Stop. No les robes la infancia

Multitud de estudios vienen alertando desde hace tiempo del riesgo del efecto de las tecnologías en el desarrollo de los más pequeños. Así, la American Academy of Pediatrics señala en un informe: “Cuanto más sabemos sobre el desarrollo temprano del cerebro, entendemos mejor la necesidad del juego basado en la interacción humana. No existe pantalla, videojuego o aplicación que pueda reemplazar las relaciones que se forman jugando».

Está demostrado que la disminución de la facultad del aprendizaje se relaciona con la exposición temprana y de demasiada intensidad a la tecnología. Además, en cuanto el tiempo libre del menor lo acaparan las pantallas, los videojuegos y las Redes Sociales estamos propiciando que generen ansiedad, depresión, insomnio, trabas para desarrollar habilidades interpersonales, motoras, de comunicación…

Desde la Asociación Teatro de Conciencia, a la que pertenece el programa de Educación emocional para la convivencia “En Sus Zapatos: Un Espacio de Empatía Activa” –que ha llegado a 85.000 alumnos, docentes y familias en España– lanzan la campaña de concienciación “Stop. No les robes la infancia”, que cuenta con la colaboración comprometida de la Fundación Aprendiendo a Ser y la Fundación Gomaespuma, organizaciones que también están volcadas con la promoción de la Educación socioemocional de los más pequeños. Con esta campaña quieren alertar de los riesgos que suponen las tecnologías para los menores, y también alentar a recuperar el espacio de la fantasía en la vida de los niños, animando a los progenitores, tutores, maestros y familiares a potenciar el uso de los cuentos y del juego creativo para dejar que regresen las hadas, los dragones y los bosques encantados. «Solo de este modo permitiremos a los más pequeños un desarrollo adecuado», indican.

Resulta esencial que el juego dé la oportunidad al niño de dedicarse al mundo de la fantasía creadora no la que proponen los videojuegos sino la que surge al jugar con cosas, al jugar entre sus iguales. Las películas, la televisión y los videojuegos –las pantallas en general– son los peores amigos en el mundo de la infancia. En cambio, con la lectura de los cuentos “de toda la vida” el niño conecta con un mundo fantástico, que no solo reconoce, sino que le es muy saludable y le prepara para los desafíos de la vida adulta en un lenguaje que puede comprender desde su subconsciente profundo”, explica Pax Dettoni, antropóloga social, experta en Educación emocional, creadora del programa “En Sus Zapatos” y escritora de cuentos como Talambote y La Nuez Mágica.

Fantasía y desarrollo cognitivo

El poder de la fantasía va mucho más allá de un mero hecho de diversión y distracción de los menores, ya que fomentar esta fantasía creadora en la infancia se convertirá después, en su adolescencia, en la imaginación creativa que les dotarán de mayor creatividad y también de pensamiento deductivo.

Los adultos tenemos la responsabilidad de velar por la infancia, y eso significa no permitir que las tecnologías invadan todo el mundo de los menores, a la vez que supone promover espacios de imaginación y fantasía con el juego y los cuentos. Además, los adultos de referencia de los menores –progenitores y tutores, principalmente– son sus modelos, y los niños replicarán lo que les vean hacer a ellos; por lo que el uso moderado por parte de los adultos es también otro reto a tener en cuenta.

En muy pocas palabras, diríamos que los adultos debemos ponernos “en los zapatos” de esa personita que se está formando, sabiendo que el acceso a la fantasía le hace bien, mientras que el acceso a la tecnología no.

«Los cuentos tradicionales llenos de historias mágicas, hadas, animales que hablan, bosques encantados, brujas, reyes buenos y malos, campesinos valientes y brujas que engañan son un alimento imprescindible para el niño o la niña si queremos nutrir aquello que habita en ellos y que no se ve. Así como lo es el juego creativo, que se caracteriza por contar con ninguno o pocos juguetes, y sobre todo, que los pocos juguetes no sean “perfectos”, ya que de este modo tienen ellos que apelar a su músculo de la fantasía para hacer “realidad” lo que imaginan», afirma Pax Dettoni.