Deformación legal de la conciencia
Nuestro Gobierno, que se autodefine como progresista, sigue aprobando unas leyes de ingeniería social que nos retrotraen a las épocas más oscuras de la historia de la humanidad: aborto, eutanasia, experimentación médica con infantes… Y cuando alguien osa criticar alguna de esas leyes, suele recibir una respuesta que, en apariencia, es incontestable: nadie te obliga a abortar, a suicidarte o a mutilarte.
Parece mentira que la ministra de Igualdad, la señora Irene Montero, sea licenciada en Psicología. ¿Cómo es posible que desconozca las etapas evolutivas y formativas del ser humano? ¿Cómo es posible que ignore que en la formación de la conciencia el papel de las leyes, de lo que es legal o no, es fundamental? Con la aprobación de la ley de la eutanasia y el suicidio asistido se da un gran paso atrás en la prevención del suicidio en los centros educativos. ¿Cómo vamos a persuadir a un joven para que no piense en quitarse la vida, cuando en nuestro país el derecho al suicidio tiene rango de ley? Con la ley del aborto, reconocido ahora como un derecho de la mujer, desaparecerá del currículo escolar el tema de la despoblación por el bajo índice de natalidad. ¿Cómo se va a plantear este problema poblacional, cuando su solución, el tener más hijos, choca directamente contra ese nuevo derecho del aborto?
Parece mentira que sea madre de tres hijos pequeños y afirme que los niños tienen derecho a tener relaciones sexuales con quien quieran si consienten en ello. Primero, los niños pequeños ni se plantean ni saben qué es eso de tener relaciones sexuales. Segundo, un niño siempre consiente o disiente fiado y dirigido por sus padres, maestros o personas adultas. Que haga la prueba la señora ministra con un “cariño mío, ¿verdad que sí quieres tener relaciones sexuales con un desconocido?”. A ver qué le responde su pequeño de 2 años.