo a la hora de acotar los límites del
acoso escolar, también conocido como bullying o matonismo. Por su sencillez, una
de las definiciones que gozan de mayor aceptación es la acuñada por el noruego
Dan Olweus, quizá la voz más autorizada sobre el tema a nivel internacional.
Afirma Olweus que «un estudiante es acosado cuando está expuesto de manera
repetitiva a acciones negativas por parte de uno o más estudiantes». Y añade que
sólo hay bullying cuando existe un «desequilibrio de poder».
Tampoco hay
consenso al identificar las características del acosador y de su víctima. Según
el Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia, el agresor –además de
mostrar poca empatía y ser egocéntrico– posee baja autoestima, afirmación que
niega el profesor Olweus. Éste señala también, al describir un prototipo de
alumno acosado, que es difícil discernir si sus características son condición
previa o surgieron precisamente por ser víctima de acoso.
CUÁNTO
Hace unas semanas saltó a la palestra un
estudio según el cual uno de cada cuatro alumnos españoles de Primaria y
Secundaria sufría formas de acoso intensas o muy intensas. El informe fue
cuestionado por autoridades (desde la ministra Cabrera hasta el defensor del
Menor de la Comunidad de Madrid, pasando por varios consejeros de Educación),
expertos educativos y medios especializados.
En nuestro país, dos encuestas
realizadas por el Centro Reina Sofía y el Defensor del Pueblo se han erigido por
ahora en referencia al calibrar la incidencia del matonismo. Ambos llegan a
conclusiones muy similares: afecta de forma grave a entre el 2 y el 3% de
alumnos entre 12 y 16 años. Chicos y chicas lo sufren en proporciones similares,
aunque los chicos acosan más. Muchos demandan nuevos informes en los que, se
teme, habrá que revisar estas cifras ligeramente al alza.
Y es que otros
estudios internacionales si han detectado un incrementos de los casos de
bullying desde los años 70-80 hasta nuestros días. Problema de toda la vida, sí.
Agravado por no sabemos bien qué razones (crisis de valores educativos,
exportación de la violencia social a la escuela…), probablemente
también.
QUÉ HACER
La gran
pregunta para toda clase de poderes públicos volcados en crear un regimiento de
programas y medidas para atajar el acoso en nuestras aulas. Entre las más
destacadas, Castilla y León fue pionera al fundar en 2004 un observatorio sobre
la violencia escolar. Desde entonces, todas las comunidades (y también el
Ministerio de Educación) han elaborado sus propios planes en los que normalmente
se insta a abordar el problema desde el propio centro. Este verano, Castilla-La
Mancha firmó el primer acuerdo contra la violencia en el que se implica a toda
la comunidad educativa, así como a comunicadores, publicistas y otras
instancias.
Al actuar sobre casos concretos, padres y profesores se debaten
entre recurrir a estrategias de mediación o primar el carácter sancionador.
Depende de varios factores, pero muchos expertos han alertado de que mediar sólo
es útil cuando se da una cierta igualdad entre las partes y ambos comparten algo
de culpa. En el auténtico matonismo, la desigualdad de fuerzas constituye de
hecho una variable sine qua non. Y un último apunte a recordar: en el bullying,
el raro es el acosador, no el acosado. Hinchar de terapias y psicólogos a la
víctima sólo acrecentará su sensación de aislamiento.

ACOSO NEW AGE

Durante un reciente
congreso sobre violencia escolar celebrado en Palma de Mallorca, Peter Smith,
profesor de la Universidad de Londres y una de las máximas autoridades en la
materia, sorprendía a la audiencia al dar a conocer una nueva tipología de acoso
entre escolares propia de los tiempos que corren: el ciberacoso.
Lo definió
como «acto agresivo e intencionado constante a lo largo del tiempo y ejercido
mediante formas de contacto electrónicas por parte de un grupo o de un individuo
contra una víctima que no puede defenderse fácilmente». Un rasgo que diferencia
al ciberacoso de otras formas de hostigamiento tradicionales es la capacidad del
acosador para hacerse invisible, utilizando por ejemplo pseudónimos on
line.
Estudios realizados en Inglaterra sugieren una rápida expansión del
fenómeno entre los escolares de Secundaria. Aunque el ciberacoso suele tener
lugar fuera del ámbito escolar, es habitual que suponga una continuación del
matonismo que la víctima ya sufre en su centro educativo. Imaginemos por ejemplo
a un chaval objeto de acoso escolar cuyos compañeros acosadores se dedican a
lanzarle todo tipo de amenazas por correo electrónico o en los chats que
frecuenta.
Especialmente cruel resulta colgar fotos o videos denigrantes en
internet para que todo el que quiera pueda contemplarlos de manera ilimitada.
Según Smith, esta forma de acoso produce un impacto mayor en la víctima que
cualquier tipo de bullying tradicional. Obvia decir que los profesores tampoco
son inmunes a estas prácticas.

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