...Y yo a Londres
Suena la campana en St. James, una escuela de élite londinense, y los niños, enfundados en uniformes azul oscuro adornados con elegantes corbatas, rompen el silencio sepulcral de los pasillos del prestigioso colegio.
Autor: Texto: J.C. Barrado / Fotografías: Lucas García ´Garra´
Son casi las 11 y Burton apura los cinco minutos entre clase y clase de St James, uno de los colegios privados con más prestigio de Londres, para cambiarse de aula. Toca Química y, aunque prefiere las clases de canto y de piano, se pone las gafas protectoras y se une a uno de los grupos que está realizando experimentos con probetas y cubetas de cristal.
Burton tiene 16 años y la suerte de haber nacido en una familia de clase alta. Su madre se ocupa de las tareas del hogar, pero su padre Bart, de 56 años, es un alto ingeniero de Bechler, una empresa internacional con sede en New York y delegaciones en todo el mundo. Su sueldo da para pagar las 3.460 libras esterlinas trimestrales que cuesta el colegio (cerca de 13.000 euros anuales). A cambio recibe una educación basada en los valores tradicionales de la enseñanza británica y que su director, David Boddy, resume en cuatro puntos adoptados de Platón: el coraje para decir lo que se piensa, la templanza para controlarse a sí mismo, la justicia para hacer su deber y, por último, la sabiduría.
St. James Independent School, situada a las afueras de Londres y que alberga a cerca de 300 estudiantes de entre 10 y 18 años, presume de estar entre las 40 mejores escuelas privadas del Reino Unido y de tener un cien por cien de aprobados en la GCSE, un examen nacional que otorga a los estudiantes de 16 años el derecho de avanzar hacia el Bachillerato.
A punto de realizar esa prueba, Burton vive pegado a los libros de texto. A pesar de que el día anterior se acostó a las 00’30 para estudiar, hoy se ha vuelto a levantar a las 6’30 para desayunar leche con cereales, hacerse el nudo de la corbata, vestirse el uniforme azul marino del centro y coger el autobús escolar. A las 8’10 inscribe su nombre en el registro de entrada del colegio y después de un periodo de meditación silenciosa junto a todos los alumnos, empieza sus clases. Es miércoles y por la tarde no hay actividades deportivas, pero Burton tiene pensado jugar al tenis, una de sus debilidades.
VIDA PROGRAMADA
Inmersos en esa frenética vorágine de estudio y actividades, quizá los momentos de meditación en el centro sean el único respiro para los estudiantes del centro privado. Burton, por ejemplo, acude a clase a diario, se lleva tarea a casa, practica el tenis cuando no hay deporte en el colegio, sale a correr antes de cenar, es aficionado al arte y a la música, saca tiempo para el canto y, además de eso, muestra cierto talento con el piano, otra de sus pasiones. Tiene un amplio abanico de posibilidades delante de él, recursos económicos y sobrada formación, pero aún no sabe qué carrera quiere estudiar. “No tengo ni la más mínima idea de lo que quiero”, reconoce.
St. James dispone de todo lo necesario para extraer el máximo rendimiento del alumno. Cuenta con una veintena de aulas, tres laboratorios donde se imparte Física y Química, un teatro para representar obras y realizar convenciones y asambleas, una capilla reconvertida en sala de música y un pequeño campo de hierba artificial para practicar deporte. Además, dispone de una amplia terraza con vistas al río Támesis, un comedor donde sólo se sirve comida vegetariana, una sala de ordenadores y un edificio con las habitaciones de los alumnos que residen allí como internos.
