Joan Gallardo: "No creo que sea justo otorgar la culpa de la infelicidad a la Educación"
Joan Gallardo es escritor, mentor y padre de dos hijos. Desde que era pequeño se hacía preguntas sobre la vida, pues quería descubrir “la verdad”, aunque en ese momento no se sentía con la suficiente capacidad para encontrarla.
Cuando era adolescente comenzó a leer mucho y a fijarse en cómo funcionaban otras personas en lo referente a la felicidad, camino que culminó escribiendo en su blog, con un podcast diario y trabajando como mentor. Ahora nos brinda la oportunidad de disfrutar de su primer libro, Nunca renuncies a la felicidad.
¿En qué momento comienzas a interesarte por la felicidad?
–Yo creo que la búsqueda de la felicidad se incluye en un camino previo que es de la búsqueda de la verdad. Yo de niño estaba muy interesado en ello, y recuerdo fantasear muchísimo cuando pasábamos los veranos en el campo de mis abuelos, mirando las nubes y cosas así. Y yo pensaba, “¡qué genial sería poder hacer una pregunta cualquiera al cielo y ver la respuesta!”. Y me fascinaba esa idea pero a la vez me frustraba, porque yo pensaba que entonces no tenía ese poder para encontrar y dar con la verdad tan pronto y que de alguna manera sería bastante difícil.
¿Cuánto tiempo llevas escribiendo en el blog y con los podcasts?
–Desde muy pequeño. Todo empezó intentando encontrar la búsqueda de la verdad y ahí se incluyó la búsqueda de la felicidad. En mi adolescencia empecé a leer mucho y a fijarme en cómo funcionaban otras personas en lo referente a la felicidad, intentando responder a las preguntas de por qué algunas personas son felices y otras no, etc. Cuando llegué a la adultez me animé a escribir, creo que mi primer blog lo abrí cuando tenía 22 o 23 años, y ya desde entonces fue la eclosión de las redes sociales. La primera seguramente fue Twitter y de ahí di el salto a Instagram, que es donde se empezó a formar esa audiencia que tengo. A esto se le suma un proyecto muy bonito que fue un podcast diario durante un año. Intenté hablar aunando todas mis experiencias y todo lo que había podido aprender.
Yo que tengo dos hijos, lo que echo en falta es que se les enseñara un poco más a razonar y a filosofar
¿Consideras que la búsqueda de la felicidad debería estar siempre presente en los procesos educativos?
–Por supuestísimo que sí. Yo que tengo dos hijos, lo que echo en falta es que se les enseñara un poco más a razonar y a filosofar. Mediante una argumentación aprender a discernir entre lo verdadero y lo que no es verdadero. O al menos ir haciendo un acercamiento a la verdad, si bien es cierto que las verdades absolutas no son escasas y son difíciles de encontrar.
¿Crees que los centros educativos se preocupan por la felicidad de sus alumnos o es un tema que no interesa?
–No tengo tanto conocimiento científico, pero en mi caso nunca se tocó ese tema. Nadie nos habló de eso, yo la búsqueda la hice por mi cuenta. Recuerdo que comencé buscando sobre la felicidad en una enciclopedia que tenían mis padres en casa. Y el tiempo que llevan mis hijos, es una cuestión que tampoco se ha tocado. Echo en falta fomentar ese espíritu crítico, enseñar a hacer preguntas, fomentar el auto diálogo, esa introspección y también retrospección.
No creo que sea justo otorgar la culpa de la infelicidad a la Educación, en lo referente al colegio, a la Educación académica. Pero sí que hay una parte en la que los padres somos responsables, no directamente que a veces sí, pero sí desde el punto de que a veces no les procuramos las herramientas suficientes para desarrollar esa filosofía y esas ideas
En tu opinión, ¿crees que la infelicidad de mucha gente puede venir de una mala base educativa?
–No creo que sea justo otorgar la culpa de la infelicidad a la Educación, en lo referente al colegio, a la Educación académica. Pero sí que hay una parte en la que los padres somos responsables, no directamente que a veces sí, pero sí desde el punto de que a veces no les procuramos las herramientas suficientes para desarrollar esa filosofía y esas ideas. Yo creo que se habla demasiado poco de la felicidad, siendo la infelicidad para mí la norma. Si nos paramos a pensar en cuánta gente feliz conocemos, por desgracia nos van a salir muy pocas personas.
También porque carecemos de una definición para la felicidad. En mi libro lo que hago al principio es una disertación de los términos. Otorgo una última definición, que es la mía, y a partir de ahí desarrollamos. Y a lo largo de todos estos años trabajando profesionalmente me he dado cuenta de que muchas personas ya bien entradas en la etapa adulta carecían de una definición para la felicidad, y eso es un problema. Hay que definir bien los términos para saber, primero, si estamos en ello. Por eso las definiciones específicas son importantes y relevantes.
