Otra oportunidad
Parece que ya cada curso escolar supondrá nuevos desafíos y retos para los docentes, el alumnado y miembros de la Comunidad Educativa. Variados y múltiples podrán ser los factores que generen entornos VUCA (volátiles, inciertos, complejos y ambiguos), donde las certezas y la estabilidad no tengan una presencia relevante, y éstas tengan que venir de una educación ajustada a las necesidades del futuro.
Siempre he considerado, y más aún ante realidades complejas como las que vivimos, que el docente debe impregnarse constantemente de dosis ilimitadas de entusiasmo y optimismo, como señala Fernando Savater, con pesimismo solo se puede escribir contra la educación, pero el optimismo es necesario para ejercerla. Podemos permanecer reclamando constantemente un pacto por la educación que no llega, contar una a una todas las leyes educativas que se han promulgado en los últimos años de democracia, y lamentarnos de los resultados, cuanto menos, mediocres, de nuestro alumnado en las evaluaciones externas, aludir constantemente a la falta de equidad, mientras articulamos discursos teóricos cargados de ideología, pero con pocas ideas, evidencias y propuestas. Pero cuando somos corresponsables de la construcción del futuro de las nuevas generaciones solo cabe creer firmemente en la posibilidad de contribuir a un mundo mejor, que en mayor o menor medida estamos edificando cada día. Hay dos tipos de personas, quienes solo ven problemas antes las oportunidades, y quienes ven oportunidades ante cualquier problema, no nos cabe otra que ser de la segunda opción, y quienes su actitud le lleve a la primera, absténgase de continuar leyendo.
Iniciamos un curso con la aplicación con carácter diferido, a lo largo de los dos próximos años, de un nuevo marco curricular LOMLOE, y sin entrar en discusiones teleológicas sobre aspectos controvertidos vinculados con la evaluación, promoción y titulación, así como con sus contenidos de mayor o menor carácter ideológico, creo a mi entender que se nos presenta una gran oportunidad en el diseño por parte de las Administraciones Educativas y de los centros educativos de los nuevos currículos, como oportunidad para la innovación, la calidad y la mejora.
Dicha oportunidad que no deberíamos desaprovechar una vez más, pivota sobre varios aspectos esenciales para un trabajo competencial, cambios metodológicos necesarios para dotar de la excelencia que el sistema educativo necesita, demanda y en justicia social debe ofrecer
Dicha oportunidad que no deberíamos desaprovechar una vez más, pivota sobre varios aspectos esenciales para un trabajo competencial, cambios metodológicos necesarios para dotar de la excelencia que el sistema educativo necesita, demanda y en justicia social debe ofrecer. No perseguimos alumnos excelentes, pero sí que la respuesta educativa que reciban, lo sea.
Estos aspectos serían:
1.- El marco curricular LOMLOE establece el perfil de salida del alumnado al finalizar su etapa básica, y supone, delimitar los aprendizajes competenciales imprescindibles que deben ser el referente de toda práctica educativa, algo novedoso, los referentes dejan de ser los criterios de evaluación, y pasan a ser los descriptores operativos en términos de competencias, fundamentando el resto de decisiones curriculares, estratégicas y metodológicas. La arquitectura curricular es coherente y pone el énfasis en el desarrollo de las competencias clave.
2.- El perfil de salida al finalizar la etapa básica, y el perfil intermedio de educación primaria, son el referente final al alcanzar en ambas etapas educativas, y como se dice en el propio texto de la Ley Orgánica, se persigue un doble objetivo de formación personal y de socialización, integrado de forma equilibrada todas las dimensiones. Debe procurar al alumnado los conocimientos y competencias indispensables para su desarrollo personal, para resolver situaciones y problemas de los distintos ámbitos de la vida, crear nuevas oportunidades de mejora, así como para desarrollar su socialización, lograr la continuidad de su itinerario formativo e insertarse activamente en la sociedad en la que vivirán y en cuidado del entorno natural del planeta. pero hasta llegar ahí, las distintas administraciones y los centros educativos tienen hasta un margen entre el 40% y el 50% que les permite enriquecerlo, adaptarlo, contextualizarlo, y dotarle de más contenidos y saberes.
3.- Los cambios en los proyectos educativos de los centros deben dirigirse hacia la mejora, entendida como el avance en los resultados académicos del alumnado, partiendo de su realidad, y planteando el modelo de alumnado que se quiere alcanzar a través de objetivos propios más reales, abandonándose así documentos poco prácticos, extensos e inviable en la mayoría de los casos. Una oportunidad para su redefinición, simplificación y orientación hacia planes estratégicos. Más importante que saber de donde venimos, es saber hacia dónde queremos ir.
4.- Considerar el diseño curricular inherente a su desarrollo, focalizándose en la elaboración de situaciones de aprendizaje, supone un viraje hacia el aprendizaje como objeto final de la práctica docente y de los procesos que se desarrollan en el aula. Redefinir las programaciones a partir del conjunto de situaciones de aprendizaje no supone en este caso, un cambio terminológico sin más, aunque haya gran similitud de elementos con las unidades didácticas, sino que traslada lo esencial a lo que ocurre en el aula, y lo esencial no son los métodos de enseñanzas, sino los aprendizajes que queremos nuestro alumnado alcance. Para ello, los modelos de programación deben ser más abiertos, y centrado en el aprendizaje activo, exigiendo un replanteamiento metodológico, fundamental y tan necesario.
5.- Una oportunidad para potenciar la autonomía de los centros y no quedarse tan solo en cambios estructurales, visibles en la ordenación curricular, en la oferta educativa o en la configuración de las enseñanzas. Todo cambio normativo siempre lleva asociado cambios estructurales con mayor o menor acierto. Se nos brinda ahora una oportunidad de no quedarnos tan solo en la reestructuración, sino llegar a la “reculturalización” (M. Fullan, 2002), es decir, un cambio de cultura en lo relativo a la función docente (más profesionalización, menos burocracia, más liderazgo pedagógico…), a la organización de los centros y su autonomía (toma de decisiones organizativas, curriculares y pedagógica) y fundamentalmente al diseño y desarrollo del currículum basado en un paradigma competencial, simple, práctico y realista.
No es fácil la tarea que tenemos por delante, pero en medio de la dificultad reside la oportunidad. Aprovechémosla.
* Manuel Jesús Sánchez Hermosilla es inspector de Educación