El 80% de los adolescentes no hace el ejercicio mínimo recomendado
El 80% de los niños de entre 11 y 17 años no hace el ejercicio mínimo recomendado, según un estudio de la OMS. Es un dato que preocupa a familias y educadores que insta a que el problema debe empezar a corregirse desde edades muy tempranas para ayudar a crecer a los menores en unos hábitos que les proporcionen buena salud, tanto física como mental. En este sentido, Ares González, maestro y autor del libro Educar sin GPS, recuerda que podemos ayudar a crear esos hábitos saludables tomando como punto de partida un momento clave del año: la vuelta al cole.
Este tutor de Educación Infantil y experto en emociones tiene claro que el movimiento y el ejercicio en general van a ayudar al niño a regular el estrés y a sentirse mejor. Partiendo de esa base, nos ayuda a comprender mejor en qué etapas de su desarrollo tenemos que motivarlos para que por sí mismos adopten un estilo de vida saludable que les haga más felices.
- Hasta los 6 años: actividad física a través del juego. Es el momento de que permitamos que jueguen, corran y se muevan, siempre que sea posible al aire libre, y a hacer este tipo de actividades de manera diaria. En estas edades tan tempranas se prioriza la actividad física a través del juego por encima de la actividad deportiva como tal, exceptuando la natación, que por razones de seguridad, es recomendable que todos los niños aprendan a nadar.
- Entre 6 y 7 años: empezar con el deporte. Llegada esta edad, los niños ya son capaces de comprender las normas del deporte y, lo que es más importante, tienen la capacidad de seguirlas. En este momento podemos empezar a probar diferentes deportes, escuchando los intereses del niño, para que pueda aprender, divertirse y elegir las disciplinas que más le gusten. Debemos dejar que exploren lo que más les gusta y que encuentren la ilusión de hacer algo que les divierte para que en un futuro no pierdan la motivación ante la práctica deportiva y relacionen el deporte con emociones positivas. Buscamos la alegría para crear el hábito.
- A partir de los 8 años: reforzar el hábito. Ahora que ya saben qué deporte les gusta, hay que fomentar que lo sigan practicando: bien apuntándolos a un equipo o facilitando que esa práctica forme parte de su día a día.
«Cuando vivimos el deporte desde la alegría y la humildad es cuando estamos nutriendo a los niños de todos sus componentes positivos y muchas veces somos los adultos quienes, pensando en animarles, nos dejamos llevar por la competitividad«, advierte González. Por este motivo, cuando se plantea lo que sucede con los típicos padres de la grada
de fútbol, nos sugiere algunos ejercicios para cambiar esas dinámicas por otras más positivas.
«Lo fundamental es hacer comunidad: es bueno que los padres nos impliquemos en la práctica deportiva de nuestros hijos, pero no lo hagamos solo en el entorno de la competición; hay que buscar otros momentos, como los entrenamientos, o montar comidas y fiestas de equipo, donde conocer a los hijos de los demás, para que ellos también sean tus hijos y, a la hora de animar en un partido, será más fácil que dejemos de centrarnos solo en los nuestros».
Por supuesto, asegura, «hay que parar y respirar antes de alzar la voz por una situación que nos parezca injusta, así como aplaudir también los logros del equipo rival». Ante los triunfos o los fracasos, Ares González nos recomienda «pensar en cómo los afronta Rafa Nadal, aprendiendo con humildad tanto de las derrotas como de los éxitos».
Según el formador, los deportes de equipo también son una forma fantástica de establecer un hábito de vida activa que les ayuda a socializar: «Los beneficios fundamentales de este tipo de deportes, además de su componente de fortalecer su salud física, es que les ayudan a desarrollar sus habilidades sociales, a regular sus emociones y también mejoran el aprendizaje».
Un dato muy importante es que, al practicar deportes en equipo, de manera inconsciente el niño desarrolla la capacidad de resolver problemas muy rápido, según suceden los acontecimientos, y es una capacidad que luego va a tener en su vida diaria. «Por ejemplo, cuando nuestro hijo va a un colegio nuevo, si le apuntamos al equipo de su deporte favorito, le va a facilitar hacer amigos en un entorno en el que se siente seguro y disfruta, pero si le apuntamos a actividades nuevas, podemos incrementar su estrés», explica González.
Para que se potencien todos estos valores positivos, los padres deben vigilar que sean actividades que estén bien gestionadas y que premien el espíritu deportivo, el respeto y, sobre todo, «pasar un buen rato, frente a la competitividad y los resultados», concluye.