Ni 'profesaurios' ni 'rojipardos', docentes para el futuro de la escuela pública

La lección inaugural fue a cargo de Nuno Crato, ministro de Educación de Portugal desde 2011 al 2015. © ALEJANDRO ROMERO

El rugido de los ‘profesaurios’ se ha hecho oír este fin de semana en Barcelona, dónde se ha celebrado el II Congreso de Expertos Docentes para un análisis crítico de la educación en Barcelona, un nuevo foro de docentes críticos con el modelo educativo actual. El congreso se iniciaba con el cartel de “plazas agotadas” desde hacía unas semanas y no exento de polémicas. Un artículo escrito por el colectivo Dime en el digital Contexto encendía los ánimos, enfrentando a los profesores, tildando a los que defienden la enseñanza más tradicional y la transmisión de conocimientos de ‘profesaurios’ y ‘rojipardos’ (apelativos creativos que no sé muy bien qué significan) antiguos, de derecha… frente a otro tipo de profesores innovadores, progresistas, de izquierdas… Donde los del segundo grupo son los buenos, claro está, y los del primero, los malos; donde lo nuevo es lo bueno y, lo viejo, tiene que cambiar.

Pleno absoluto de estos especímenes del primer grupo en la residencia de investigadores del CSIC, en el Raval de Barcelona. Éramos muchos. Nos pusimos cara. No todos nos conocíamos en persona, nos desvirtualizamos. Algunos “secuaces” pudieron conocer por fin a su supuesto adalid, Pascual Gil, un joven profesor a quien se señaló como líder de los ‘profesaurios’ después de esta entrevista publicada también por el digital Contexto. Otros ya se habían conocido en Valencia, donde se celebró el primer congreso y donde se fraguó la idea de hacer el segundo en Barcelona. Todos de procedencia, edades y tendencias políticas distintas, pero con un tema en común, la urgencia de recalcar la necesidad social del conocimiento.

Estos profesores nos reunimos bajo el lema de “expertos educativos”. Como soy una mujer de letras y no digo palabras en latín para quedar bien, sino porque es mi especialidad, quiero recordar que la etimología de la palabra “experto” proviene de expertus ‘que tiene experiencia, perito, entendido’, del participio pasivo de experiri. Si de algo entiendo un poco y en algo tengo veinte años de experiencia es, precisamente, de educación. Había compañeros mucho más expertos que han escrito algunos de los libros que deberían estar en todas las salas de profesores de los institutos del país: Xavier Massó (El fin de la educación), Enrique Galindo, Olga García y Carlos Fernández Liria (Escuela o barbarie, entre otros), Ricardo Moreno (Panfleto antipedagógico, entre otros muchos), Pascual Gil (Schola delenda est?) y Andreu Navarra y David Rabadà, coordinadores de la Educación cancelada, el más reciente que reúne a todos los autores que he nombrado y además a Enrique Moradiellos, Marta Vela, Joan-Carles Mèlich, Héctor Ruiz, Francisco López Rupérez, Antoni Hernández-Fernández, Joan Buades, entre les cuales tengo el honor de incluirme. Un acertado intento de Rabadá y Navarra de agrupar esta mirada crítica sobre la educación en nuestro país. El adjetivo “experto” también desató la polémica. Tiene gracia que no nos podamos autodenominar expertos cuando nos imponen supuestos expertos educativos, que no han pisado un aula en su vida, ministros, consejeros, directores de currículum, formadores, etc. Déjenme agradecer de antemano a las organizadoras, Eva Sierra, de la Fundación Episteme e Irene Murcia de la Asociación OCRE, el reconocimiento.

Volvamos, sin embargo, al congreso. La lección inaugural fue a cargo de Nuno Crato, estrella del cartel, ministro de Educación de Portugal desde 2011 al 2015, que nos dejó a todos con la boca abierta. Se ve que aquí el refrán “cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar”, no va con nosotros. Ojalá algún ministro de Educación español se hubiera querido sentar a charlar con profesores distendidamente, en una mesa, comiendo una buena butifarra catalana. Pero su disponibilidad a la butifarra no es lo más sorprendente. Es que el ministro demostró con hechos y datos las claves del éxito educativo en su país. Lo podéis comprobar en Google (como sabéis, ahí está todo). Los datos de las pruebas PISA hablan por sí solos, las interpretaciones de los datos, también. Desmontó mitos, como que los alumnos nativos digitales son multitarea o el mito de la transferencia del conocimiento, y nos recordó que los alumnos muestran más atención con la clase magistral que con la virtual. Insistió en que sin conocimientos no hay competencias. Cosas que muchos ya sabíamos y que tanto distan de la manera de entender la educación en nuestro país.

