Mariola Esteban: "Denunciar a una hija o echar a un hijo de casa es muy fuerte, pero era la única manera"
Mariola Esteban Olivera es madre, trabajadora, hija y una enamorada del desarrollo personal, la psicología y la nutrición integral. Después de pasar por una situación extrema cuando sus hijos eran adolescentes, ahora lo cuenta junto a ellos en el libro No te rindas mamá, con el que pretende servir de ejemplo a otros padres que se encuentren en situaciones similares.
¿Por qué decidiste escribir un libro contando tu historia y la de tus hijos?
–Se juntaron varios motivos. Cuando salí de todo esto, desde Orientak me pidieron que ayudara a otros papás, si podían pasarme llamadas y a ver si podía contarles mi historia, darles luz, y la versión desde el lado de la madre y no de la terapeuta.
Cuando acabó todo pensé, “esto da para escribir un libro”, y cuando se lo contaba a los padres me decían “¿por qué no lo escribes?”. Y me vino por varios sitios, se lo comenté a Eva, la terapeuta, y me dijo “yo te ayudo”. Avanzado el tiempo en este proceso que ha sido nuestra recuperación, cuando me cansé de sostener la situación la que cayó fui yo, con un cuadro de gastritis, de cansancio crónico, muy triste, etc.
Y en un momento determinado, tratando de tomar decisiones, me vino que tenía que escribirlo cuatro años después.
Hay rasgos que no sabes si es adolescencia rebelde o que están habiendo otros problemas
¿Cómo notaste que la vida de tus hijos se te había ido de las manos?
–Es un proceso en el que los chavales entran en la adolescencia y como todos, con mayor o menor virulencia, empiezan a hacer cosas que no hacían de chiquitines. Creo que esto nos pasa a todas las madres, es el momento en el que se te corta el cordón umbilical con ellos. Dejas de controlar su vida para que ellos tomen decisiones. Pero hay rasgos que no sabes si es adolescencia rebelde o que están habiendo otros problemas. Hasta que todo salta hay mucho detrás y se dan muchos palos de ciego, es desesperante, hasta que buscas ayuda y das con la adecuada.
Por ejemplo mi hija desaparecía con 15 años, un día, dos días. Llega un momento que te das cuenta que eso no es normal. Gracias a dios conoces a personas que van detectando lo que te está pasando cuando ni tú lo ves, y te ponen en tu sitio.
Ahí conocí Orientak, me senté, estuve tres horas con Eva, me pegó una charla tremenda y me quitó el sentimiento de culpabilidad, que eso es muy importante. Me explicó cómo trabajaban y cómo hacían el despliegue de medios absoluto para hacer una terapia sistémica para atendernos a todos. De hecho vino un coach a vivir a casa, y ahí dije “a por todas”. Busqué de todo, psicólogos, un internado… hasta que encontré a Orientak y fue la definitiva.
¿Eres consciente de los motivos que les llevaron a comportarse de ciertas maneras?
–Tengo que decir que si te tiene que tocar, te toca. La gente tiende mucho a juzgar, y da igual el status social, que seas un matrimonio feliz, o que estés divorciada, que tengas dos hijos maravillosos y el tercero te sale rebelde, o el del medio y no entiendes por qué. Si toca, te ha tocado.
Trabajando desde dentro llevas a los niños al límite, porque con un niño que está sonriéndote todo el rato no puedes trabajar, tienes que verle estresado
¿Cómo solventasteis esa situación tan complicada? ¿Cuáles fueron los pasos en terapia?
–El despliegue fue de psicólogo, terapeuta (Eva, directora de Orientak), y Raúl como coach. Teníamos un grupo de Whatsapp activo todo el día con todos los implicados, menos los niños evidentemente. Raúl automáticamente se vino a vivir a casa, los niños no daban crédito, pero ahí empezamos a terapeutizar, a pasar test tóxicos todas las semanas. Todo desde dentro y observando. Tuvimos que desescolarizar a los dos, trámites con los que te sientes desangelada, y ellos conocían todo lo que había que hacer y con quién hablar.
