Ya estamos en casa... ¡Ahora, a estudiar!
El proceso de aprendizaje no termina en el aula. La segunda
parte viene después, cuando nuestros hijos llegan a casa
y se enfrentan a los deberes, al repaso de los temas o
la preparación de los temidos exámenes. Es entonces cuando
hay que aprovechar al máximo los tiempos de estudio,
para que el esfuerzo obtenga los mejores resultados.
Autor: AURORA CAMPUZANO
Aprender es una tarea complicada que requiere mucho esfuerzo, constancia y,
desde luego, buena predisposición. Para conseguir que nuestros hijos aprendan,
obtengan buenos resultados académicos y, como dice el filósofo José Antonio
Marina, «lleguen a ser niños y niñas felices», hay que poner toda la carne en el
asador. Los padres debemos vigilar todos los factores que influyen en el buen
uso y aprovechamiento de ese tiempo de estudio. En definitiva, conseguir que el
estudio sea eficaz.
Y para conseguir ese objetivo, no hay nada mejor que
seguir las recomendaciones de los expertos. Para el profesor de la UNED Santiago
Castillo, especialista en estos temas desde hace más de 20 años, la primera
condición para lograr un estudio eficaz «es querer aprender, tener voluntad de
aprender». Y la segunda, «disponer de técnicas de estudio y de condiciones
ambientales que faciliten la tarea», un apartado en el que los padres podemos
hacer mucho. Sigamos sus recomendaciones.
¿CÓMO ES SU HABITACIÓN?
La sesión de
estudio no resultará eficaz si no se cuidan todos y cada uno de los detalles:
¿Cuándo y dónde estudian nuestros hijos?
El estudiante ha de tener un lugar
de estudio fijo donde realizar las tareas. Ese espacio debe ser la habitación
más tranquila de la casa, lejos de la televisión y de ruidos molestos, con pocos
estímulos externos para la distracción y lo suficientemente amplio para poder
desenvolverse.
La mesa de estudio debe ser consistente, con una superficie
mate para evitar los reflejos de la luz; y la silla de estudio recta, cómoda y
proporcionada con la mesa, para que el estudiante pueda apoyar los antebrazos
sin forzar la postura. En definitiva, que nuestro hijo esté cómodo, pero no en
exceso, porque la excesiva comodidad –¡cuántos niños estudian tumbados en la
cama o en el sofá!–, puede disminuir la atención y la concentración. Es más, una
mala postura se puede traducir en trastornos de la columna vertebral, dolores
cervicales y cansancio en los ojos.
Y desde luego, contar con la iluminación
y la temperatura adecuadas. Debemos cuidar que la luz no dé directamente en los
ojos, que sea suficiente y que llegue por la izquierda (a los zurdos por la
derecha), y en la medida de lo posible, que sea luz
natural.
PLANIFICAR EL TIEMPO
¿Cuántas veces se levanta nuestro
hijo de la mesa con la excusa de
merendar o ir al aseo? El profesor
Castillo recomienda que los estudiantes
tengan todo el material a
mano que vayan a necesitar, por
ejemplo, folios en blanco para hacer
cálculos y esquemas, lápiz, calculadora
y diccionario. Así se evitarán
las interrupciones.
A continuación hay que organizar
el tiempo de estudio, que depende,
claro está, de la edad y el
nivel educativo de nuestros hijos.
En los primeros cursos de educación
primaria los deberes pueden
suponer una hora diaria como
mucho, pero según aumenta el nivel,
aumentan las exigencias: un
alumno de secundaria o bachillerato
puede llegar a necesitar tres
horas al día para completar su
aprendizaje en el aula.
Aún así, en todos los casos hay
una regla básica que siempre funciona:
se debe empezar siempre
por las materias más fáciles, después
hacer un descanso que no
supere los cinco minutos (sólo para
los alumnos más mayores),
continuar con la materia más difícil
y terminar con los ejercicios
más fáciles, con el repaso y la memorización.
Un último detalle: Hay que saber
que los expertos recomiendan
estudiar siempre que se pueda a
la misma hora y nunca después de
las principales comidas. Además,
aseguran –aunque no hay recetas
mágicas–, que el mejor momento
para retener y memorizar lo
aprendido es por la noche, justo
antes de irse a dormir.