Álvaro Pombo: "¿Hace falta que un niño sepa si es niño, niña o 'niñe' con 14 años?"
A sus 83 años, Álvaro Pombo anuncia la publicación de una nueva novela, 'Santander 1936' | Foto: JORGE ZORRILLA
La sencillez de Álvaro Pombo (Santander, 1939) contrasta con su abarrocado salón. Libros, periódicos y retratos se apilan en mesas, sillas, estanterías y en una estufa que parece de otra época. Y en el centro, él. Desde un antiguo sofá, preside la estancia, a la que accedo como Pedro por su casa. Me da la venia mientras enciende el primer cigarrillo: “A mí llámame Álvaro, eh. Pasa y siéntate. ¿Fumas?”. Tras mi negativa, da la primera calada. A sus 83 años, no se altera. Sale el humo por un ventanal donde se divisa resplandeciente el madrileño barrio de Argüelles. Solo lo abandona los jueves para asistir a las sesiones de la Academia. El resto de días se los pasa con su gato. Inquieto, maúlla y corretea como queriendo despistar al dueño, que pelos en la lengua no tiene.
—Yo estoy un poco cansado de Sánchez, ¿sabes?
Europa le ha comunicado que investigará la persecución del castellano en los colegios catalanes.
—Es que de algún modo se persigue. No es una persecución como la de los judíos en Alemania, pero hay resentimiento y eso es muy malo. Más aún, cuando el resentimiento es inducido.
¿Los que mandan están resentidos?
—Los que obedecen están resentidos. Y muchos de los que mandan se lo tienen creído. El ego no es malo, pero hay que saber controlarlo.
¿Cómo ve a España?
—La veo bien, muy activa, pero su política está muy enredada. Necesitamos un cambio hacia la derecha porque la izquierda es que no funciona, no vale nada.
Pero la votan.
—No la votan. Gobiernan en minoría. Sánchez está ahí porque es habilidoso, politiquero.
¿Estratega?
—Bueno, puedes llamarlo así si quieres dignificarlo de alguna manera… Aunque los necesitemos, yo desconfío de los políticos. En el momento en que toman el poder se les olvida todo y se salen de madre.
Somos egoístas, envidiosos; también débiles muchas veces, pero hay en el hombre más cosas dignas de admiración que de desprecio
"¿Habría sido usted un político ejemplar?
—Yo estuve en política dos legislaturas, con UPyD, pero enseguida me di cuenta de que yo no era político. En realidad, política ideológica hay poca. Lo que hay son personalidades, unas más fuertes y otras menos. Politiqueo…
En su página de Wikipedia se le presenta como político y activista.
—Yo no soy activista. En esa época solo quise que UPyD saliera adelante porque consideraba que Rosa Díez podía jugar un papel importante. Pero ni Fernando Savater ni yo queríamos ningún puesto; solo ayudar.
Usted dijo, también según Wikipedia, que España prosperó gracias a Franco.
—Y lo mantengo, pero eso no quiere decir que Franco no tuviera sus defectos. Al principio fue un dictador, pero acabó consiguiendo una España en paz y laboriosa. Nací en el 39. No puedo aceptar que se condene a Franco sin más. A mí me parece que nos vino bien, aunque habría sido mejor que se hubiese retirado antes.
Es más importante enseñar moral que empollar mucho
"¿La verdad existe o se crea?
—La verdad es un resultado, una percepción atinada. No es un absoluto: se construye. Es la adecuación entre el entendimiento y la cosa. Y para que se produzca esa adecuación necesitamos estar en un estado meditativo. No todas las personas están en condiciones de percibir la verdad. En realidad, percibimos un mundo fenoménico. Vamos a palpón (sic). Como decía Don Quijote a Sancho: para sacar una verdad en limpio, hacen falta muchas vueltas y revueltas. La verdad es como Dios: seguramente exista, pero no lo sabemos.
¿Cuál es la mayor mentira jamás contada?
—La mayor verdad es la dignidad humana. Quizá por eso la mayor mentira jamás contada sea cada vez que nos han dicho que somos indignos. Es muy difícil no encontrar algo en la gente. Somos egoístas, envidiosos; también débiles muchas veces, pero hay en el hombre más cosas dignas de admiración que de desprecio. El pesimismo es otra gran mentira.
Que nos hemos creído…
—Por eso es importante educar en la bondad, en la nobleza, en las grandes virtudes: la paciencia, la capacidad de entender al otro. La escuela debe ser una escuela moral: es más importante enseñar moral que empollar mucho.
Para que no se rían, por ejemplo, del alumno con mejor nota de selectividad en Madrid por haber elegido Filología Clásica.
—El griego y el latín son la base del mundo espiritual de Occidente; no se pueden burlar de eso. Luego están las salidas, que te las tienes que buscar tú. Ser ingeniero no siempre te permite entender a los demás. La filosofía es la comprensión del mundo.
Pero dicen que se la quieren cargar…
—La filosofía implica una reflexión sobre lo sabido. En realidad es difícil de explicar y, si se simplifica mucho, parece una tontería. Por eso creo que tampoco hace falta estudiarla con 14 años porque a esa edad lo que aprendes son píldoras.
Antes de pensar en abortar, hay que pensar en el amor, en la integridad personal: hay que predicar la bondad
"Dice Pérez-Reverte que se está igualando por abajo.
—Estoy de acuerdo, pero hay que tener cuidado con calificar de mediocre a la gente demasiado pronto. Porque se puede ser mal estudiante de joven, como fui yo, y muy estudioso de mayor, como también es mi caso. Yo era un chaval inquieto y me aburría mucho en las clases. Todo eso hacía de mí un estudiante de Bachillerato regular.