Después les obligamos a ir al centro todos los días, les matriculamos en cursos de otra cosa, Gonzalo hizo uno de Diseño Gráfico y Candela uno de Violencia de Género. Trabajando desde dentro llevas a los niños al límite, porque con un niño que está sonriéndote todo el rato no puedes trabajar, tienes que verle estresado.
Cada uno fue un caso, Gonzalo fue la rebeldía de llego a la hora que me de la gana, y cuando no llegaba a tiempo ese día se le dejaba fuera y no dormía en casa. Candela era otro caso, con normas muy radicales. Llamé a un cerrajero para asegurar todas las puertas y ventanas y que no se escaparan. Estaban súper controlados, Raúl dormía en el salón para vigilar la entrada.
Tenía la tranquilidad de tener detrás un equipo trabajando a todas horas, literalmente. De jueves a domingo que eran cuando los niños salían, esos chicos no dormían, igual les mandaba un mensaje a las seis de la mañana avisando de que los niños no habían venido, y les preguntaba qué tenía que hacer.
Al final sacaron Bachillerato los dos, que yo no daba un euro por ellos
¿Qué edad tenían cuando empezó todo esto?
–Candela tenía 15 y Gonzalo 16. Los volvimos a escolarizar cuando pasó un año, en un centro con el que Orientak tiene contacto. Yo tenía las reuniones lógicas de una madre con los profesores y la directora del centro, Eva también tenía sus propias reuniones para explicar cómo iban los niños.
Al final sacaron Bachillerato los dos, que yo no daba un euro por ellos. Estuvieron bajo vigilancia. Durante un año, si querían moverse de Madrid, tenían que dar parte a la Administración Pública, es muy fuerte. Eva se encargaba de todo, y vaya liberación para una madre que ya no puede con su vida, y encima trabajaba. Además al principio me iba a México todos los meses unos días.
En el trabajo no decía nada porque no quería implicar a nadie, hasta que cuando las cosas se agravaron, Candela un día me mordió y cuando llegué con el mordisco en el brazo a una reunión, un compañero comercial me dijo de broma, “vaya fin de semana te has pasado, ¿quién te ha mordido?”, y ya estaba tan cansada que le dije: “mi hija”, y se quedaron todos alucinados. Todo muy fuerte, vomitaba todo lo que comía, se me caía el pelo, un cansancio horroroso, no tenía sentido mi vida.
A nivel educativo, ¿los profesores de tus hijos ayudaron en el proceso de recuperación?
–Tengo que decir que muchísimo. Los profesores del Colegio “Guzmán el Bueno”, donde terminaron, sí. Sabían cuál era la situación, los niños estaban mucho mejor, se portaron muy bien. Mis hijos guardan muy buenos recuerdos, sacaron todos sus estudios y, aunque les ayudaban mucho, tampoco se lo ponían fácil. No fue un Bachillerato convencional porque no estaban capacitados para ello, ahora los niños son más creativos y necesitan otro tipo de formación y Educación, pues esos son los míos.
Así que con otros métodos, mis hijos consiguieron sacar el Bachillerato. Lo hicieron todo monitorizado desde Orientak. Gonzalo por ejemplo tiene Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH) diagnosticado, y necesitaba ayuda.
Denunciar a una hija o echar a un hijo de casa, es muy fuerte. Pero era la única manera
¿Te arrepientes de algunas decisiones que debiste tomar durante el proceso?
–No, de ninguna. Todo está bien y salimos, no me puedo arrepentir de nada. Hubo que tomar las decisiones que se tomaron en aquel momento. Denunciar a una hija o echar a un hijo de casa, es muy fuerte. Pero era la única manera. Yo ahora que colaboro con Orientak, tenemos padres que dejan ahí a los niños y piensan que ya va a estar todo solucionado, y a veces hay que decirles “u os implicáis, u olvídate”. Esto es un todo. Hay que tomar decisiones, y muchas veces no quieren hacerlo. En cuanto notan una leve mejoría, dejan el proceso. Porque es muy duro, va contra nuestra naturaleza denunciar a un hijo. Pero era eso o tener que llevarle el bocadillo al Soto del Real en unos años.
