Diana Oliver: "La maternidad te deja ver lo solos que estamos"
Diana Oliver ha publicado esta primavera su primera obra, 'Maternidades precarias', en la editorial Arpa.
Diana Oliver publicaba el pasado mes de marzo Maternidades precarias, un libro en el que se hace preguntas pertinentes y también incómodas en torno a esa experiencia transformadora que es la maternidad, sobre todo en una sociedad individualista como la nuestra y unos tiempos «de exigencia hiperproductiva y mal pagada».
Hay un término que se repite a lo largo del libro, «privilegios precarios» ¿Algunas generaciones, las que ya llevan más tiempo en el siglo XXI que el que pasaron en el XX, están condenadas a que este oxímoron les acompañe para siempre?
–Yo creo que es el signo de una generación pero también de un escalón social. Creo que nuestros padres y nuestros abuelos, provenientes de una clase media y media-baja, depositaron unas expectativas sobre nosotros y lo teníamos todo para ir a mejor. Pero nos ha llevado por delante la precarización del empleo, la subida imparable de la vivienda, varias crisis económicas y es obvio que ha sido el caldo perfecto para alimentar una precariedad estructural que ha acabado atravesándolo todo. También la maternidad, porque es muy difícil que se den las circunstancias idóneas. A lo mejor ahora lo pensamos más, pero es que podemos pensarlo más. Antes la maternidad era un destino, ahora en muchos países no lo es, y sin embargo no somos tan libres como creemos para tener hijos.
Dentro del movimiento feminista ha habido ciertas grietas en los últimos años, ¿existen cismas también a la hora de abordar las maternidades?
–Creo que siempre acabamos definiendo bandos, ya sea en la maternidad, en la crianza, en la política, pero que esto nos impide ver otras realidades. Pienso que debajo de esa dualidad impostada hay un montón de realidades que pasan totalmente desapercibidas porque no tienen voz, o altavoz, mejor dicho. La maternidad es un asunto complejo en el que caben muchísimas sensibilidades, circunstancias, expectativas… Por eso me resulta difícil hablar de dos posturas en la maternidad.
Sí soy muy crítica con los discursos imperantes en torno a la conciliación y a la maternidad, porque creo que son discursos vacíos que no ponen en el centro las necesidades reales de las madres. Si tuviera que mencionar una voz que sí está visibilizando esas necesidades de las madres con privilegios precarios diría que es la asociación PETRA Maternidades Feministas.
El feminismo se había ocupado de luchar porque la maternidad no fuera un destino universal, pero ahora ocurre justo lo contrario: mujeres que desean ser madres pero que por las circunstancias materiales y personales no pueden. Hay feministas críticas que juzgan o devalúan determinadas maternidades y prácticas maternales desde una posición privilegiada y, en muchos aspectos, caduca. La lactancia materna, siempre en el punto de mira, por ejemplo. Para una parte del feminismo la maternidad es un hándicap. Lo es también para el capitalismo. Por eso creo que es importante abrirse a discursos que cuestionen un sistema que es incompatible con la crianza. Con la maternidad. Con una vida vivible si eres madre. ¡Con la vida!
Para una parte del feminismo la maternidad es un hándicap. Lo es también para el capitalismo
"¿Por qué cree que tiene trampa la palabra mágica “conciliación”? ¿Qué otros términos considerados feministas le ponen en guardia?
–Conciliación, renuncias, techos de cristal, carreras profesionales… Son palabras que encajan en perfiles muy privilegiados. ¿Qué ocurre cuando no tienes una carrera profesional? ¿O cuando solo piensas en sobrevivir laboralmente con un sueldo que no da? ¿O cuando se va un sueldo íntegro en la vivienda? ¿O cuándo se ponen los niños malos y no tienes cómo poder atenderlos si no van al colegio? ¿Qué ocurre con el verano, las navidades, los días sin cole cuando no tienes ni un contrato laboral o cuando tienes un empleo precario?
La conciliación no existe porque es imposible hacer dos cosas a la vez. O estás trabajando o estás cuidando. Creo que el problema está en centrar todos los discursos en torno a la conciliación, a medidas maquillaje que luego no sirven de mucho. Creo que hay que repensar esto, y creo que hay que poner en el centro la precariedad, que es nuestro verdadero problema, y no esa mentira del equilibrio perfecto al que podemos llegar si ajustamos todo bien. Parece que todas tenemos trabajos apasionantes, techos de cristal que poder romper, carreras profesionales, y no. Hay trabajos alienantes, mal pagados, con condiciones horribles. Si no ponemos el foco en esto todo lo demás es humo.
La conciliación no existe porque es imposible hacer dos cosas a la vez. O estás trabajando o estás cuidando
"¿Se ha planteado en ocasiones dejar de trabajar de lo suyo?
–Me lo sigo planteando cada día. Ser autónoma es muy sacrificado. Ser autónoma tiene la parte positiva de la flexibilidad cuando no tienes que estar presencialmente en un lugar (una tienda, por ejemplo), y esto te permite estar con tus hijos, recogerles, pero tiene una cara B que es la incertidumbre y la precariedad; clientes que no te pagan, que se caen, trabajo que no puedes sacar porque estás cuidando, no tener vacaciones, ni derecho a ponerte mala. Si no trabajas, no cobras.
Tengo un trabajo que aparentemente viste con ropas bonitas pero la realidad es que, como el emperador, va desnudo. Nos creímos aquello de que si estudiábamos conseguiríamos un trabajo mejor. Y más allá: han logrado que creamos que el trabajo es casi como un hobby. Tampoco creo que sea justo pensar que yo por haber estudiado, pese al esfuerzo que supuso hacerlo (trabajando al mismo tiempo desde el primer curso en un montón de empleos precarios), merezca un sueldo mayor que una persona que se dedica al cuidado o a la limpieza o a la hostelería. Creo que todas las personas merecen un trabajo con unas condiciones dignas.