¿Entonces?
—Pues eso. Que no debe igualarse por abajo, sino fomentar la aplicación y para fomentarla hay que mostrar que lo que se está enseñando es fascinante. Hay que tratar de desrutinizar las enseñanzas. Muchos jóvenes están dormidos, encerrados en su círculo de amigos, pensando en ligar o no ligar. Por eso, más que la brillantez, lo importante es la aplicación. Tenemos que vivir aplicadamente.
Para la ministra de Igualdad, “los niños, las niñas y les niñes deben saber que tienen derecho al aborto”.
—Antes de pensar en abortar, hay que pensar en el amor, en la integridad personal. Hay que predicar la bondad. Yo defiendo una educación del carácter, de la moral.
Como académico de la lengua, ¿qué le parece el lenguaje inclusivo?
—Absolutamente anticuado y borroso. Esta actitud de Irene Montero conduce al ataque de nervios: en lugar de tranquilizar a los niños, lo que hace es ponerlos en un estado de nervios. La pedagogía no consiste en definir, sino en esperar. ¿Qué prisa tiene? ¿Hace falta que un niño sepa si es niño, niña o niñe con 14 años?
¿Es moral “jugar” a gritar insultos?
—Lo del colegio mayor de Madrid me pareció lamentable. ¿Cómo vamos a progresar si nos insultamos unos a otros?
¿Es moral vandalizar una obra de arte para protestar?
—Es indecente. Para mí eso forma parte de lo que yo llamo dificultades de la educación de la gente. Una cosa es el cuadro y otra lo que cada uno debe hacer. Aquí tendrían que formularse las preguntas kantianas: qué debo yo hacer debería ser la primera pregunta que nos formulemos desde niños.
¿Cómo vamos a progresar si nos insultamos unos a otros?
"¿Qué ha hecho usted por los demás?
—Durante siete años fui voluntario dando clases en Proyecto Hombre. Para mí ha sido una de las cosas más honrosas que he hecho en mi vida. Iba dos veces por semana y les ponía a hacer redacciones. Siempre he pensado que escribir es una buena receta.
¿Usted por qué escribe?
—Porque es lo único que sé hacer. Eso y charlar. Es una facilidad que tengo.
¿Escribió alguna vez por amor?
—Yo soy y he sido un romántico. Ligar me harta un poco porque te hace sentir trivial. Me atrae la inteligencia. Es erótica en el sentido de que es inmensamente creadora.
¿Y para ahogar penas?
—No tengo penas.
¿Es feliz?
—A ratos. No puedes ser feliz siempre. Si la felicidad es una explosión, no vale. Tiene que ser un ritmo continuo, una melodía. En unas épocas he sido más feliz que en otras.
¿Ahora lo es?
—Llevo una vida agradable. Estoy contento. Siento mucha curiosidad por la vida, por el mundo. He reducido las expectativas, pero a la vez las he ampliado por otros lados.
Ser voluntario en Proyecto Hombre ha sido para mí una de las cosas más honrosas que he hecho en mi vida
"¿Le quedan ganas de escribir?
—Escribo más que nunca. Pronto se publica mi nueva novela, Santander 1936.
¿A qué conclusiones ha llegado?
—No saco conclusiones. Quiero vivir como vivo hasta que me muera. Y estar con mi gato.
¿Piensa en la muerte?
—Sí, pero cómicamente. Yo no acabo de verla como un terror. La muerte de los seres queridos es lo que da terror. Me asusta más la enfermedad. Yo padezco de reuma y he estado enfermo del aparato digestivo. Tengo que tener cuidado con lo que como. En este sentido, la idea de la muerte puede ser hasta tranquilizadora. Al fin y al cabo, la muerte es noble.
¿Cómo le gustaría ser recordado?
—Como un autor laborioso, que escribió a lo largo de 40 o 50 años. Bueno, también me he divertido. No en juergas, pero quiero decir que he disfrutado de la vida.
¿Ha pensado en su epitafio?
—(Recita) “En mi sepulcro quiero compañero / Coliflores de mármol de Carrara / No muchas ni muy grandes, que prefiero / una pompa que no te salga cara”. Lo recito en la Academia. Se divierten mucho conmigo.
¿Qué deja?
—Dinero, poco.
Dicen que se cambió a Planeta por el dinero del premio.
—El Planeta es muy buen premio, que me permitió pasar toda esa época. El dinero es importante. Los literatos ganamos muy poco. No tengo una profesión lucrativa. Ni siquiera un sueldo fijo y tengo que buscarme la vida. También lo hice porque me divertía la aventura del Planeta. Escribir es muy pesado: te pasas todo el día metido en casa.
¿Le preocupa el dinero?
—Me gusta poder usarlo. Tengo poco, aunque no necesito mucho.
Currículum Vitae
- Vida. Nacido en Santander en 1939, Álvaro Pombo es licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad Complutense de Madrid y Bachelor of Arts en Filosofía por el Birkbeck College de Londres, donde vivió y trabajó desde 1966 a 1977. Ingresó en la Real Academia Española en 2004 y dos años después se alza con el Premio Planeta. Fue candidato al Senado por UPyD, partido con el que colaboró desde su fundación hasta 2011.
- Obra. Poeta y autor de más de 20 novelas, arranca su carrera literaria en 1973. En sus libros suelen mezclarse la investigación psicológica y la preocupación filosófica. Además del Planeta, ha sido galardonado con el Premio Herralde, el Premio Nacional de Narrativa y el Premio Nadal, entre otros.