Yo a Candela le decía, “te vas a destrozar la vida pero no delante de mis ojos, soy tu madre y voy a hacer todo lo que sea para sacarte de esta situación”.
Cuando denuncié a mi hija, que fue porque me había mordido, luego desapareció. Con 16 años estuvo ocho días sin que hubiera guardia civil que la encontrara. Y ya me dijeron que tenía que ir al centro de salud a denunciar y dar un parte de lesiones, porque sin ello no podían desplegarse para encontrarla. A mi hija la detuvieron, y a mi no me dejaron hablar con ella, le pusieron un abogado de oficio. Ahí tocó fondo, pero a partir de ahí todo fue hacia arriba. En cada paso hacia delante sabía que estaba más cerca de sacar de ahí a mis hijos. Gonzalo por ejemplo me reventó una puerta de una patada, y llamé a la guardia civil. Porque no quería que mi hijo viera que me temblaba el pulso.
Luego pensaba, “esto la gente lo encubre”, y realmente esto también pasa en las mejores familias. Yo no me avergonzaba de nada, porque es lo que había, y había que aceptarlo.
Cuando les echaba de casa les mandaba un mensaje diciendo “esto lo hago porque te quiero”
¿Qué os ha enseñado tanto a ti como a tus hijos esta situación?
–Muchas cosas muy bonitas. Yo cambié totalmente mi estilo de vida, mis hábitos, a todos los niveles. Nutrición, dejar de fumar y de beber alcohol, empezar a hacer ejercicio, tuve una transformación física espectacular, hice el postgrado de Nutrición y Dietética y empecé a trabajar en un multinivel de nutrición, y a crear un “plan b”.
No quería seguir trabajando como trabajaba antes. Eso me hizo empezar a meditar, trabajar en el desarrollo personal, y ahora trabajo de esto. Hago coaching nutricional y transformación radical de personas, sobre todo mujeres, que salen empoderadas. Y con mis hijos nos hemos unido tanto, ha sido tan fuerte todo, cuando tomé decisiones drásticas, las tomaba con amor.
Cuando les echaba de casa les mandaba un mensaje diciendo “esto lo hago porque te quiero”. El amor que se ha construido, mis hijos me han dicho tantas cosas bonitas, como “gracias por lo que has hecho mamá”. A mi hija le decían “deberías odiar a tu madre por denunciarte”, y ella dice que si no hubiera sido por eso, ella no estaría aquí.
¿Qué le dirías a unos padres que se encuentren en situaciones similares? ¿Recomiendas buscar esa ayuda externa?
–Sí. Primero les recomendaría que buscaran esa ayuda, para todos, que se miren a ellos porque nuestros hijos son nuestro espejo. Cada cosa que les veo que me choca o que intento corregir de ellos, digo, “qué tengo que corregir yo en mí, para ayudarles a ellos”. Eso es de valientes, el mirar dentro y reconocerse y mirar tu oscuridad. Porque de dentro a fuera está la clave, ya lo he dicho en el libro.
No sabes como mis hijos han cambiado sus hábitos. Candela dejó de fumar, se toma alguna cerveza pero ni la mitad de la mitad, se dejó el pelo largo, cambió el estilo. Gonzalo igual, cómo se fue reconstruyendo. Me di cuenta que cada cambio que hacia en mí, al tiempo lo hacían ellos. Por tanto, recomendaría a los papás que se miren a ellos mismo además de buscar ayuda profesional.
Buenos días… Tengo un sobrino de 22 años con problemas muy similares a los hijos de Mariola, por favor, me podrían dar el contacto de Mariola para que nos asesorara… estamos toda la familia muy preocupados y angustiados por la situación.. Muchísimas gracias..
Buenos días, tendría que ponerse en contacto con Plataforma Editorial, nosotros no podemos dar sus datos personales, saludos y gracias