¿Es en ocasiones la maternidad una apisonadora de aspiraciones y expectativas?
–Creo que es una apisonadora muy potente porque es capaz de aplastar todo lo que habías pensado que sería. No hay mejor madre que la que no lo es.
¿Por qué se nos van cayendo las redes? ¿Por qué nos cuesta tanto pedir ayuda a los demás?
–Creo que es la consecuencia lógica de la forma en la que nos relacionamos y vivimos: corriendo, sin tiempo, en hogares privadísimos. Parte del problema es la crianza solitaria, la falta de esa tribu de la que hablaba Carolina del Olmo en ¿Dónde está mi tribu? Vivimos cada vez más solos, de puertas para adentro. Hemos perdido las relaciones vecinales, incluso familiares: con la familia lejos, o muchas veces sin poder ayudar por su propia precariedad.
Nos cuesta ayudar porque muchas veces no sabemos ni cómo y al mismo tiempo nos cuesta que nos ayuden porque creemos que siempre podemos, que debemos ocuparnos “de lo nuestro”. Creo que hemos perdido el sentir comunitario y sin esto estamos más solos que nunca.
¿Qué opina del ‘caso niñera’ y de cómo se ha abordado mediáticamente?
–Esto está muy relacionado con esa falta de red y el individualismo: tus hijos, tus problemas. Además, la maternidad se ve como algo menor, algo que siempre se ha hecho hasta en los contextos más imposibles, y seguimos asumiendo que hay que aceptar sus dificultades. Pero si perdemos el derecho a la queja, ¿qué nos queda? Creo que pensamos muy a menudo que no podemos quejarnos, que no podemos mostrar nuestra vulnerabilidad, nuestros problemas, porque siempre hay alguien peor y esto nos inmoviliza. Hacer visibles las dificultades, que son otras muy distintas a las que pudieron vivir nuestras madres, nuestras abuelas, es fundamental para poder cambiar las cosas.
Hacer visibles las dificultades, que son otras muy distintas a las que pudieron vivir nuestras madres, nuestras abuelas, es fundamental para poder cambiar las cosas
"¿Nunca había sentido tan nítido ese ‘Sálvese quien pueda’, ese individualismo atroz, como cuando ha sido madre?
–En mi caso sí que he vivido experiencias muy difíciles que me han hecho sentir la soledad aplastante, pero creo que nunca tanto como ahora que tengo dos hijos. Creo que la maternidad te deja ver las grietas del sistema, el individualismo que lo empapa todo. Lo solos que estamos.
¿Qué pretendía con el libro? ¿Siente que lo ha conseguido?
–La idea era poder reflexionar sobre nuestras maternidades desde una perspectiva distinta a la imperante. Sumar. Seguir abriendo conversaciones en torno a la experiencia más universal porque, junto con la muerte, es la experiencia que nos atraviesa a todos. No sé si puedo decir que lo he conseguido, pero me he sentido muy acompañada por otras mujeres que se han visto en mis palabras, por quienes me han escrito para hablarme de sus propias vivencias.
¿Qué tal va su tic en el ojo? ¿Ayuda que sus hijos sean un poco más mayores y vayan al colegio, frente a ese tiempo en que ustedes trabajaban en casa con los niños pequeños también en casa?
–Desapareció al entregar el manuscrito (jajaja). Fue algo real. La escritura fue tan difícil que jamás pensé que llegaría al final. Lo viví con mucha angustia y mucha soledad. Y no sé ni cómo fue posible hacerlo. Mis hijos son aún muy pequeños y tienen las demandas y necesidades propias de la edad y aunque es cierto que el colegio nos da algunas horas hay un montón de tareas de cuidado y hogar que a veces parecen inabarcables. En casa estamos los dos muy cansados. Creo que somos un buen equipo, pero ni a cuatro manos nos libramos de los malvivires de la crianza: el sentir que no llegas, la culpa, el agotamiento físico y mental, la sensación de hacer todo a medias… Lo del equipo con mi pareja es otro privilegio precario.
¿Cree que “no perseguir una vida feliz es lo más provocador que uno puede hacer”?
–Sin duda es algo sobre lo que reflexionar. Nos han bombardeado tanto con mensajes Mister Wonderful que parece que si no eres feliz todo el tiempo algo falla en ti. Quizás que no lo hayas intentado lo suficiente, por ejemplo.
Nos han bombardeado tanto con mensajes Mister Wonderful que parece que si no eres feliz todo el tiempo algo falla en ti. Quizás no lo hayas intentando lo suficiente, por ejemplo
"¿Cómo se llevan las maternidades precarias en verano?
–Pues se llevan regular, porque me muero por estar con mis hijos de vacaciones pero este año solo nos hemos podido permitir parar relativamente una semana. ¡Y dando gracias por el privilegio! Así que la sensación es de no poder parar, de no poder desconectar y con la culpa a cuestas por no poder hacer lo que necesitamos. Y necesitan.
¿Podría haber segunda parte del libro? ¿En qué está ahora?
–Ojalá. La verdad es que fue tan traumático poner el punto y final a Maternidades precarias, fue tan desgastante y tan duro que creo que necesitaré un tiempo para recuperarme. Ahora sigo manteniendo mis colaboraciones y trabajos como periodista freelance e intentando trabajar en un pequeño ensayo sobre cuidados para un proyecto que une arte y ciudadanía que será presentado a finales de año.