Paul LeBlanc: “En lugar de que el alumno se amolde a todos los modelos, lo lógico sería crear un universo que se adapte al alumno”
Paul Leblanc es autor de 'Students first' y 'Broken: how our social systems are failing us and how we can fix them'. © JORGE ZORRILLA
Paul LeBlanc tiene el objetivo de enseñar a los alumnos y preocuparse por sus diversas situaciones. El rector de la Universidad del Sur de New Hampshire (EEUU) –recientemente nombrado doctor honoris causa por la Universidad Camilo José Cela de Madrid– vela por un modelo educativo basado en competencias, donde encajen todos los estudiantes. “No dejamos que los alumnos pasen de curso con una calificación de suficiente”, explica. Añade que aquellas empresas que contraten a los estudiantes de su Universidad tendrán la certeza de que sus colegiales saben escribir de manera hábil y correcta, aprendizajes sencillos e importantes que no calan de lleno en la mayor parte del alumnado.
Pregunta. ¿Cómo es para usted una educación soñada?
Respuesta.—Aquella en la que los estudiantes encuentran un modelo que se ajuste a ellos y a sus necesidades. En lugar de que el alumno se amolde a todos los modelos, lo lógico sería crear un universo que se adapte al alumno. Quiero que estén en un lugar donde aprendan y con un modelo que les ayude.
Pienso en el futuro como algo mucho más flexible, un futuro en el que se entienda a todos los estudiantes de manera individual, se les proporcione únicamente el modelo de aprendizaje correcto en un camino y en un tiempo adecuado.
¿Cree que la educación ahora mismo es buena?
—Aún queda por mejorar, pero creo que las universidades han hecho un trabajo increíble. Mi propio éxito en la vida viene de la Educación Superior. Pero el mundo es diferente. Ahora mismo demasiadas personas se están quedando atrás. Todavía seguimos enseñando ciertas cosas de manera que tal vez no sea tan efectiva. Ni siquiera estoy seguro de que estemos enseñando las cosas de una forma correcta. Si hoy no estamos enseñando qué es la crisis climática, probablemente seamos la mayor amenaza para la humanidad. ¿Vamos a integrar eso si no estamos ayudando a los estudiantes a comprender el pensamiento sistémico?
Ya sea en cuanto al clima, la inequidad, problemas raciales… no estamos equipando a los estudiantes para lidiar con estos graves problemas que enfrentamos como especie. No creo que estemos pensando adecuadamente en cómo aprender en este momento. Tenemos que ser mejores.
¿Cómo mejoraría o haría más rica su educación soñada?
—Con múltiples labores, ya que son sistemas complejos. Una forma de hacerla más rica es recompensando acciones diferentes. En su día hablé con alguien que está en la junta de la universidad. Solo hablamos de investigación, no se hablaba de estudiantes. ¿Cuándo empezarán a hablar de estudiantes? No se hará hasta que eso se recompense. Destacamos cómo entendemos a nuestros estudiantes y les hacemos sentir que nos importan. Pero, ¿dónde construimos las relaciones humanas? Creo que tenemos que repensar cómo aprendemos.
¿Lo único que se aprende es lo que se hace en clase y de lo que queda constancia en el examen o se puede aprender también trabajando en el periódico estudiantil de la universidad? Probablemente más esto último, pero la investigación lo pone en duda.
Tenemos estudiantes que vienen de pequeños pueblos de New Hampshire. Se mudarán a Florencia, Madrid o Londres y cambiará su vida. Ahora el mundo es grande. Ahora tienen un sentido del asombro y un sentido de la diferencia. Y la diferencia es aterradora, pero puede ser mejor. Hay muchas cosas que tenemos que hacer.
En una entrevista para la Universidad Camilo José Cela comentaba que no creía en los exámenes. ¿Por qué?
—Aunque hay excepciones, los exámenes no miden todo el éxito ni demuestran lo que un estudiante es capaz de hacer. De hecho, a veces funcionan como castigo. Si realmente hablamos de amar a los estudiantes, no deberíamos seguir con esta metodología mucho más tiempo. Se ha llegado a creer que el mejor aprendizaje ocurre cuando los estudiantes se sienten amados. Entonces, retroceder periódicamente y hacer algo que dice “ahora te estoy evaluando”, se opone a la relación que estás intentando construir.
Creo que están interesados en las escuelas y que las separan de quien hace la evaluación. Por ejemplo, en Western Governors University, una universidad muy innovadora en Estados Unidos, el profesorado nunca asigna un Grado 2.
Esto dice que no le tiene que gustar todo de un alumno, que no va a amarle el 90% del tiempo. No soy un fanático de las calificaciones ni de la evaluación.
¿Cómo se puede medir la mejora de los estudiantes?
—Me fascina la idea de los niveles de dominio, aunque a veces no del todo. Lo bueno es que con los niveles de dominio puedes ser competente, realizar las tareas y tener un alto nivel de habilidades.
La Universidad de New Hampshire ha incrementado estos últimos años el número de alumnos. ¿Nos puede contar el secreto de su éxito?
—Ofrecemos un modelo educativo con el que los estudiantes se sienten bien y notan que es una mejor alternativa al modelo tradicional. Tiene mayor flexibilidad, algo que muchos necesitan porque tienen una familia a su cargo o una vida ocupada, pero tampoco quieren abandonar sus estudios. Hay un montón de razones. Ofrecemos un modelo con el que pueden hacerlo todo.
