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La batalla cultural empieza en las aulas de nuestros centros

23 de marzo de 2022
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Es cierto que vivimos tiempos de guerra y no solo en Ucrania, sino en muchas partes del mundo, aunque la de Ucrania nos afecte más de cerca tanto geográfica como emocionalmente. En primer lugar queremos solidarizarnos con todos los que sufren las consecuencias directas e indirectas de la invasión rusa: niños, mujeres, combatientes (de uno y otro bando). Las guerras nunca son la solución sino que agravan el problema, por eso, desde esta publicación no podemos sino apelar al diálogo, que es la única forma de táctica que entendemos. Bien entendido que, una vez comenzado el ataque, siempre se puede parar si hay acuerdo por ambas partes. Sobre todo, en este caso, por parte del Estado atacante.

Dicho lo cual, en esta ocasión queremos hablar de otro tipo de batallas que se libran en estos momentos y cada día en nuestras aulas. Nos referimos a la batalla cultural, a la guerra de las ideas. Siempre hemos creído ingenuamente que el aula no era el lugar para el adoctrinamiento ni para la transmisión de ideas, sino de conocimientos, pero desde instancias nada neutrales como la de los gobiernos, los think tanks, las organizaciones estudiantiles o docentes, cada día se apela a la batalla de las ideas.

En este momento se libra una lucha encarnizada entre humanistas y tecnólogos, sean estos de izquierdas o de derechas, porque ya no se trata de un enfrentamiento entre partidos o ideologías, sino entre los partidarios del conocimiento y sus detractores.

Sí, en efecto, estamos ante un momento clave en la evolución de nuestros sistemas educativos –y no hablamos solo de España– donde hay quien defiende una educación (si se puede hablar así) más enfocada a la práctica de una profesión, carente de valores científicos, humanísticos o intelectuales y que promueven las entidades supranacionales o nacionales, las empresas y la lógica del mercado (dicen) encaminada a formar (es un eufemismo) alumnos dóciles, robóticos, tecnológicos, sin atisbo alguno de pensamiento crítico.

De otro lado se encuadran los partidarios del conocimiento, del saber, de la sabiduría, del estudio basado en el esfuerzo, de la lectura, de la vuelta a la enseñanza de la Historia (y no de la memoria), de las artes y de los clásicos. Sí, porque la corriente contraria alude al aburrimiento de los alumnos ante los maestros de la literatura y del pensamiento, aduciendo que no encuentran atractivo en estos autores. Error que nos lleva directamente a la abolición del conocimiento.

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