A continuación empezaron las mesas redondas, en las que se habló del papel que juega la educación en la sociedad. No puedo más que citar algunas de las frases más relevantes de cada uno de los ponentes, pero insto a los interesados a consultar las grabaciones que se van a colgar en la página de la Fundación Episteme. Xavier Massó empezó citando a Hanna Arendt y su amor mundi,  apelando a la necesidad de reconocer que el mundo es más viejo que nosotros y que nos debemos a la tradición que nos precede. Ricardo Moreno nos habló de los límites de la educación obligatoria y que la desigualdad, inevitable, provoca libertad. Jorge Sánchez, confinado desde su casa, apostó por cuestionar el papel de la educación en la sociedad y que quizás la educación no puede cambiar el mundo. Enrique Galindo nos deleitó con el concepto de la paideia neoliberal o de la razón pública y como la educación puede contribuir o no a ese espacio común. Olga García cerró la primera mesa hablando del papel del capitalismo en la nueva educación y de la destrucción de la sociedad del conocimiento.

En la segunda mesa se abordó la relación entre docencia y sociedad. Andreu Navarra pidió que se acabe de una vez por todas con el decreto de plantillas en Cataluña. Ferran Gallego nos acusó de ser cómplices de fomentar la ignorancia entre nuestros alumnos y ser cómplice de ello. María Elizalde abordó el problema desde dentro de los institutos, donde los profesores estamos cada vez más solos, aislados y que necesitamos espacios donde poder hablar. Carlos Fernández Liria reclamó que los profesores deben ser funcionarios, como los jueces, para evitar que sean ninguneados por las directivas. Jacob Guinot nos abrió una ventana a la universidad y vimos cómo se evidencian también en ella los problemas de atención entre los alumnos que se esconden detrás de sus portátiles viendo el mundial o vete a saber qué y los problemas de burocracia entre los profesores, además de la imposición de metodologías innovadoras entre las cuales no está por supuesto la clase magistral, sino las presentaciones orales y PowerPoint de los alumnos.

Y finalmente, después de esta radiografía tan real y tan cruda de la situación educativa actual, llegaron las propuestas. Entre muchas, la primera: el desacuerdo con la nueva ley, la LOMLOE, y por qué no, su no aplicación; la recuperación de la soberanía en el aula; que los profesores sean funcionarios que no dependan de la dirección de turno o como pasa solo en Cataluña, del Decreto de Plantillas; la recuperación del poder decisivo de los claustros en los institutos, que no sean solo informativos; la revisión del máster de profesorado y de la formación permanente que recibimos, que nada tiene que ver con la especialidad o la docencia sino más bien con modas o pseudociencias. Hay otras propuestas que hace años que pedimos con la ayuda de los sindicatos, como la bajada de ratios, la inversión real para atender la diversidad y la inclusión, la estabilización de las plantillas, dotar de una vez la Formación Profesional, creando una alternativa real al Bachillerato…. Porque de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno.

Y así acabamos el congreso, pasadas las nueve de la noche. La polémica y el debate seguían en las redes sociales. Y esperemos que sigan. No solo en las redes, en las familias, en los claustros, en más congresos… Por cierto, ¿para cuándo el tercero? No entraré a comentar ni los insultos ni las descalificaciones personales, que son pura anécdota y que intentan silenciar lo que ya no se puede callar. No fuimos a lamernos las heridas. Ni a hablar de nuestro libro. Somos una marea pedagógica crítica, que seguirá luchando por lo que nos importa: una educación pública de calidad. El derecho a la educación y al conocimiento de nuestros jóvenes. Viejos junto a nuevos luchadores que cogen el relevo, cada día más, y más convencidos de ser la alternativa a tanta sinrazón educativa.