Formación Profesional desde una perspectiva europea
Una abundante oferta de empleo sin requisitos de cualificación formal y con remuneraciones por encima de la media podría desincentivar la prolongación educativa | © Iryna
La continua mejora de los niveles educativos en nuestro país, que partía históricamente de un nivel significativamente inferior al de los países de nuestro entorno europeo, ha permitido una cierta convergencia hacia los promedios de la Unión Europea en las últimas décadas.
Pese a estos avances, en 2021 persistía todavía un doble problema estructural. De un lado, existía un porcentaje muy elevado de personas con bajo nivel formativo, problema difícil de superar en tanto no se redujeran aún más los elevados niveles de abandono escolar temprano. De hecho, España mantiene el mayor porcentaje en la Unión Europea, tras Portugal y Malta, de población con un nivel de formación inferior a segunda etapa de Educación Secundaria Obligatoria.
Del otro, una distribución de la población que se polariza en los niveles formativos más bajos y más altos, con un peso en los niveles medios bastante inferior al del conjunto de la UE, que prácticamente dobla el porcentaje español. Una estructura que no responde a las necesidades de nuestro mercado laboral, sobre todo si atendemos a las proyecciones futuras2 que apuntan a una mayor demanda en los niveles superiores y, sobre todo, intermedios.
Si a este déficit en los niveles de cualificación añadimos que aproximadamente la mitad de la población en edad de trabajar no tiene ninguna cualificación formal que acredite una especialización profesional para el mercado de trabajo (sea universitaria o de Formación Profesional), resulta evidente la importancia de perseverar en los esfuerzos para promover una mayor participación en la Formación Profesional, en particular en sus niveles medio y superior.
Los datos de 2020-21 que muestra este informe pueden considerarse en la buena dirección, en la medida en que consolidan el crecimiento del alumnado matriculado en Formación Profesional, sobre todo en los niveles medio y superior. Pese a ello, las cifras españolas se sitúan todavía por debajo de los promedios de la Unión Europea.
En el nivel de Formación Profesional Básica y equivalente, la tasa bruta de escolarización venía creciendo significativamente desde el curso 2008-09 y, tras una reducción experimentada en 2014-15, se ha estabilizado entre un 9% y un 10% en los últimos años, tal y como se observa en el gráfico 1. En los ciclos de Grado Medio, el aumento del alumnado fue más notable, sobre todo entre 2007-08 y 2013-14, en los que la tasa bruta de escolarización creció 13 puntos, estabilizándose desde entonces entre el 35% y el 38% (gráfico 2).
En los ciclos de Grado Superior, por su parte, el crecimiento de la tasa de escolarización se ha mantenido más o menos constante desde el año 2008- 09, hasta llegar al 42,7% en el curso 2020-21, lo que duplicaría las tasas de 2002-03.
Siendo estos datos positivos, quizás puedan ser todavía insuficientes en lo que se refiere al peso de la Formación Profesional en el conjunto del sistema. Según los últimos datos que ofrece la Agencia Europea CEDEFOP, en España, solo uno de cada tres estudiantes de Educación Secundaria Superior cursa Formación Profesional frente a Bachillerato, cuando en el conjunto de la Unión Europea es uno de cada dos estudiantes. Estos porcentajes, además, han permanecido relativamente estables.
Por otro lado, las tasas brutas de matriculación por comunidades autónomas presentaron una dispersión relevante, sobre todo en Grado Superior, donde varían entre el 27% en Baleares y el 55% en Galicia, como se muestra en el grafico 3. En Grado Medio las diferencias se sitúan entre el 44,7% de la Comunidad Valenciana y el 28,2% de Canarias.
Entre otros factores, algunos análisis apuntan a la presión del mercado de trabajo dependiendo de la situación concreta en algunas comunidades y sectores, como el turístico en las islas. Según esta tesis, una abundante oferta de empleo sin requisitos de cualificación formal y con remuneraciones por encima de la media podría desincentivar o competir con la prolongación de la educación inicial de los jóvenes. Esto influiría en otro dato, que ha sido el aumento de alumnos de mayor edad en los momentos del ciclo económico en los que aumenta el desempleo.
En este contexto, se ha venido apuntando en los últimos años a la modalidad de Formación Dual como un elemento dinamizador de la Formación Profesional, tanto por el hecho de basar la formación en un entorno de trabajo real, realzando sus aspectos más prácticos y la adquisición de competencias de alta empleabilidad, como por la posibilidad de obtener una remuneración desde el periodo formativo y una transición más rápida al empleo ordinario.
