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Aprender con la variante Ómicron en las aulas

La variante Ómicron como revulsivo para preservar la salud de todos, para comprender y respetar las razones de unos y de otros, para articular la convivencia y para contribuir a un entendimiento educativo, con una tolerancia que también afecta a la deontología profesional de quien es gestor.
Evaristo GonzálezJueves, 10 de febrero de 2022
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© Joanna

Quienes analizan Internet dicen que las cuatro palabras más buscadas ahora en Google  son estas, en formato pregunta: cuándo termina la pandemia. No resulta extraño. Llevamos tiempo conviviendo con variantes de la Covid que, también en las aulas,  nos provocan continuos  estados de alerta y de prevención, ejecución de protocolos, adaptaciones a cambios periódicos, decisiones sobre cómo vivir de acuerdo a  posturas y criterios personales mientras la vida sigue. Las casuísticas son variadas: contagios de diversa índole; cuarentenas;  confinamientos; efectos en la salud; a favor o en contra de las vacunas; clases presenciales, virtuales, híbridas; tecnología que ayudan, condicionan o  absorben: soledad en las redes. Ni más ni menos que lo que pasa en muchos otros sectores de la sociedad, si bien a la educación se la considera como uno de los servicios básicos. También hemos de aprender con y de la actual pandemia.

Términos

Para seguir aprendiendo, y si de usos se trata, algunas letras griegas se usan para  nombrar variantes de la Covid-19, un motivo más para introducir este idioma en las aulas, lo mismo que el latín en muchas otras ocasiones. ¿Por qué la OMS usa letras griegas como la Alfa, la Delta, la Beta, la Gamma o la Ómicron y, en el caso de esta última, evitando otra que pudiera ofender a personas chinas  que llevan el apellido de la letra ignorada, “Xi”? Un reto formativo y cultural que se descubre con las correspondientes consultas. La pandemia como aprendizaje desde su nomenclatura. Asumamos que aprender a lo largo de toda la vida también ha de pasar por las realidades sanitarias de cada momento, con los peligros que  conllevan en un contexto personal en el que somos neurodiversos. La comodidad y la zona de confort también son removidas por la adaptación constante al medio desde  las aulas. Aunque nos cueste.

Realidades

Si los contagios  han afectado a toda la sociedad, profesorado y alumnado llevan tiempo en enseñanza presencial cada día, en contacto directo mutuo, con cifras considerables de contagios en immunizados y no immunizados, generados dentro o fuera de los edificios escolares. Los espacios de los centros  son tan seguros o inseguros como muchos otros de la sociedad misma, con medidas y precauciones pero también con carencias y riesgos. Dentro de esta realidad hay trabajos y profesiones más expuestos por estar muy cerca del virus o por su contacto con el público, en lugares donde se convive junto a muchas personas cada día. Es el caso de las clases presenciales, en aulas que acogen a alumnos y profesores sin metacrilatos envolventes, ni baños periódicos en geles variados, ni con detectores del estado del aire u otras medidas que, de momento, son utópicas.

En vivo y en directo. Así funciona la educación, inmersa ahora en la variante Ómicron. Con tantos cambios que se dificulta la gestión de los responsables Covid en cada centro, las direcciones. Desde fuera y desde dentro los protocolos se pueden interpretar a veces como generadores de caos, contradictorios, indecisos y adaptados más al colapso global de cada momento que a otras respuestas que o no entendemos o no quieren que captemos. De ahí que, ante las dudas sanitarias, a los gestores Covid educativos se les suele consultar para resolver dudas de familias a las que pocas veces se les facilitan respuestas, o actúan como rastreadores de casos, o que la primera y única llamada recibida en personas confinadas por positivos fuera la de las direcciones de los centros (según su testimonio), en estado de servicio a la sociedad también los fines de semana y casi a cualquier hora de cada día. Aprendamos de la movilización colectiva, del voluntariado de muchas personas y del servicio desinteresado a la comunidad de mucha gente en todos los sectores cuando se producen pandemias, incluso para  tranquilizar a los demás cuando tú también  necesitas más calma ante tanta presión. Que siga contagiándose esta actitud, sin olvidar la responsabilidad de quienes tienen la obligación de planificar y cobran por ello.

Posturas

En un Estado en el que no es obligatorio vacunarse contra la Covid-19, esta determinación también se convierte en un aprendizaje, aunque a menudo puede generar  conflictos, amenazas, denuncias,  tensiones y posturas radicales. La preservación y el respeto a todas las decisiones personales ha ocasionado presiones en las aulas cuando ha habido casos positivos y se debían aplicar protocolos diferentes a inmunizados y no inmunizados. Con lo que obligaban a las direcciones a gestionar algunas respuestas por parte de personas que interpretaban que dicho protocolo  perjudicaba el derecho a la educación de sus hijos, o unos creían que podían contagiar a otros con su presencia. Las direcciones de centros de  algunas Comunidades Autónomas han asumido mucha tensión trasladada por la comunidad educativa (profesorado, alumnado y familias) debido a la aplicación de decisiones sanitarias que venían de las autoridades competentes. Incluso estando en contra de la ejecución de algunas medidas, desde el punto de vista operativo y práctico.

La variante Ómicron como revulsivo para preservar la salud de todos, para comprender y respetar las razones de unos y de otros, para articular la convivencia y para contribuir a un entendimiento educativo, con una tolerancia que también afecta a la deontología profesional de quien es gestor. Aprendemos a respetar todas las decisiones, entender posturas y favorecer al máximo la educación de quienes han de confinarse o no  en casa, lo hagan o no. Y hasta de las amenazas y tensiones habrá  que aprender, incluso para  conocer mejor a la persona que cae en esta forma de presionar a quien no hace más que cumplir normas sanitarias.

