La vocación de pelear contra gigantes
Existen muchas profesiones, algunas que llevan en nuestro mundo desde hace mucho tiempo como arquitecto, panadero, electricista; otras más recientes como youtuber o influencer. Cada profesión tiene su importancia, sus limitaciones, sus retos… pero qué pasaría si te cuento de una profesión que no es una profesión sola sino que tiene mil y una resumida en un Grado de cuatro años: Magisterio.
Ser maestro según la definición de la RAE significa “persona que enseña en Educación Primaria”. Sin embargo, esta definición es demasiado simple si tenemos en cuenta que se trata de una persona que en ocasiones ejercerá de enfermero sin tener la titulación pertinente, de abogado sin haber estudiado derecho, de psicólogo sin serlo y muchas cosas más.
Para la sociedad somos los que nunca hacemos nada, los culpables de los suspensos de los niños, de la poca motivación que existe en los alumnos para no querer estudiar, los que ganamos un buen sueldo pero nos pasamos el año jugando con plastilina. No obstante, también somos esas personas que un 9 de septiembre acogen a niños de casi tres años, los cuales están dormidos debido al madrugón y muy asustados por separarse de mamá o papá; todo el miedo se les disipa en el momento en el que cogen la mano de la profe.
Los padres también están asustados, ya que son conscientes de que a partir de ese momento, esa persona desconocida será alguien fundamental en la vida de sus hijos. Una persona que será un modelo a seguir para los niños y que influirá en una etapa fundamental de sus vidas; hay una frase que lo resume perfectamente: “Nadie recuerda al arquitecto que diseñó su casa pero todos recordamos a ese profesor que nos enseñó a leer”.
Para la sociedad somos los que nunca hacemos nada, los culpables de los suspensos de los niños, de la poca motivación que existe en los alumnos para no querer estudiar, los que ganamos un buen sueldo pero nos pasamos el año jugando con plastilina
Por otra parte siempre hemos oído que la Educación es algo que el niño aprende en casa y en el colegio lo que se hace es impartir asignaturas. Cualquier persona que trabaje en un centro educativo sabe que esto no es algo tangible. Para nuestros alumnos somos un modelo a seguir, al cual analizan al milímetro y pretenden conocer lo máximo posible.
¿Es una exageración? Hace unos meses me pasó algo que me dejó desorientada y es que, en una conversación banal con mis alumnos de 2º de Primaria, me demostraron que no solo conocen mi nombre y apellidos sino también mi fecha de cumpleaños, que me gusta nadar, que soy una patosa jugando al fútbol y que mis galletas favoritas son las Oreo. En ese momento a mi cabeza le vino la pregunta, ¿cuándo les di tanta información? La respuesta es simple, son detectives y para ellos un profesor es alguien (que les da mucha curiosidad por investigar) importante, por tanto irán recogiendo información poco a poco y también (por tanto), te imitarán.
Debido al (famoso) Covid-19 y a las medidas de protección también me he fijado en algo: en mi aula había muchas muestras de cariño, y me di cuenta porque lo eché de menos este último año. Después de dos años con ellos nos habíamos convertido en una familia, en la cual nos sentíamos libres de abrazarnos, reír y darnos achuchones siempre que fuese posible. ¿Esto significa que perdía el control del aula? Esta es una duda que me transmitían mucho mis compañeros del colegio ¿El hecho de que cuando yo llegaba al aula los niños vinieran a abrazarme como si hiciera años desde la última vez cuando solo hemos estado separados dos clases significa falta de respeto?
Personalmente, considero que todo entra mejor con cariño. En una atmósfera donde ellos se sientan cómodos, tengan claro que son queridos y respetados es mucho más sencillo aprender. Nada de esto significa que no me tuviesen respeto y que supieran que en clase había que comportarse, pero obviamente son niños y no pueden ser robots quietos durante cinco horas.