Hay que destacar que, aunque los esfuerzos para promover la formación dual han sido importantes, y la reciente reforma normativa profundiza en esta línea, el peso de esta modalidad de formación en nuestro país es todavía limitado. En el curso 2020-2021 supuso el 5,7% del alumnado de Grado Superior, el 3,8% del Grado Medio y el 1,1% de la FP Básica. Se trata todavía de porcentajes a gran distancia de la media de la Unión Europea, donde aproximadamente un 30% del alumnado de FP basa su formación en el centro de trabajo, según datos ofrecidos por el CEDEFOP.
Entrando en otros indicadores comparados, algunos datos son poco alentadores. Desde los muy pobres resultados obtenidos en el Programa PIAAC de la OCDE3, que evalúa competencias básicas de procesamiento de la información de la población adulta (concretamente de comprensión lectora y matemáticas), hasta el penúltimo puesto de nuestro país entre los 31 analizados en el denominado “European Skills index”, un índice compuesto elaborado por el CEDEFOP sobre la base de 15 indicadores4, que recoge alguno de los aspectos ya citados como el abandono escolar temprano o la población con Secundaria Superior, junto a otros vinculados al mercado de trabajo, como la transición al empleo, por citar alguno.
Por su parte, el grado de desajuste entre las competencias profesionales de la población y las necesidades del mercado laboral puede estimarse por la percepción de las empresas, de los trabajadores, o mediante estimaciones cuantitativas. De acuerdo con la Encuesta Europea de Empresas5, aproximadamente 3 de cada 4 trabajadores tiene las competencias requeridas en su puesto de trabajo, mientras que un 13% estaría sobrecualificado (algo menos que el 16% en la UE), y un 12% estaría infracualificado (porcentaje muy similar, aunque ligeramente superior en la UE).
La percepción de los propios trabajadores, con datos de la Encuesta Europea de Condiciones de Trabajo6, apuntaría a un desajuste aún mayor. Las estimaciones cuantitativas de la OCDE7 basadas en comparar el nivel educativo de los trabajadores con el más frecuente en su ocupación elevarían la sobrecualificación e infracualificación en España hasta un 20% y 21% respectivamente, por encima de la media tanto de la Unión Europea como de la OCDE (gráfico B). Por otro lado, el desajuste derivado de trabajar en un campo profesional diferente de aquel en el que te has formado alcanzaría a un tercio de los trabajadores (cifra similar a la media europea y de la OCDE).
En definitiva, sin necesidad de afinar el grado de desajuste entre formación y necesidades laborales, es evidente que es significativo. La manera más habitual de compensarlo es la formación permanente a lo largo de la vida. En este terreno, nuestro país sí muestra un dato positivo, con un grado de participación en actividades formativas de la población adulta que se sitúa algo por encima de la media de la Unión Europea, aunque ciertamente todavía a distancia de los países con mayores porcentajes de participación, como los Países Bajos y los nórdicos, tal y como se observa en el gráfico 4.
En definitiva, del análisis de los datos educativos de la Formación Profesional, cabe felicitarse de que la evolución siga siendo positiva en distintos ámbitos, pero debemos ser conscientes de la importante brecha y pesados lastres que aún nos quedan por superar en materia de Formación Profesional Básica y de la relevancia que también tiene la formación continua.
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Juan María Menéndez-Valdés Álvarez¹ es profesor adjunto del IE University, asesor y consultor
Este artículo forma parte del informe anual, el octavo de la serie titulada Indicadores comentados sobre el estado del sistema educativo español. La Fundación Ramón Areces y la Fundación Europea Sociedad y Educación reúnen, desde 2015, una selección de datos descriptivos sobre la situación y evolución del sistema educativo español, utilizando fuentes estadísticas y estudios nacionales e internacionales, y los abordan desde una perspectiva comparada y actualizada a 2022.
Notas
(1) Juan María Menéndez-Valdés ha sido director ejecutivo de Eurofound y presidente del Consejo de Administración del CEDEFOP.
(2) Skills forecast del Centro Europeo para el Desarrollo de la Formación Profesional (CEDEFOP)
(3) Resultados PIACC para España
(4) Resultados para España del European Skills Index
(6) Eurofound, EWCS 2015 (últimos datos disponibles debido a la disrupción en 2020 por la pandemia).
(7) La OCDE publicó en 2017 una base de datos sobre necesidades de competencias, en la que incorpora indicadores de desajustes por nivel de cualificación (sobrecualificación e infracualificación), o por campo de estudio. Nótese que las mismas personas pue- den presentar simultáneamente ambos desajustes y que el desajuste por campo de estudio puede ig- norar formación realizada en el empleo. En la misma base de datos pueden consultarse también las competencias en las que hay más escasez respecto a la demanda y otra información relacionada. https:// www.oecdskillsforjobsdatabase.org/imbalances. php#ES/_/_/_/