Hacia una sociedad de cuidados, también desde la escuela
La pedagoga Nélida Zaitegi hizo un llamamiento a cuidar de uno mismo, del otro y del entorno. © FAMILY STOCK
Del cuidado, de la ética del cuidado de Carol Gilligan, del cuidado de uno mismo, del otro y de la casa común, que es el planeta, ha hablado Nélida Zaitegi, maestra, pedagoga y ex presidenta del Consejo Escolar del Estado de Euskadi, en la segunda formación en torno a la ley de igualdad efectiva entre hombres y mujeres del Gobierno de Cantabria y su impacto en las aulas. Una ley que considera uno de los objetivos coeducativos del currículo “la incorporación de conocimientos que garanticen la asunción por parte del alumnado, con independencia de su sexo, de las responsabilidades derivadas de sus propias necesidades y de las correspondientes al cuidado de otras personas”. Y una ley, por cierto, que contempla la creación de una unidad de igualdad y coeducación dependiente de la Consejería, que, tal y como acaba de anunciar la consejera Marina Lombó, pronto estará operativa.
Las leyes posibilitan cosas. Y esta, en concreto, es una ley para avanzar hacia una sociedad más justa, igualitaria y solidaria
"Hay justicia, hay equidad, hay corresponsabilidad, hay sostenilibidad… Así lo explicaba Nélida Zaitegi, que acuñaba el término “cuidadanía” para englobar a todos los conceptos anteriores. Una cuidadanía que supone el cuidado de uno mismo, de otras personas y también del entorno, y que casa mal con el neoliberalismo, tan alejado de la justicia social.
Para avanzar hacia esta sociedad de cuidados, Zaitegi proponía incorporar nuevos paradigmas y desaprender ideas del mundo que se han quedado viejas, que ya no valen hoy, como la aspiración a tener cuanto más mejor (acumulación), ser famosos y tener poder sobre otras personas como objetivo vital.
Tras la pandemia que acabamos de vivir, apuntaba Zaitegi, “nos encontramos en un momento increíblemente bueno para repensarnos, para plantearnos si esos paradigmas siguen siendo vigentes para una buena vida, para un buen desarrollo humano”.
El nuevo paradigma, sugirió Zaitegi, debería ser la ética del cuidado, que nos humaniza: “Ya no se trata de tener éxito ni de acumular ni de tener poder. Se trata de vivir bien y de ser mejores personas en una sociedad más justa, más solidaria”.
Entre los objetivos de la Educación, Zaitegi destacó uno: la socialización, que es aprender a convivir, “y esto no es sobrevivir, sino vivir con, y hacerlo con alegría”.
“Como docentes tenemos una labor de cuidado, y aquí el primer punto es no hacer daño a la autoestima del alumnado, demostrar a cada alumno que es valioso, hacer que desarrolle las competencias necesarias para ser persona, para tener un proyecto de vida propio, de sentido, y comprometerse en la construcción de una sociedad más justa, solidaria y sostenible; a pensar cómo hacer buenas personas, ciudadanos y profesionales, a eso se le llama cuidado”
“En la escuela, en la escuela pública, tenemos que hablar de valores, y enseñar a pensar, porque si no enseñamos a pensar alguien pensará por nuestro alumnado”, manifestó Zaitegi, que animó a los docentes a plantearse: “¿En qué valores educo? ¿Qué modelo de persona, de sociedad, quiero?”.
Aquí Zaitegi se remitió a la definición de Jane Tronto: “Es una actividad característica de la especie humana que incluye todo lo que hacemos para mantener, continuar o reparar nuestro mundo, de tal manera que podamos vivir en él lo mejor posible. Este mundo incluye nuestros cuerpos, nuestras individualidades y nuestro entorno, que buscamos tejer juntos en una red compleja que sostiene la vida».
Y, parafraseando a Carol Gilligan, subrayó: “Es un antídoto para la violencia, es difícil destruir lo que hemos cuidado”.
Una cultura cuidadora es una cultura de paz, prosiguió Zaitegi, que llamó a “desgenerizar” y “generalizar” el cuidado, como una labor de toda la sociedad, porque, dijo, es una cuestión de justicia social.
Necesitamos políticas que eduquen “personas con sentido crítico, autónomas, cuidadoras y competentes”, y para ello hay que derribar los estereotipos de género, los paradigmas obsoletos y la cultura androcéntrica, que actúan como frenos. En su lugar, se deben introducir nuevos marcos mentales, y repensar las relaciones personales, y su sentido.
El alumno tiene que salir de la escuela sabiendo cuidar de sí mismo, teniendo transaciones positivas con los demás, sabiendo resolver conflictos, dialogar, escuchar, llegar a acuerdos, encontrar soluciones compartidas. Los centros educativos deberían propiciarlo; el profesorado, formarse; las familias, implicarse. Unos y otros, recordar que son modelos para los alumnos: “No importa lo que decimos, importa lo que hacemos”. Y, unos y otros, deberían poner en valor la importancia del ámbito privado, fundamental para la vida.
“Todo lo que se aprende se puede enseñar”, concluyó Zaitegi, apuntando que en todas las etapas educativas los docentes tienen, también, el papel de inculcar hábitos, actitudes y prácticas, de forma que los alumnos aprendan a cuidarse, a cuidar al de al lado. ¿Y esto cómo se logra? Poniendo la vida en el centro de todo lo que se hace en la escuela. La escuela sola no puede, necesita todas las voces, pero puede hacer su parte, día tras día. Pero, para ello, hay que partir de unos claustros y equipos directivos que se sientan cuidados, aseveró Zaitegi.