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Dossier Espacio para el análisis y la reflexión

Crear conciencia sobre datos en la educación

¿Tenemos conciencia de que también hemos de aprender y educarnos sobre los datos y sus sesgos, los límites, efectos y precauciones ante la red?
Evaristo GonzálezViernes, 18 de noviembre de 2022
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© METAMORWORKS

La actual sociedad de la información provoca que todo el día seamos uno de los más importantes recursos de su ecosistema, poniendo a nuestro alcance mucha cacharrería tecnológica y lo que trae consigo, siempre conectados entre todos gracias a Internet. Ya nos es muy difícil  prescindir de la dependencia que generan los dispositivos, las aplicaciones, redes sociales, conexión de alta velocidad y  consulta del móvil más de 200 veces al día. Conectividad total y acopio continuo de datos que generamos, con los que alimentamos a empresas que los usan, los reconvierten y a menudo nos los ponen a nuestra disposición como si nos ofrecieran otro nuevo servicio más.

Ya nos es muy difícil prescindir de la dependencia que generan los dispositivos, las aplicaciones, redes sociales, conexión de alta velocidad y consulta del móvil más de 200 veces al día

También el funcionamiento del mundo educativo cada vez es más dependiente de este entramado, en el que la formación con las TIC es imprescindible, las plataformas usadas no paran de crecer y los datos con los que se quedan, también. Los centros de enseñanza son grandes productores y consumidores de datos. De hecho, todos nos componemos de datos, somos datos, dependemos de ellos, nos aportan confort, innumerables servicios y muchas facilidades para todo. Por algo será: despejar esta incógnita también es educación. Por otro lado, Internet no es quien cuida de la infancia ni del resto en un ámbito libre y abierto a todo tipo de contenidos y propuestas, donde la regulación de las autoridades y la autorregulación de cada persona se suelen echar en falta.

Los centros de enseñanza son grandes productores y consumidores de datos

Pero, ¿tenemos conciencia de que también hemos de aprender y educarnos sobre los datos y sus sesgos, los límites, efectos y precauciones ante una red de la que ya nos es casi imposible salir? La cultura del dato, la Data literacy, es otra propuesta transversal educativa más, para tener en cuenta desde los primeros cursos. Una más, sí, entre tantas como se acumulan en ese contenedor escolar donde se han de empezar a trabajar las posteriores mejoras y cambios de la sociedad. No olvidemos que los datos ya forman parte de un ADN, que su crecimiento es exponencial y su reconfiguración constante, casi es nuestra sangre que se actualiza y va dejando un rastro público al alcance de la voracidad de analistas y comerciantes no conocidos por la mayoría de usuarios. Si de aquí no podemos salir, tengamos conciencia y favorezcamos reflexionar en las aulas de las nuevas generaciones. A pesar del desconocimiento general de una realidad en la que todos estamos inmersos, hagamos esfuerzos para entender primero y adoptar posturas después. Intentemos aprender para luego concienciarnos y actuar. 

Interrogantes

Profesorado, alumnado y familias nos podríamos preguntar sobre nuestros datos personales que se acumulan en Internet, de dónde salen, cuál es su valor, la relación entre mis datos y mi identidad, con quién los comparto, qué red social o entidad los usa o se los queda con o sin nuestro permiso y su fiabilidad, por qué y para qué los utilizarán  personas y empresas muy interesadas que antes nos han regalado el acceso a aplicaciones o webs, cuáles son legítimos y cuáles no, hasta dónde cubren los permisos para difundir materiales de todo tipo, qué limites  se deberían autoimponer las familias acerca de la sobreexposición y continua difusión  de la vida de  sus criaturas en la red, cómo trasladar a la vida diaria del alumnado esta conciencia permanente de sus datos y constante muestra pública o privada, el rastro que se deja en la acumulación de consultas y uso de apps o de tantos recursos al alcance de cualquiera, qué ejemplo les damos los adultos para que cambien sus comportamientos sobre datos cuando quizá no los cumplimos los que intentamos enseñar. Mientras, aceptamos cookies (que son programas espías) para navegar, o permisos diversos sin leer condiciones ni entrar en la configuración o en las propuestas iniciales. Las ganas de acceder, de estar, y el estrés de Internet provocan estar de acuerdo con el contenido de largos textos informativos.

Realidades

Cualquier centro educativo dispone de infinidad de datos y de todo tipo en sus archivos. Muchos alimentan a las instituciones oficiales, sus servidores y aquellos extractos que generan estadísticas, informes, predicciones, análisis que, a menudo, son poco consultados por las bases de donde han salido, quizá por sus sesgos, incierto interés práctico y supuesta escasa utilidad como facilitadores de procesos de mejora. La educación produce y gestiona datos, trabaja y aprende con ellos. De hecho, el profesorado los usa para la docencia: identificar objetivos de aprendizaje, seguimiento del alumnado, gestiones de todo tipo, establecer procesos de mejora de sus clases y programas individualizados con el alumnado. La personalización de la enseñanza dispone del gran recurso de los datos. La gran barrera es el tiempo disponible, la acumulación del trabajo diario, los diversos puntos de atención que van apareciendo en la profesión y la formación sobre nuevas incorporaciones, como el tema que nos ocupa y que nos haría desconfiar o ponernos en guardia.