Privacidades

Relacionado con lo anterior, la privacidad es otro aspecto que siempre se ha de respetar. Cuando de datos sanitarios se trata, aún más. No obstante, en diferentes centros educativos se ha visto que las decisiones de cada persona, relativas a la difusión de su estado de vacunación,  son diversas. Hay quienes imponen su derecho a que nadie diga que no está vacunado y, al mismo tiempo, pregonan la ausencia de vacunas casi de forma pública, o no saben o no quieren defender su decisión en público con argumentos, como harían los vacunados que, a veces, también actúan igual. O justifican ausencias de clase por razones de contagios pero no consienten que se trate en el aula nada sobre la pandemia. Y no hablemos de la difusión en redes sociales. Personajes públicos o no tanto ejercen su derecho individual a publicar su estado de salud y luego en otros entornos el tema tiene que pasar desapercibido. O no se asume que para algunas personas las redes sociales son centros de odio y de manifestar lo peor de sí mismos de forma más o menos anónima. También deberíamos aprender a gestionar el rechazo en las redes  a quienes erosionan sin parar, sean bots,  personas físicas o anónimas digitales.

Aprendamos a reflexionar sobre nuestro derecho a la privacidad pero también a ser consecuentes con los límites que nos imponemos y que trasladamos a la vida diaria, incluido Internet .

Junto a la mayor o menor exposición personal,  aprendemos de la sobreinformación, de la confusión informativa de las autoridades por su falta de transparencia y claridad, de la comparación entre posturas a favor y en contra sobre casi todo, de las leyendas urbanas, de las medidas y decisiones, de los discursos de odio y de cierta tendencia a no conocer más opiniones que las del grupo al que sigues, que suelen coincidir en los mismos puntos de vista siempre. Observar este fenómeno  y ayudar a ver la diversidad es otro  gran aprendizaje competencial.

Marcas

Las marcas sociales de la pandemia son muescas que no se olvidarán  en nuestras vidas: desconocimiento, miedo, adaptación, soledad, improvisación, investigación, dudas, aislamiento en red, vacunas, no vacunas, incredulidad, dicotomía entre lo público y lo privado y búsqueda de respuestas para sobrevivir, siguiendo las pautas marcadas o desde otras  posturas, ambas con sus razones y dudas. De ahí también se derivan propuestas para tratar en las aulas.

Otro ámbito que nos marca es toda la problemática relacionada con lo  emocional (en población escolar y no escolar), que ya existía, quizá ahora aumentado o expandido por los efectos de lo vivido y por el contagioso presente, haciendo prospectivas sobre su repercusión en el futuro, sin caer en distopías fáciles. Depresiones, autolesiones, suicidio, ansiedad, pesimismo, miedo al futuro, irritabilidad, apatía, huida, falta de sistemas de autodefensa en sociedades blandas y sobreprotectoras, rodeadas de muchas comodidades, sin conocer carencias mínimas y básicas, donde casi todo ha de ser muy guay y el like es la alimentación del egocentrismo. Entre algunos sectores abunda la generación del entretenimiento, del divertirse, de huir de cualquier síntoma de aburrimiento o responsabilidad personal. Quizá para evitar incomodidades y aquello que obligue a esforzarse.

Encuestas

Cuando la situación es palpable y evidente, cuando los días de hartazgo intentan sobreponerse con el pensamiento positivo de muchos otros días, algunas administraciones  se dedican a atiborrar de encuestas a los centros: sobre los derechos de infantes y adolescentes, sobre la salud emocional del personal, sobre el dominio digital, sobre cómo se ve esta realidad en las aulas. ¿Qué hemos hecho para merecer esto, tomando prestado el título de la película de Almodóvar? ¿Este es el mejor momento? A todo se suma la gran cantidad de formularios para  estudios pre o post pandemia, investigaciones y tesis universitarias, trabajos de estudiantes, etc. No pararíamos de rellenar documentos de forma gratuita para beneficiar en ocasiones a investigaciones (se supone que muy necesarias) de las que cobran otros, firman los estudios y les sirve para su currículum, sin apenas obtener los centros un feedback o resultados a cambio, más allá de una inversión desinteresada de su tiempo.

Aprendemos a decir no, a escoger y a centrarse más en lo importante que en lo urgente, sin olvidar que las urgencias en tiempos de pandemia también hay que priorizar.

Presentes

Ante estas realidades, nunca como hasta ahora se ha visto tan clara la necesidad de anteponer la figura del educador a la del profesor de un campo específico, materia o proyecto para afrontar su oficio ante el alumnado que necesita orientaciones, entender, entenderse y disponer de claves a las que agarrarse.

Se valora aún más la importancia de la resilencia , ante tantos días en que la la saturación se asemeja a la de otras profesiones expuestas a tensiones continuas y riesgos diarios para su salud.

Intentamos aprender más de las fortalezas que proporciona el deber cumplido y el acompañamiento con la presencialidad que de las alabanzas  oportunistas o sinceras de autoridades que también sufren una presión tremenda y necesitan reconocimientos públicos y privados para continuar.

Como decíamos, somos neurodiversos y seguimos aprendiendo de que, en un mundo cambiante,  todo  ha de ser normal.

Evaristo González Prieto. Profesor y director del INS “Torre del Palau” de Terrassa (Barcelona)

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