Mujeres enamoradas en el Cuaderno dorado de Doris Lessing
Doris Lessing, premio Nobel de Literatura (2007), fue considerada como líder del feminismo (aunque ella rechazó ese liderazgo). Ella veía al amor como lo más bonito de la vida, aunque no siempre esté presente en las parejas. No desligó el amor del feminismo, sino todo lo contrario, lo veía clave en la realización personal de la mujer. Y centró la personalidad femenina de su literatura precisamente en el amor (con todas sus contradicciones, y al mismo tiempo con toda su fuerza). En El cuaderno dorado (1962), su principal novela, habla de cuando se ha pasado el primer fuego y se pregunta: “¿Cómo puedes separar el hecho de hacer el amor de todo lo demás? Es absurdo…”. La protagonista se había casado con George casi por agotamiento, después de que él la hubiera cortejado con vehemencia durante un año. “Había ella intuido que no debería casarse con él; pero lo hizo, no tuvo suficiente coraje para dejarlo. Y poco después de casarse, había empezado a sentir repulsión sexual por él, un sentimiento incapaz de controlar o disimular. Aquello redobló el deseo de él, lo que hizo aumentar la aversión de ella”… Por no adoptar medidas poco convencionales, por aguantar, su vida se va agriando: “se denigraba a sí misma, y también lo denigraba a él; se sentía cansada y sucia por toda aquella experiencia, y, lo que es peor, en el fondo temía estar condenada, por algún defecto suyo, a repetir de manera inevitable la experiencia con otro hombre”.
Me contaba un amigo biólogo que parece como si el instinto guíe a la mujer a unirse a quien es compatible para buscar una descendencia óptima, y que a veces lo hace aunque no haya compatibilidad para congeniar, cosa que va apareciendo poco después. La naturaleza protege la pareja con una química para que si viene algún hijo se encuentre en el entorno adecuado…
Cuenta también Doris del caso de la señora Brown, protagonista que siente todo tipo de males, como reumatismo, pero en realidad el mal que tiene es que “está sola y abandonada, y se inventa síntomas para clamar al mundo para que alguien le haga caso”. Es el drama de la soledad, pago de huir de un amor-atadura: la mujer libre está sola.
Molly, otra protagonista, era “cobarde; siempre prefería ceder que provocar peleas o escenas”, a ella le parece que las mujeres libres son “inseguras y desarraigadas”, y decía: “¿Qué son esa seguridad y ese equilibrio que se supone que son tan buenos? ¿Qué mal hay en vivir emocionalmente al día en un mundo que cambia tan rápido?”. Ella peca por ingenua, pues sufre la infidelidad: «Y claro, Richard le fue fiel justo el tiempo que lo son el resto de los hombres, es decir, hasta que ella ingresó en la clínica de maternidad para tener la primera criatura”, que es cuando los maridos “de repente, siempre quieren acostarse con una de las amigas de su mujer”. Y plantea la caricatura del matrimonio burgués: la mujer desgraciada ligada a los hijos, el marido que no sabe enamorar a su mujer porque la desprecia. Y en medio de esa psicología tortuosa llena de miedos, va haciendo mella el miedo de la soledad.
Y plantea la caricatura del matrimonio burgués: la mujer desgraciada ligada a los hijos, el marido que no sabe enamorar a su mujer porque la desprecia. Y en medio de esa psicología tortuosa llena de miedos, va haciendo mella el miedo de la soledad
Cuando se enamora Anna, la protagonista principal, se encuentra feliz con Paul… Cuando uno está enamorado, le gusta todo lo de la persona a la que ama. En ese primer fuego, a ella “se le avivó el ánimo de una manera tan repentina, que se sintió embriagada. Además, sabía que aquel hombre iba a ser su amante, lo sabía por el placer que le producía su voz, y aquello le llenaba de secreta alegría”. Otra vez la fatalidad de una atracción no libre. Cuando ya viven el encuentro, sigue el éxtasis y vivir en esa nube de color rosa a pesar de que algunas faltas de respeto. Y es que todo está bien, cuando el amor es ciego. Pero ese tipo de amor provoca con frecuencia dependencia: ella “no se había sentido libre. Ahora se sentía, no libre, sino desconectada, o como si flotara en la voluntad de otra persona: la de Paul… se abandonó al amor que Paul le profesaba, y dejó de pensar (…) no se puede imaginar la vida sin ese hombre”. Ver las cosas con los ojos del amado es algo bonito, pero ella pierde la libertad. Ella está llena de ingenuidad, pero aparece una falta de confianza en sí misma y se va encontrando mustia, además intuía el final: “Esto fue poco antes del final, antes de que Paul la dejara. En pocas palabras, emocionalmente ya sabía la verdad, aunque la mente no la aceptara”. Es una atadura: “Era como si Paul se hubiera llevado no sólo su capacidad de experimentar alegría, sino también su voluntad… con Paul, se había acostumbrado a no mirarse nunca a ningún hombre, aunque fuera casualmente, porque era muy celoso. Con él, se comportaba como las mujeres de los países latinos, encerradas siempre en casa…”.
Doris tiene hace ahora 60 años esa visión negativa de la difícil conjugación de amor y libertad: “Hemos escogido ser mujeres libres, y ese es el precio que debemos pagar. Esto es todo…”. La mujer libre acaba sola. El amor puede ser difícil, pero la soledad lo es más. Curiosamente, pues “la mujer independiente, sólo era independiente… cuando tenía un hombre que le amaba”. Porque es “cuando el calor de un hombro contra la palma de la mano representa el placer que puede encontrarse en la vida”. Con los años ha mejorado esta situación de la dignidad femenina, pero hay algo que pienso que continúa vivo, y es como el lema de la novelista: que “no hay ninguna mujer en el mundo que quiera vivir sin amor”.
Los relatos sobre el amor, asuntos de hombres y mujeres, de las relaciones entre las parejas son lúcidos y objetivos. Me gusto est que menciona aqui llucia: “no hay ninguna mujer en el mundo que quiera vivir sin amor”.Gracias por compartir