Por qué evitar la onicofagia y la succión digital
Muchos de los hábitos que los niños adquieren en la primera infancia tienen lugar en su cavidad oral, generando patrones de inadecuada contracción muscular que van a tener una repercusión en el desarrollo de sus estructuras orofaciales (labios, lengua, paladar, carrillos, dientes, maxilares…). Son los denominados malos hábitos orales: la respiración oral; la propia alimentación (deglución atípica); la succión digital, labial, de carrillos u objetos; el uso prolongado del chupete y el biberón; la onicofagia (morderse las uñas) o el bruxismo. Todos ellos deben ser controlados y estudiados para evitar que desvíen el patrón normal de crecimiento de los órganos del sistema orofacial, los cuales se encargan de funciones básicas como la respiración, succión, deglución, habla y fonación, así como de expresiones faciales tan primitivas como sonreír o besar.
En el campo miofuncional el abordaje de los malos hábitos orales en los niños ocupa un lugar relevante, en el que logopedas y otros especialistas (pediatras, fisioterapeutas, odontólogos, otorrinolaringólogos…) trabajamos de manera multidisciplinar en su corrección. No obstante, las familias y educadores son los encargados de estar en alerta para detectar su presencia, intentar erradicarlos y consultárselo a dichos profesionales.
Familias y educadores han de estar alerta para detectar su presencia, intentar erradicarlos y consultárselo a los profesionales
Por un lado, nos vamos a centrar en la onicofagia, la costumbre de morderse las uñas. Las uñas sirven como herramientas para facilitar ciertas tareas de motricidad fina como coger cosas o abrir objetos, y tienen una función protectora ante agresiones externas. Este hábito parafuncional se manifiesta frecuentemente con el estrés, los estados obsesivo-compulsivos y la agresividad, aunque en los más pequeños funciona también como una vía para atraer la atención del adulto o como un reflejo de la falta de madurez emocional. Sin embargo, este hábito adquirido suele ser inconsciente, con poco control voluntario.
Más allá de que la onicofagia produzca desagrado social, falta de atractivo, halitosis o heridas en los dedos, también aumenta el riesgo de enfermedades bucales y problemas miofuncionales bastante serios cuando su actividad excede la tolerancia fisiológica. En otras palabras, se propician trastornos en la articulación temporomandibular, disfunciones en la musculatura orofacial y un daño en la dentición (modifica la posición de los dientes y la relación que estos guardan entre sí; altera el crecimiento normal de la mandíbula).
Por otro lado, la succión digital consiste en introducir uno o más dedos, generalmente el pulgar, en la cavidad oral. La succión es un reflejo que se desarrolla desde la vida intrauterina y es primordial en el desarrollo del bebé para satisfacer sus necesidades nutricionales y psicológicas. Esta succión del pulgar en el niño puede realizarse hasta los 4 años sin que llegue a dañar los dientes, aunque no es recomendable. Debe ser interrumpido antes de que se desarrollen y afiancen los dientes definitivos, si no podrá dar lugar a: alteraciones asociadas a la oclusión (una mordida abierta anterior o mordida cruzada), estrechamiento de la arcada superior, dientes incisivos superiores sobresalientes o retroinclinación de los incisivos inferiores, prognatismo o retrognatismo mandibular, labio superior corto e hipotónico, incompetencia en el sello labial lo que facilita la respiración oral, problemas en la articulación de sonidos o un apoyo nocivo de la lengua contra los dientes durante el habla y la alimentación.
Asimismo, la succión digital se relaciona directamente con el uso excesivo del chupete, que a su vez aumenta también la incidencia de infecciones de oído y otras anomalías dentales.
Más allá de la detección de estos dos malos hábitos, es fundamental determinar los agentes por los que se producen y valorar su repercusión. Otros factores interesantes para tener en cuenta es la edad de iniciación, el tiempo que llevan instaurados y la frecuencia e intensidad con la que se realizan a lo largo del día. Será a partir de estos datos cuando se determine las necesidades de intervención específicas para cada niño.
Tras su detección, el profesorado puede actuar ante la succión digital y la onicofagia con estrategias y remedios como: brindar alternativas para que el niño mantenga siempre las manos ocupadas, por ejemplo, realizando actividades manuales o físicas. Igualmente, se puede hacer uso de esmaltes específicos o aceites transparentes de sabor amargo que se colocan sobre las uñas. Otra solución viable, pero momentánea, es masticar chicles sin azúcar. Además, no hay que olvidarse de que los niños imitan acciones de los adultos, por lo que es probable que el mal hábito provenga de un progenitor y haya que enfocarse también en su corrección.
Los niños imitan acciones de los adultos, por lo que es probable que el mal hábito provenga de un progenitor y haya que enfocarse también en su corrección
Por todo lo anterior, a estos malos hábitos se les debe de otorgar la importancia que merecen. Su intervención temprana en plena etapa de crecimiento y desarrollo favorecerá la armonía en la cavidad bucal del niño, y todo lo que ello conlleva; una masticación y deglución eficiente, una respiración mixta (por nariz y boca) y una articulación clara y precisa.
En cuanto a las posibilidades terapéuticas para restaurar los correctos hábitos orales se encuentra el tratamiento conductual y los dispositivos ortodóncicos. No obstante, es imprescindible la terapia miofuncional por parte del logopeda, en la que se aborda tanto el abandono del mal hábito como procedimientos y técnicas para reeducar el patrón muscular inadecuado de la zona oral. De esta forma, detectar estos hábitos parafuncionales a tiempo ayudará a prevenir trastornos como degluciones atípicas, dislalias o respiraciones orales en su alumnado.
Guzmán Azagra Blanco. Logopeda de Proyecto 3 Psicólogos.