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El 'Profesor Hidra' y la Lomloe

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Con perdón, y no me hagan mucho caso por favor, ya que quizás sean las cosas propias del inicio del nuevo curso escolar, pero lo cierto es que no sé qué me produce mayor hilaridad, si leer las memorias de Groucho Marx o los borradores de los currículos dados a conocer por la Consejería de Educación en el pasado período vacacional. Ambas tareas me generan un importante número de sonrisas, aunque no es así con el estado de ánimo que dejan a su paso. En el caso del humorista, salta a la vista que sus escritos están destinados a satisfacer el íntimo deseo de divertirse con el absurdo de la vida, mientras que la batería curricular de la administración tiene por única finalidad la de certificar que la vida, sobre todo la del docente, es una vida entregada íntegramente al absurdo. Y no es porque el profesor considere que su labor sobre la tarima –si es que todavía queda alguna– sea la de un trapecista sin red, aunque, visto lo visto, tampoco está muy alejada de la realidad esta imagen circense. En definitiva, el docente en la actualidad es un ser que parece salido directamente de la mitología griega, puesto que ha de estar dotado de varias cabezas para intentar alcanzar la multiplicidad de tareas o funciones a las que debe atender. En fin, una especie de hidra educativa.

Así, pues, el “Profesor Hidra” –¡qué cosas nos trae la Nueva Pedagogía!– es el desafío que se le presenta al profesional de la enseñanza hoy en día. Un ser potenciado, como los héroes del mundo Marvel aunque menos, con una serie de supuestos poderes que le hacen diferente al resto de los mortales. En su caso, estos poderes vendrían a ser las variadas testas que habrían de observar simultáneamente la realidad del aula, la primera cuajada de las inteligencias múltiples de un Howard Gardner, una segunda gobernada por la inteligencia social de un Daniel Goleman, la tercera entregada a la educación emocional… y así hasta siete, todas ellas imprescindibles y necesarias para comprender y asimilar las competencias clave, las competencias específicas y los descriptores que las explican y desarrollan. Un monstruo de la burocracia institucional, amén de un excéntrico virtuoso de las programaciones didácticas. Esta es la pretensión de las autoridades del ramo, tanto las nacionales como las autonómicas, que, ni cortas ni perezosas, han decidido que este engendro mitológico, mitad humano mitad leviatán, nade entre las procelosas aguas de una ley y la que la sustituye, que, por cierto, son diametralmente opuestas entre sí.

El “Profesor Hidra” –¡qué cosas nos trae la Nueva Pedagogía!– es el desafío que se le presenta al profesional de la enseñanza hoy en día. Un ser potenciado, como los héroes del mundo Marvel aunque menos, con una serie de supuestos poderes que le hacen diferente al resto de los mortales

Para más inri, los pedagogos de salón o, por mejor decir, los chiripitifláuticos de la educación, en una expresión que ya ha hecho escuela en el medio, juran y perjuran que la nueva ley, la “ley Celáa”, cambiará de arriba a abajo la tarea de enseñar en España, acercándola a los países punteros del norte de Europa. Desde luego, en algo llevan razón, y es que la educación está en manos de unos auténticos dicharacheros, los titiriteros de la pedagogía. Estos particulares señores del circo educativo huyen de la racionalidad y del sentido común como, en otro tiempo, ya lo hicieran los arbitristas del absolutismo monárquico.

En la RAE, un arbitrista es un individuo que propone soluciones quiméricas, absurdas hasta el delirio y del todo ajenas al buen sentido de las cosas. Tal es así que los profesores están en un duro trance, propiciado por este arbitrismo pedagógico de última hora, puesto que los elementos básicos del currículo, las famosas competencias, han sido alteradas de un curso para otro, injertando unas en otras, además de devaluar el registro semántico de casi todas ellas. Ni tiempo ni mucho menos reposo, como ha demandado expresamente la ministra Alegría, le dan a los que ejercen el magisterio para hacerse con la nomenclatura que exige el desarrollo de la nueva concepción educativa.

En resumen, de la disyuntiva de un principio, de aquel improvisado dilema entre Groucho Marx y los diseños curriculares de la LOMLOE, hasta el argumento sobra. La sonrisa que espontáneamente brota de la lectura de las memorias del genial actor se torna en mueca desquiciada ante el acecho de los borradores de las autoridades. Y, a todo esto, las programaciones departamentales han de estar disponibles en un tiempo récord, para ayer mismo como se suele decir, cuando ni la propia administración ha cumplido con los plazos preceptivos para publicar de manera oficial los currículos de las materias a cursar. Lo dicho, los profesores son seres que habitan otra realidad, una inventada por los arbitristas de la pedagogía para poner a prueba su paciencia.

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Comentarios

  1. Jesús
    12 de septiembre de 2022 08:52

    La Lomloe o más de lo mismo. Palabras bonitas, deseos loables e intenciones que bordean la desconocida realidad del día a día.
    Claustros pedagógicos, capacitaciones subvencionadas, cursos gratuitos… todo para rellenar una nueva programación que acabará en el cajón de siempre. Porque los maestros tienen pocas cosas claras, pero son fieles a esos principios que algunos ya han olvidado: orden, laboriosidad, generosidad y sentido común.