Además, durante la pandemia muchos estudiantes descubrieron que prefieren estudiar en casa.
¿Cree que el sistema universitario está preparado para llevar a cabo estos cambios y digitalizarse o sigue siendo muy tradicional?
—Creo que todavía es muy tradicional, más en Europa que en Norteamérica, y, sin duda, más en América Latina. Cuanto más joven es la Universidad, más innovadora. Es algo difícil de cambiar, y no porque las personas que trabajan en las universidades no quieran lo mejor para sus estudiantes ni se preocupen por ellos. Los sistemas no les permiten hacer ciertos cambios. Si los hicieran se perderían muchos trabajos, por ejemplo. Las universidades jóvenes están menos ancladas en sus formas, son más maleables.
El sistema está configurado de una manera que hace que el cambio sea muy difícil. También hay que reconocer eso y pensar en cómo cuidar mejor a las personas que se ven afectadas negativamente. ¿Cómo les ayudamos a entusiasmarse con un futuro incierto, cómo les inspiramos?
¿Crees que las nuevas generaciones están preparadas para romper estos sistemas?
—Creo que tienen hambre de ello. Adoran todo lo que les ofrece la Universidad, desde sus amigos y su vida social hasta los deportes. Piensan que las tecnologías están cambiando de una manera que les atrae, pero también les encantan otras cosas, como estudiar en el extranjero. La tecnología está cambiando sus expectativas, han crecido con ellas.
Ahora están de moda los videojuegos. Si observas a un jugador, notas rápido que el juego es adictivo. El tiempo se va, ¿verdad? Puedes jugar en bucle dos horas seguidas. ¿Qué pasaría si aprendiendo pudieras perder el sentido del tiempo? Los alumnos querrían seguir aprendiendo cosas complejas porque, al avanzar, lo sentirían como una victoria. Eso sería sorprendente. ¿En cuántas clases has estado donde te sintieras así? Esto no pasa. Tal vez sea un estándar demasiado alto para establecer, pero es divertido imaginarlo.
Mi esposa y yo aportamos dinero a un fondo que solo envía estos recursos para que estudiantes de bajos ingresos vayan al extranjero. Creemos que tiene mayor impacto en ellos. Cada año del programa recibimos cartas de los estudiantes que asisten, y lo describen como un cambio en su vida. Todo esto es difícil y da miedo, están navegando por cosas que no conocen y tienen que luchar. Pero las recompensas son enormes. Eso es un gran aprendizaje.
La idea de que todos trabajemos de nuestra pasión es romántica, pero parece demasiado irreal en el mundo actual. ¿Cómo se puede salvar el ‘gap’ entre el mundo universitario y el empresarial?
—No hay una solución fácil. En Estados Unidos hay muchas personas que no están trabajando, pero tenemos 11 millones de puestos de trabajo abiertos. Existe un desajuste entre la oportunidad y lo que la gente quiere o no hacer.
Los sueldos tampoco son como deberían. Mucha gente quiere trabajar en temas sociales, pero los trabajadores que están con enfermos mentales o realizan una labor con niños en centros de la primera infancia son de los peor pagados del país. Sin embargo, tratar con los más pequeños es uno de los trabajos más importantes que hay, ya que el aprendizaje más impactante se da en los primeros siete años de vida. Entonces, ¿no se les debería pagar más que a los profesores universitarios?
Hay estructuras que son muy difíciles de cambiar. Otro ejemplo es el periodismo: hay mucha gente queriendo ser periodista, pero pocos trabajos para ellos. Sin embargo, creo que aunque no se llegue a conseguir un puesto como reportero tradicional, el sector está cambiando mucho y hoy uno puede convertirse en periodista, por ejemplo, haciéndose bloguero. Hay otras plataformas, la gente va a otros sitios a informarse. De hecho, en este momento, el 40% de todas las búsquedas ya no está en Google, está en TikTok.
Quiero decirle a los jóvenes que sigan su pasión, pero una parte de mí cree que los estudiantes deben ser cuidadosos, investigar y ser conscientes de que tendrán dificultades. Creo que no ayudamos lo suficiente a la gente, les introducimos en programas en los que sabemos que no encontrarán trabajo y se suaviza lo que decimos. ¿Por qué no somos sinceros y les decimos “estos son los trabajos que hay, esto es lo que se paga en este sector, así es como se ve la realidad de esto. Si todavía quieres hacerlo, entonces te apoyaremos”?
Existe un desajuste entre la oportunidad y lo que la gente quiere o no hacer
"Currículum Vitae
- Temprana edad y Educación. Paul LeBlanc nació en el seno de una familia de habla francesa en Canadá. Cuando era tan solo un niño, se vieron obligados a emigrar a Estados Unidos. Gracias a su conocimiento, se convirtió en el primer miembro de su familia en asistir a la Universidad. Se matriculó en la Universidad estatal de Framingham (Massachusetts) y allí obtuvo su licenciatura.
- Carrera profesional. De 1993 a 1996 trabajó para Houghton Mifflin Publishing Company y, tiempo después, desempeñó el cargo de presidente de Marlboro College (Vermont). En 2015 sirvió tres meses como asesor al subsecretario de Educación Ted Mitchell, cuando se centró en cómo crear desde el Departamento de Educación estándares para el aprendizaje basado en competencias.