IMPORTANCIA DEL LENGUAJE
En el colegio, además de asignaturas típicas como Matemáticas, Historia o Geografía, se pone mucho énfasis en los idiomas. Los chicos aprenden latín, griego, alemán, francés y el sánscrito, un antiguo lenguaje hindú de donde procede toda la cultura clásica. “Conocer ese idioma les ayuda a comprender muchas de las materias que estudian después”, afirma Karin Pierce, antigua profesora del centro. Pero no todo es estudiar. Desde muy pronto, los chicos tienen distintos programas para viajar por el mundo, conocer otras culturas in situ y realizar actividades al aire libre. Se visitan países como Italia, Grecia, Suiza y Sudáfrica, y los chicos practican vela, escalada, cursos de supervivencia e incluso lecciones de iniciación militar impartidas por un exitoso ex combatiente británico y en las que los alumnos acaban conduciendo tanques del ejército.
¿Y cómo sale un chico de 18 años que ha estudiado en St. James? “Será un hombre verdadero, tendrá mucha confianza en sí mismo sin ser arrogante y, lo más importante, disfrutará de una mente abierta”. Palabras del director, David Boddy, que aunque sólo lleva cuatro años en el cargo, tiene una estrecha relación con el colegio, ya que sus tres hijos estudiaron allí. Actualmente, el mayor es licenciado en Historia por Oxford, y los otros dos optaron por Política y Tecnología en prestigiosas universidades inglesas.
Es mediodía, y en la planta baja comienzan a oírse los chasquidos de los cubiertos y los tenedores del primero de los dos turnos para comer. En los pasillos, las paredes aparecen inundadas por folletos, anuncios e información práctica para los chicos. En una de ellas se da a conocer la pregunta para desarrollar el debate del martes: “¿Prefieres jugar a la PSP (PlayStation portátil) o leer una obra de Shakespeare?” La respuesta tiene acento clásico, el mismo con el que son educados Burton y el resto de los chicos de St. James.
TALENTOS DEL MAÑANA |
Muchos de los padres de alumnos de St. James destacan por sus carreras profesionales brillantes en el Reino Unido y han proyectado esas mismas expectativas en sus niños. En el colegio hay hijos de diplomáticos, actores destacados del celuloide, ingenieros, empresarios británicos de alto nivel, banqueros, dirigentes de compañías aéreas o representantes de artistas, entre otros muchos. Hay una considerable lista de espera –por falta de espacio, sólo es admitido un alumno de cada cinco solicitudes– y el éxito académico está casi garantizado. En 2007, un 93% estuvo por encima del notable en los exámenes de acceso a Bachillerato, y no hubo ningún suspenso. “La mayoría de nuestros alumnos acaba yendo a la universidad”, afirma David Boddy, director del colegio. Otros muchos acaban perfeccionando sus habilidades en escuelas de música o de arte dramático, ya que el colegio otorga desde el primer curso una gran importancia al mundo de la cultura y de las artes. “El componente emocional de asignaturas como Teatro o Música es para nosotros una pieza importante del proceso educativo”, sostiene Boddy. Dentro de un tiempo, muchos de esos niños formados en la disciplina y la sabiduría tradicional inglesa ocuparán cargos de responsabilidad en la sociedad británica, tal y como lo hacen hoy sus padres. |
El aula. A la biblioteca del St James Independent School for Junior Boys and Girls no le falta un solo detalle y no tiene nada que envidiar a una librería comercial. A los profesores no les supone ningún esfuerzo trasladar la clase diaria a esta zona para que los alumnos se habitúen al manejo de libros y adquieran hábitos de lectura.
El material. Los alumnos de St James cuentan con todo tipo de material escolar, en algunos casos facilitado por el propio colegio y en la gran mayoría, adquiridos gracias al alto poder adquisitivo de sus padres. Ordenadores portátiles, calculadoras científicas y plumas de reconocidas marcas ocupan los estuches y carteras de los chicos. Además, los estudiantes cuentan con dos uniformes, obligatorios para acudir al colegio, y las clases, con pantallas y proyectores.
El patio. La zona de recreo cuenta en una de sus paredes con un mini rocódromo y, con el fin de acercar al alumno a la naturaleza, el colegio tiene habilitada una zona del patio donde los estudiantes puedan sembrar y cuidar plantas así como criar peces de colores.