Lomloe: Que todo cambie para que todo siga igual
Comienza un nuevo curso complicado para las familias y el profesorado. Una nueva ley educativa está en marcha (para los cursos impares) y esto siempre genera incertidumbre, pero en este caso la cuestión va más allá. Asistimos a la octava ley educativa en democracia, surgida por voluntad ideológica y por revanchismo en medio de una pandemia.
La ministra que la elaboró ahora es embajadora ante la Santa Sede y ni siquiera el secretario de Estado que participó en su gestación sigue en su cargo. En su lugar, una nueva ministra (que además ahora también es portavoz del PSOE) está al frente de esta reforma.
Pero eso da igual, la ley ya está, no en manos de las administraciones autonómicas (siete de ellas al comienzo de curso aún no habían publicado sus currículos) sino de los centros, de los profesores, que serán quienes tendrán que introducir en sus clases la enseñanza por competencias y otras novedades de la nueva ley. ¿Qué puede salir mal? Pero esto no impide que España siga siendo el país con más abandono educativo temprano (después de Rumanía), con una brecha social creciente en las aulas, con problemas de disciplina notables, con una pésima salud mental entre su población escolar, etc).
Entre tanto, nuestros políticos discuten acerca de los calendarios escolares (más meses en las aulas, menos en casa); sobre la posibilidad de estudiar en castellano en Cataluña (o en español, inglés y otras lenguas, que sería lo deseable); sobre si debemos enseñar conocimientos o competencias; etc.
En fin, a los docentes y familias les aburre ya todo esto y solo piensan en la idea de impartir unas clases lo mejor posible en medio de este clima de confusión, con problemas de adaptación a una nueva ley que ni entienden ni comparten.
Y ello ante un comienzo de curso y un otoño que se avecina complicado también en el ámbito personal y familiar, con unos precios en crecimiento constante, dudas acerca de la energía con la que nos vamos a calentar en invierno, etc.
En definitiva, todo nuestro apoyo a esos profesores que de verdad quieren enseñar, a esos alumnos dispuestos a aprender y a convivir, sin acosos ni violencias de ningún tipo, al contrario, con un deseo de ayudar a los demás y de dejarse ayudar. Por eso, desde aquí hacemos un llamamiento a mejorar todos un poco en nuestra tarea diaria para que todo el conjunto avance también. Familias, alumnos y profesores. Y que los políticos estorben lo menos posible o, vamos a ser más optimistas, que no hagan nada que perjudique al conjunto de la ciudadanía.