A mi memoria viene una profesora que fue la culpable de que me enamorara locamente del inglés, era la persona más dulce y cariñosa del colegio aunque creo recordar que nunca un alumno se le “descarrilaba” (por ello). Esta es la balanza, se puede ser estricto pero siempre bajo el respeto y el cariño, que los niños sientan que son libres de ser ellos mismos y que también hay normas que cumplir.
La Educación en valores es algo muy importante en el colegio, a lo cual se le hace continua crítica, para mí siempre fue esencial. Muchas veces en casa los padres no son capaces de transmitir valores o, simplemente, teniendo en cuenta esta vida de carreras que llevamos, no da tiempo. Por eso es indispensable dedicar momentos en el aula a conocernos a nosotros mismos, trabajar emociones y valores.
Sin embargo, no todo es de color de rosa. Un profesor debe pelear contra muchos gigantes que se interponen en nuestro camino de tratar de disfrutar de nuestra vocación. Para empezar, existe una burocracia infernal e interminable que debemos cumplimentar, como los famosos informes; una sociedad que no deja de menospreciar nuestro trabajo y exigirnos cada día más, y todo esto sin contar a los padres.
¿Te acuerdas del momento en que supiste que ibas a ser madre o padre? Entre la ilusión, los miedos y la alegría, la expectativa. A medida que van creciendo también lo hacen las expectativas que nos creamos de nuestros hijos, muchas veces vemos en ellos la posibilidad de mejorar aquello que no fuimos capaces de hacer nosotros como, por ejemplo, en mi caso, me encantaría que mis hijos les gustase el baile y sean más coordinados que su madre.
Esto puede producir el efecto Pigmalión, que es como los psicólogos llaman al proceso por el cual las expectativas creadas acaban influyendo en su rendimiento. Asimismo también puede producir estrés y frustración, cuando un niño ve que no es capaz de cumplir dichas expectativas, lo que los padres consideran lo normal.
En el mundo de la Educación las expectativas se notan de manera desorbitada especialmente en cuanto a calificaciones. Cuando tenemos una tutoría de padres nos vemos con el quebradero de cabeza de intentar transmitir las críticas constructivas de una manera que ellos entiendan y no lo vean como un problema. Si de algo me he dado cuenta con mi poca experiencia docente es que ante una crítica de comportamiento o de formas de ser la respuesta será “en casa no es así”; pero si es sobre las notas será muy diferente.
Recuerdo un caso donde aconsejé a unos padres buscar un profesor particular para potenciar la autonomía de su hijo; ellos lo sintieron como un ataque personal, al que respondieron con múltiples quejas para echarme del colegio alegando que yo no era capaz de enseñar al niño y, finalmente, se produjo una agresión física durante una tutoría presencial. Esto es un triste ejemplo de que a veces nuestras expectativas no se corresponden con la realidad y de que el docente solo busca el bienestar académico y social del alumno.
En ese momento me hubiera gustado contar con una formación que me sirviera de ayuda; considero como una obligación moral que nos enseñen a lidiar con este tipo de situaciones para poder tener una base psicológica y jurídica, ya que no siempre contaremos con el asesoramiento apropiado.
En el mundo de la Educación las expectativas se notan de manera desorbitada especialmente en cuanto a calificaciones
"Si algo sabemos las personas que nos dedicamos a enseñar es que esta profesión es como tener un superpoder. Tenemos la capacidad de cambiarle la vida a nuestros alumnos y, a su vez, convertirnos como si fuese magia en diferentes personas como actor, payaso, policía, árbitro de fútbol; durante el día nos llevamos más cariño y admiración que un cantante de rock en un concierto. Pero también entregamos gran parte de nosotros mismos cada día y a cada alumno. Debemos sentirnos orgullosos de nuestra vocación, formarnos cada vez que tengamos oportunidad para poder estar a la altura y seguir batallando contra gigantes que no nos comprenden.
Marta Toledo Santana. Maestra de Primaria y opositora.