José Antonio Luengo: "Prevenir el suicidio en los centros supone abordar seriamente el sufrimiento psicológico de las personas"
La Comunidad de Madrid acaba de presentar su Protocolo de Prevención del riesgo de conducta suicida y autolesiones del alumnado. Hablamos, en la víspera del Día Mundial para la Prevención del Suicidio, con José Antonio Luengo, psicólogo en la Unidad de Convivencia de la Comunidad de Madrid y decano del Colegio de la Psicología de Madrid.
¿Qué diferencia este protocolo de otros que han publicado otras consejerías de Educación en los últimos años?
–Este protocolo crece a partir de la experiencia en este ámbito de prevención ya desarrollada desde hace tres años, en los que hemos asesorado a los centros que nos lo pedían en el desarrollo de planes de protección y cuidado de chicos y chicas en riesgo por estar viviendo trastornos que les podían llevar a ejecutar violencia autoinfligida.
Hace tres años elaboramos ya una propuesta que se ha ido adaptando cada tres meses en base a la experiencia diaria, al asesoramiento a familias, alumnos, a la coordinación con servicios externos, a nuestra asistencia a los centros, a lo que se nos traslada desde ellos, a lo que vemos que funciona.
Además, ha pasado el filtro de equipos directivos, departamentos de orientación, asociaciones de directores… Diría que es un documento hecho por docentes para docentes, con terminología y prácticas que le son propias, en un tema tan singular como son las conductas autolesivas y la ideación suicida.
¿Es un protocolo para el orientador o no solo?
–Este es un asunto muy complejo que concierte a toda la comunidad educativa y el papel del equipo directivo es crucial. No es un contenido exclusivo para determinados profesionales.
El equipo directivo debe elaborar un plan y no se debe hacer nunca nada si no lo dice el equipo directivo, con un expediente único que ha de ser custodiado, siempre cumpliendo con todos los criterios de privacidad y respeto de los derechos fundamentales. No puede ser como antes, que en ocasiones todo estaba en el despacho del orientador y si se iba no había un registro.
Son situaciones muy graves y el tutor y el equipo directivo deben manejar toda la información. Además, se debe actuar a tres niveles: lo que se puede hacer desde el centro, acompañando al chico mientras está allí; el marco de colaboración e información con la familia, y los servicios externos especializados, las personas que están atendiendo al chico (si la familia autoriza esta colaboración). Nosotros no trabajamos solo mientras dura la escolaridad obligatoria, trabajamos también con chicos de Bachillerato, de FP o incluso de centros de personas adultas, cuando ya son mayores de edad, basándonos en la idea de que esto debe tener una continuidad.
Ustedes empiezan a trabajar en prevención del acoso escolar, ¿llega un momento en que las llamadas para pedir asesoramiento son más por conductas autolesivas e ideación suicida?
–Sí, en 2016 se crea en la Subdirección General de Inspección Educativa el equipo de apoyo contra el acoso escolar, al que me incorporo junto a un inspector. Pero a partir de 2018 se nos empieza a demandar como unidad desde los servicios de inspección acudir a centros en situaciones de emergencia derivadas de esta problemática
Entre mis obligaciones figuraba la atención a las necesidades en situaciones en principio muy extraordinarias, como cuando un chico o chica se ha quitado la vida o lo han intentado y vuelven al centro. Observamos que esta demanda crece, y este asesoramiento se consolida. Por eso este curso se crea un equipo específico de apoyo socioemocional, mientras sigue en funcionamiento el equipo de prevención del acoso escolar.
¿Suele haber relación entre acoso escolar e ideación suicida?
–Puede haberla, pero menos de lo que se piensa. Este curso 2022-23 podremos comparar los datos. Hasta ahora no podíamos, porque si el protocolo contra el acoso era obligado, la atención socioemocional en situaciones de riesgo era todavía a demanda. El incremento de estas situaciones excepcionales es muy notable, pues de unas 20, 25 o 50 que podía haber al principio, en el curso 2017-18, se ha pasado a en torno a 250 actuaciones en centros, que han llegado a trabajar con cerca de 700 situaciones de riesgo.
De unas 20, 25 o 50 situaciones que podía haber en el curso 2017-18 se ha pasado a 700 centros con planes de acompañamiento el curso pasado
"¿Supuso la pandemia un punto de inflexión?
–Sí, en su día ya trasmitimos nuestra preocupación a los responsables, les dijimos que lo íbamos a pasar mal porque los chicos lo estaban pasando muy mal. Es entonces cuando elaboramos un documento sobre cómo los centros deben definir los planes de detección y prevención de los desajustes emocionales, con ideas y actividades más de prevención, no tanto de intervención en situaciones concretas.
¿Complica o facilita la vida de los centros este protocolo?
–Los mensajes que nos están llegando son de agradecimiento, también por el asesoramiento en estos cursos, en que nos llamaba un centro y hoy o mañana estábamos allí. Además, prácticamente se ha duplicado el equipo, de tres personas vamos a pasar a estar cinco profesionales, cuatro con perfil de psicólogo y uno de pedagogo. Las herramientas telemáticas en ocasiones nos permiten ganar tiempo, pero a mí me sigue gustando ir allí, a la sala de profesores.
¿Hay alguna norma de oro al abordar estas situaciones excepcionales?
