Siete de cada diez adolescentes ha consumido alcohol en el último año
La población joven es un grupo en riesgo de desarrollar conductas perjudiciales para la salud, ya que las drogas producen mayor efecto en estas edades. Por ello, el Plan Nacional sobre Drogas establece una serie de acciones para “educar, informar y prevenir” el consumo de alcohol de los menores de edad.
El 76,9% de los jóvenes españoles entre 14 y 18 años ha bebido alguna vez en su vida y el 1,6% lo ha hecho diariamente el último mes, según la última encuesta realizada por el Ministerio de Sanidad en 2022. Sin embargo, los jóvenes rara vez presentan cirrosis hepática u otras enfermedades relacionadas con el consumo de alcohol. No obstante, esto no significa que no tengan consecuencias.
A corto plazo, el abuso de alcohol favorece conductas de riesgo ya que genera una sensación de falsa seguridad y puede terminar en una intoxicación etílica. Durante la abstinencia, el alcohol se utiliza para aliviar o prevenir los síntomas emocionales negativos, como la ansiedad que genera la ausencia de la droga.
A corto plazo, el abuso de alcohol favorece conductas de riesgo ya que genera una sensación de falsa seguridad y puede terminar en una intoxicación etílica
Para conocer las consecuencias a largo plazo se ha desarrollado un estudio mediante la colaboración de la Universidad Autónoma de Madrid, la Universidad Francisco de Vitoria, la Universidad de Oviedo y la Universidad de Málaga. Los resultados revelan que el alcohol actúa como una droga depresora del Sistema Nervioso Central que altera algunas funciones cognitivas y de regulación emocional.
El consumo voluntario de alcohol lleva a alteraciones en el comportamiento a largo plazo, así como un aumento de conductas de tipo ansioso y compulsivas. A nivel cerebral “se producen cambios en la expresión del factor neurotrófico derivado del cerebro, el receptor de glucocorticoides y el factor liberador de corticotropina», explica Román Moreno, profesor de la UFV.
El estudio ha sido llevado a cabo en ratones adolescentes, con el objetivo de analizar los cambios cerebrales y conductuales de un consumo prolongado de etanol en ese periodo y realizar una comparación con su etapa adulta. De este modo, se identificarán cambios en la conducta y el cerebro, comprobando así si las consecuencias inmediatas tienen repercusiones a largo plazo.
“El consumo de alcohol durante la adolescencia produce cambios duraderos en la corteza prefrontal del cerebro, reduciendo la capacidad de resiliencia”, concluye el investigador Román Moreno.