Aristóteles decía que la felicidad es el bien supremo, porque es autosuficiente por sí mismo, nadie quiere ser feliz para conseguir luego otra cosa
¿A tus hijos has comenzado a inculcarles estos valores?
–Por supuestísimo que sí. En casa la cuestión de los valores y los principios es primordial. Y me gusta porque lo han entendido muy bien y además yo predigo con el ejemplo, que para mí es lo más relevante. Hace poco dije en una entrevista que yo no podría haber escrito un libro sobre la felicidad si yo no era feliz. Y si no hubiese sido infeliz también. Porque los niños son muy impermeables a la coherencia y a la incoherencia, que no se lo tragan por mucho que se lo esté diciendo un adulto. Por eso creo que a mis hijos les llega tan bien estas enseñanzas y este amor por la filosofía.
¿Por qué decidiste lanzarte a escribir el libro?
–Llevo escribiendo sobre la felicidad desde hace muchos años. Puedo hablar mucho de la disciplina y la fortaleza, pero es que esto tiene que ver con la felicidad. Aristóteles decía que la felicidad es el bien supremo, porque es autosuficiente por sí mismo, nadie quiere ser feliz para conseguir luego otra cosa. Pero ser fuerte te da los mimbres para poder conseguir esa felicidad, igual que la bondad, la humildad, estos valores tan altos. También porque me sigue doliendo no ver a más personas felices. Y creo que de haber más personas felices se solventarían muchísimas cosas. Sé que es una utopía, que es muy complicado, pero obviamente si hubiera más gente feliz no habría tantísimos conflictos, estoy plenamente convencido.
Mis editores me dijeron que era un gusto porque se notaba que a parte de escribir bien leía, y que seguramente escribía bien porque había leído
¿Qué ha supuesto para ti el proceso de escritura?
–Ha sido una aventura. Porque es muy diferente escribir artículos en un blog o en redes sociales, que cada post tiene vida propia, y otra muy diferente es escribir un libro. Yo todo el proceso de escritura del libro ha sido leyéndolo en voz alta para que tuviera ese tono conversacional. También me ha ayudado muchísimo todos los años que llevo leyendo, yo soy un lector muy intensivo, he leído, sin llevar la cuenta, más de mil y pico títulos.
Mis editores me dijeron que era un gusto porque se notaba que a parte de escribir bien leía, y que seguramente escribía bien porque había leído. No solo ensayos sino también literatura clásica. Yo soy muy fan de la literatura rusa de Dostoievski, de Chejov, de Tolstoi, y creo que se aprende muy bien a escribir y a pensar a través de la lectura y de la escritura.
Si una persona manifiesta una infelicidad que a lo mejor intenta esquivar u ocultar con otras actividades o con vicios, no podemos trazar un camino
Tras todo el proceso de investigación que llevaste a cabo, ¿en qué crees que falla la gente que dice no conseguir ser feliz?
–Lo primero que yo hago con mis clientes es intentar deshacer toda falsedad, toda mentira y todo autoengaño. Porque si esto no se limpia antes no podemos avanzar. Si una persona manifiesta una infelicidad que a lo mejor intenta esquivar, ocultar con otras actividades o con vicios, no podemos trazar un camino. Sucede muchísimo que eres infeliz porque estás en pareja, pero intentas echarle la culpa al trabajo, o a la situación, lo primero de todo es encarar la verdad. Y luego tener muy claro cuál es el proyecto, qué queremos de la vida.
¿Consideras que la gente siente vergüenza al reconocer que no es feliz?
–Hay un complejo, la verdad es que sí, porque es duro. Además, hay un tipo de infelicidad que es especialmente dañina, que es aquella que se siente dentro cuando aparentemente todo lo de fuera está bien. Cuando la persona dice, “es que no puedo decir que soy infeliz porque tengo trabajo, dinero, una pareja maravillosa, tengo hijos, tengo amigos, pero, ¿cómo voy a decir que soy feliz si hay niños que se mueren de hambre en África? ¿Si mi hermano vive peor que yo? Para que la gente diga, ¿cómo que no eres feliz si lo tienes todo?”.
Este tipo de situaciones son realmente crudas para la persona que está sintiendo esa infelicidad. Y hay que hacer un ejercicio de empatía con estas personas porque se encuentran entre la espada y la pared. La infelicidad si se deja estar, normalmente va a peor. Por eso es esencial reconocer esa infelicidad y saber con quién se puede hablar de esto y con quién no.
La infelicidad si se deja estar, normalmente va a peor
¿Cómo resumirías las claves que das en tu libro para alcanzar la felicidad?
–Lo primero de todo es sinceridad y honestidad, para descubrir y para analizar ese primer estado del que se quiere salir. Después muchísima fortaleza, porque hay que ser muy fuerte; una persona débil creo que tiene muy difícil ser feliz algún día. Luego tener mucha paciencia y, por encima de todo, no perder nunca la esperanza.