Ahora se necesita dar un nuevo paso: pararse a pensar en grupo sobre qué ocurre con nuestros datos de cada día, que pueden ser usados por grandes plataformas como recurso económico, facilitados a través de las herramientas tecnológicas con las que interactuamos pero también con otras que están ahí, como las cámaras de videovigilancia para diferentes funciones, los GPS de los vehículos y otros artefactos, tarjetas diversas como las bancarias o de salud, las compras online, la consulta de webs, los códigos de barras, los QR, las huellas dactilares, los datos biométricos, los cupones de descuentos o de fidelización, concursos, sorteos, inscripciones a convocatorias diversas, entradas a eventos, etcétera.

Aún hay carencias y desequilibrios importantes que afectan a la formación digital, básica para saltar un paso más allá y plantearse la profundización en los datos. Según informes públicos recientes, 9 de cada 10 trabajos del futuro requerirán competencia digital, que en absoluto está cubierta con tener y saber cómo funciona un ordenador o un teléfono móvil. Al 44% de los europeos le faltan las competencias digitales básicas. Menos del 20% de las profesiones TIC son ejercidas por mujeres. Esta es una de las grandes brechas actuales. Datos como para ir más allá de los interesantes programas STEAM e incidir en la importancia de la feminización, imprescindible.

Hay autoras que son expertas en plantearnos realidades sobre el uso de datos y sus análisis. A menudo muestran la cara oculta de su tratamiento, la comercialización, el uso y los peligros que conllevan tantos rastros que dejamos en cada momento con cada clic, consulta, recomendación, foto, vídeo, audio, documento o simples comentarios ante el teléfono móvil. El alumnado debería conocer ideas-marco y sinopsis de algunos libros de lectura fácil e informes que plantean cuestiones inquietantes que nos rodean en este mundo digital. Por ejemplo, algunas propuestas en español:

  • Marta Peirano, periodista experta en datos,  publicó en 2019 un  libro muy recomendable:  El enemigo conoce el sistema (ed. Debate). En algunas entrevistas manifiesta que Internet no es el problema, la extracción de datos es el problema. En otra, que la imagen que se transmite de Internet no es real, la han creado las tecnológicas. En las aulas se deberían mencionar algunas de sus reflexiones, demostradas en su impactan

te obra. Internet como herramienta que se alimenta de la distribución entre iguales pero que es fundamental para vigilar, manipular, controlar y dirigirnos con el tratamiento de unos datos que suelen nutrirse de nuestras emociones y  lo que extraen de todos nosotros. Con tecnológicas que nos conocen casi mejor que nosotros mismos. La escuela, independientemente de su titularidad, ha de ser un servicio público para concienciar a la sociedad de esto.

  • Carissa Véliz, filósofa, publicó en 2021 el libro Privacidad es poder: datos, vigilancia y libertad en la era digital (editorial Debate). El primer capítulo es demoledor, con la muerte de nuestra privacidad debida al uso de nuestros datos. Asusta el entramado que existe para explotar nuestros datos, con la frase: el poder de pronosticar e influir que se deriva de los datos personales es el poder por antonomasia de la era digital.
  • Karma Peiró, periodista especializada en datos, directora de la Fundación VIT (Visualization Transparency Foundation) reflexiona sobre el bombardeo constante de una atención que nos impide profundizar sobre el entorno digital; abunda en conceptos muy necesarios para tratar en los centros educativos, como son la Ética Digital (la define como conjunto de principios, normas o valores que orientan nuestra conducta y que no pueden ser anulados por los demás), el gran tema de la privacidad de datos, la discriminación que pueden ocasionar algunos algoritmos y bases de datos  sobre mujeres, personas de algunas razas y otras según sesgos establecidos, debido a intereses diversos.

También hay expertos que analizan y combinan datos como Kiko Llaneras, ingeniero que escribe en el diario El País; Nicolás Rodríguez, director de Dathos y colaborador en algunos medios; entidades como CIVIO y otras que los tienen en cuenta para temas informativos, como Newtral.

Actitudes

Insistimos. Es importante concienciar desde las aulas de que el mundo son datos, nosotros somos datos y estos, a nivel general, no son neutros. Interactuamos con dispositivos y dejamos un rastro que, además de identificarnos y de conformar nuestras singularidades, genera negocio. No podemos salir del sistema pero sí intentar conocerlo para generar cambios, otras propuestas que sean menos invasivas, más abiertas y alternativas a muchas de las actuales.

Es importante concienciar desde las aulas de que el mundo son datos, nosotros somos datos y estos, a nivel general, no son neutros

El alumnado que quiera especializarse en temas relacionados con la informática tiene un buen campo para investigar, crear y proponer modelos donde impere el humanismo tecnológico, los datos al servicio de las personas y no al revés. Partir de estos principios servirá para introducir pequeños cambios que sumen. La comunidad educativa también ha de ser consciente de estas realidades, sobre todo cuando parezca que ya no se puede hacer nada porque todos formamos parte de un sistema que, en cierta medida, nos esclaviza. Siempre hay ventanas abiertas a nuevos aires que purifiquen el actual entorno. No hacer nada es un triunfo de quienes en este momento también nos están espiando y lo hacen todo.