–Depende mucho de la peculiaridad de cada caso. No es lo mismo el chico que se ha tomado ocho paracetamoles que el que ha recurrido a medicamentos psiquiátricos, no es igual que se te haya pasado por la cabeza a que lo hayas planificado, que haya sido un día o que lleves así seis meses…
Cuando la situación es conocida, cuando un chico se ha tirado por la ventana y vuelve tras tres meses en el hospital no abordarla sería irresponsable. Cuando se conoce la conducta, se impone la transparencia, se debe hablar del sufrimiento que lleva a las personas a pensar en hacerse daño con conductas autolesivas o suicidas, hablar del fenómeno, no de conductas concretas, entreverando claves de prevención y evitando los estigmas, la segregación y la humillación.
Tan importante como el qué hablar es cómo hacerlo. Debe ser más un debate, un diálogo, no una clase en la que un adulto cuenta lo que sabe y los demás escuchan, es algo más abierto, es permitir que los profesores y los chicos hablen de sus cosas, abran sus mentes y su corazón, es usar lo que ha pasado para prevenir porque a todos se nos puede pasar algo alguna vez por la cabeza, es animar a pedir ayuda ante situaciones traumáticas, es manifestar cuándo valoras lo que alguien está sufriendo y mostrarle que estás a su lado, es no juzgar… Cuando se hace así, con escucha empática, los chicos lo agradecen. Si no se hace así, si se hacen manifestaciones que una persona puede interpretar como un castigo o lección hay un riesgo, y es que tengan miedo a contar, que dejen de hablar, de comunicarse, de liberar tensiones y problemas emocionales…
¿Cómo actuar si ha ocurrido algo pero no ha trascendido?
–Se debe evaluar cada situación, si el chico o la chica quieren hablar con sus compañeros, si la familia prefiere mantenerlo en privado… Si va a haber algún impacto en el centro, lo mejor es hablar. Hablar puede prevenir conductas suicidas o autolesivas de chicos que están experimentando sufrimiento psicológico.
¿Cuál es el mejor momento o espacio para hablar?
–Los planes de acción tutorial deben poner encima de la mesa el debate sobre el sufrimiento psicológico, no solo abordar las emociones, sino qué ocurre cuando sentimos tristeza, dolor, qué hacemos, si consultamos en internet… Prevenir la conducta suicida no es llegar a clase y decir: “Vamos a hablar del suicidio”, y siempre ha de hacerse adaptándose a la edad de los alumnos, secuenciándolo, porque, aunque estamos viendo cada vez más situaciones de autolesiones o ideación suicida en 5º o 6º de Primaria, es distinto hablar con niños de estas edades que con otros de 1º o 3º de ESO. En 5º y 6ª, por ejemplo, podemos hablar de alegría, tristeza, de que a veces lloramos por la noche, de sufrimiento psicológico, de cómo afrontar situaciones de duelo… La etapa clave es la preadolescencia y la adolescencia, cuando aparece el pensamiento abstracto y se empieza a sufrir más al constatar las consecuencias de los actos, la trascendencia de determinadas situaciones en tu vida.
Prevenir la conducta suicida no es llegar a clase y decir: "Vamos a hablar del suicidio
"-¿Cree que es necesaria una asignatura de Educación psicológica en la escuela?
–Más que una asignatura creo que hay que sensibilizar a las administraciones de que la vulnerabilidad de los adolescentes en el terreno emocional y psicológico, que siempre ha estado ahí, va a más, y que es necesario ajustar tiempos, procedimientos y espacios, porque esto ha llegado para quedarse. No se trata de que los centros se pasen el día en sesiones grupales y de que se olvide el resto, pero los planes de acción tutorial se han de fortalecer en estatus y en tiempo para trabajar en ellos con los alumnos individualmente y en grupo.
Además, se debe incidir en la formación y asesoramiento del profesorado en este ámbito. Ya se está haciendo; por ejemplo, desde el Colegio de Psicología de Madrid en colaboración con la Consejería de Educación hemos dado cursos MOC sobre los desajustes emocionales de los adolescentes, pero seguir insistiendo.
Los centros educativos somos también guardadores legales del alumnado siete horas a la semana 180 días al año, y responsables de cuidar a esas personas en un sentido amplio, no solo de transferirles información. Si hace 10 años empezamos a hablar de la necesidad de convivencia, del modelo de alumnos ayudantes, de programas de mediación, ahora el abordaje socioemocional es una tarea imprescindible más.
Los centros educativos somos también guardadores legales de los chicos siete horas a la semana 180 días al año, y responsables de cuidar a esas personas en un sentido amplio, no solo de transferirles información
"¿Cree que todos los centros deberían contar con un psicólogo educativo? A algunos parece que no les conviene porque las clínicas privadas se vaciarían…
–Cuando se reclama esta figura no es para hacer psicología clínica, sino prevención e intervención temprana: apoyo, acompañamiento, asesoramiento profesional… Podría ser interesante esta figura del psicólogo educativo en paralelo a la figura del orientador, pero esto es algo que depende de la regulación estatal, de los decretos de especialidades, y en la actualidad está habilitada la figura del orientador, no del psicólogo. En el futuro podría ser interesante ir en esa línea, para que personas que conozcan las escuelas puedan prevenir, encargarse de los planes, atender, acompañar personal y psicológicamente a los alumnos, sin suplir otras figuras ya existentes.