El juego no es solo cosa de niños
El 28 de mayo se conmemora el Día Internacional del Juego, lo que recuerda que el juego es un derecho de la infancia, tal y como se indica en el artículo 31 de la Convención sobre los Derechos del Niño. En un mundo, cuyo ritmo se hace cada día más vertiginoso, y en el que se navega en sociedades y situaciones líquidas, el juego corre el riesgo de diluirse, de olvidarse, de pasar a un segundo plano, cuando es la actividad clave a través de la cual se desarrollan las bases del aprendizaje, la convivencia y la ciudadanía desde el nacimiento.
En la Guía Aiju, juego y juguete 2019-2020, desarrollada por el Instituto Tecnológico de Producto Infantil y Ocio, en el que se analizaba el tiempo de juego en la infancia, nos alarma que, en España, el 82 % de los niños juega al aire libre menos tiempo del recomendado por los expertos en desarrollo infantil, y el 35 % tampoco alcanza lo aconsejado respecto a juego en interior. De hecho, a partir de los 10 años, sólo el 6 % disfruta de la hora de juego al aire libre recomendada. Muchas familias han estado más preocupadas por la formación de sus hijos que por garantizarles tiempo de juego en sus apretadas agendas escolares y extraescolares.
Ante este panorama, el tiempo de confinamiento fue visto inicialmente por muchos como una oportunidad para retomar el juego y desarrollar espacios de interacción forzados —que no forzosos— para el juego en el hogar… pero, de hecho, lejos de aliviar, esto ha agravado el problema del sedentarismo infantil y de la escasez de actividad al aire libre.
Eso es lo que se desprende de tres estudios realizados con más de 2.500 familias españolas con niños de entre 0 y 12 años antes, durante y después del confinamiento para conocer la situación del tiempo de ocio infantil, referidos en la Guía Aiju, Juego y juguete 2020-2021. Asimismo, estos estudios han indicado que, en sentido positivo, los niños tuvieron más tiempo para jugar (manualidades, juegos de mesa, etc.) y por supuesto, sin duda, ha aumentado el tiempo de ocio dedicado a las pantallas —y cada vez a más temprana edad—.
No obstante, no podemos olvidar que los contextos sociales y la realidad de cada país, posiciona al juego en posición primordial o como elemento complementario y sustituible. En ese sentido, en América Latina, según la publicación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) El alto costo del COVID – 19 para los niños, una de las sugerencias que se propuso como prioritarias fue la de «promover el desarrollo y el aprendizaje, haciendo llegar a las familias propuestas de actividades de juego». Esto precisamente como posible respuesta para aliviar cambios, forzosos y forzados en este caso, en contextos donde la capacidad de las familias como cuidadores para dar respuesta ante contextos de inquietud, inestabilidad emocional e incluso situaciones de violencia era compleja.
Existe amplio consenso en los especialistas en educación sobre la clave del juego como elemento central en el desarrollo integral de niños y niñas. Verona Batiuk, especialista en educación de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), menciona el juego como uno de los cuatro aspectos fundamentales a los que sebe prestar atención, además del buen trato, complementariedad entre familia y comunidad y el acercamiento a la cultura. Según la experta, «el juego es la principal experiencia de aprendizaje en edades tempranas, es un motor vital del desarrollo integral infantil y es un contenido cultural primordial para los niños pequeños».
Jugar es una actividad universal, se ha jugado, se juega y se jugará a todas las edades y en cualquier rincón del planeta
Jugar es una actividad universal, se ha jugado, se juega y se jugará a todas las edades y en cualquier rincón del planeta. Jugar nos permite desarrollar la espontaneidad, aprender haciendo, estimular nuestras emociones, desarrolla las relaciones sociales. Jugar también es una actitud existencial, una manera de utilizar nuestra mente, nuestro cuerpo, donde se combinan diversos elementos, desde el lenguaje, la imaginación, el pensamiento, y que, desde el enfoque de la neurociencia, demuestra sus efectos positivos en el desarrollo cognitivo y socioemocional desde la infancia.
Por ello, la OEI —en los proyectos que trabajan directamente con la infancia— reivindica y desarrolla iniciativas con el juego como eje fundamental. En el seminario internacional desarrollado junto con la CERLALC-UNESCO los pasados 27 y 28 de abril, y en el que se reunieron expertos de más de 12 países iberoamericanos que analizaron, entre otros temas, la importancia del desarrollo socioemocional, se puso sobre la mesa la importancia del juego como elemento irrenunciable. Según Marcella Amus de la Sociedad Argentina de Primera Infancia, «el juego es el espejo de la infancia, es decir, el niño sabe que es niño porque juega». Asimismo, es un factor de salud, es un indicador clave del desarrollo, y su deprivación tiene efectos nocivos en el desarrollo.
Igualmente, se debatió la relación entre el juego y las pantallas, que como he mencionado anteriormente, han ido ganando espacio en nuestros hogares y en las escuelas. Y es que, según el estudio publicado por la OEI con el apoyo de Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid), Primera infancia en la era de la transformación digital. Una mirada iberoamericana, la tecnología es vista como una herramienta que abre nuevas formas de juego, ocio, interacción y diversión para los niños; sin embargo, para que esto suceda, es necesario que la tecnología lúdica ofrezca experiencias atractivas y divertidas adecuadas a la edad de los niños. Por ejemplo, advierte el estudio, no debe disminuir la experiencia sensorial en las primeras edades de la infancia como una prioridad, al tiempo que recalca que son los padres quienes tienen la responsabilidad de asegurar un buen uso de ella y regular hábitos.
Sí, el juego es responsabilidad de padres y madres, y también docentes, pero es un derecho de los niños que no debemos obviar ni olvidar, y por ello, es vital reivindicarlo. Si dejamos de jugar, dejaremos de crecer y estaremos renunciando a uno de los derechos clave, no ya solo para los más pequeños, si no para todos los niños y niñas que cada adulto tenemos dentro.
Ana Amor Alameda es especialista en Educación de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI)
Lo más bonito en la vida y en el recuerdo de los niños es el compartir la diversión con amigos y construir fantasías y aventuras desde la imaginación.