Los datos son claves para la educación y para tantas actividades como se llevan a cabo en las aulas. Las reflexiones, los trabajos,  los análisis y las conclusiones en gran parte se fundamentan en ellos. Su importancia para este tipo de propuestas confirma el valor que esos datos tienen para otros cuando nosotros somos la fuente extractiva de la que saldrán análisis y conclusiones, con las finalidades que sean.

Afortunadamente, ya hay administraciones que apuestan por la transparencia y se preocupan por facilitar bastantes datos en abierto (por ejemplo el ayuntamiento de Barcelona). Son ejemplos que podrían servir para que el alumnado los conociera, se fije en qué enseñanzas se pueden extraer y qué ocurriría si esta decisión se extrapolara al resto de organismos. Aprender a interpretar y a analizar sería otro reto. Puede empezar por el análisis de sus actividades de cada día, qué plataformas usan en las escuelas y quién se queda con esa información, qué apps utilizan, qué consultan, dónde publican lo que sea. Partimos de educar la responsabilidad personal, no con trasnochadas  prohibiciones de dispositivos en las aulas, en una sociedad que es digital.

A ello se suman otras observaciones a las que hay que prestar atención crítica desde la enseñanza: la brecha digital, el analfabetismo tecnológico funcional, usar –por imitación compulsiva y cada vez más dependiente– herramientas diseñadas para la atracción adictiva y constante, con las que también se producen desequilibrios en la justicia social (ignorando a menudo el bien común), con élites sociales que se mueven en entornos selectivos, una cierta sociedad de la opulencia frente al aumento de la pobreza y conglomerados tecnológicos acaparadores de información privilegiada para alimentar sus sistemas; con algoritmos que obedecen a objetivos concretos.

Para enseñar, primero hemos de  seguir aprendiendo, una forma de estar muy necesaria para sumergirse en las profundidades de los datos, en medio de unas aguas llenas de especies que alimentamos todos pero que hay que aprender a domesticar. Evitemos que la tecnología nos pueda hacer vivir peor, con la cantidad de aspectos positivos que nos ofrece cada día. Tal como publicamos y recogió MAGISTERIO en el dossier del mes de mayo, urge educar para una buena vida digital.

Saberes

Para explicar sobre datos, primero hay que acercarse a quienes se atreven y  preocupan por su inteligibilidad. Podemos encontrar documentación de varios tipos. Aquí difundiremos la que ofrecen informes oficiales que nos conciencian sobre ellos y también libros y espacios informativos de gran ayuda.

Ante las dudas habituales, existe bastante información pública que o bien incide en el conocimiento y en la concienciación sobre términos frecuentes que se deberían tener presentes en las escuelas,  como datos, privacidad, algoritmos, Inteligencia Artificial, Aprendizaje Automático o Machine Learning (y dentro de este, el aprendizaje profundo o Deep Learning) ;  o en consejos para leer, interiorizar y aplicar:

  • Unicef propone  claves para la protección  los datos desde la escuela: se centra en una gestión que garantice  la protección del menor y de su personalidad, educarlos en la responsabilidad ante los datos propios y promover la alfebetización tecnológica, ciudadanía digital empoderada y educación en derechos de la infancia.
  • La Agencia Española de Protección de Datos dispone de una guía para centros educativos sobre todo lo relacionado con la protección de datos de menores, decálogo para un correcto uso de los datos, reglamentos, derechos en esta materia, tratamiento de los datos en Internet, acceso a las informaciones en los centros educativos, etc.
  • El Instituto Nacional de Ciberseguridad (Incibe) publica una guía donde aporta información sobre almacenamiento de datos en dispositivos, tipos de contraseñas seguras, pérdida de dispositivos y sus datos, fiabilidad de las páginas web y de las wifis públicas, datos sensibles sobre la salud que capturan relojes inteligentes  sobre nosotros mismos, etc. Información útil para concienciarnos.
  • La Oficina de Seguridad del Internauta (OSI) centra su guía en la privacidad y seguridad en Internet. Abunda en la protección de datos y en aspectos concretos sobre privacidad y datos de las redes sociales más usadas.
  • Instituciones de las comunidades autónomas, como por ejemplo la Generalitat de Cataluña, inciden en las amenazas  que se ciernen sobre el bienestar digital (la desinformación, el ciberacoso, la privacidad y vulnerabilidad de datos) en sus informes sobre las tecnologías digitales en la infancia, adolescencia y juventud, donde se priorizan las medidas de acompañamiento digital, las recomendaciones y los recursos.
© MONSITJ

Evaristo González Prieto es investigador de “Didáctica, Innnovación y Multimedia” (DIM) de la Facultad de Educación de la Universidad Autónoma de Barcelona.

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