Carta a los jóvenes
Soy consciente porque me llaman muchísimos medios de comunicación de radio, de televisión, escritos, de que se aborda el tema de la juventud como un problema. Accidentes, hechos estúpidos, agresiones, acosos, violaciones. Y últimamente transmito a la sociedad que esta no es la juventud, sino algunos elementos de la misma y que no les representan. Sé de lo que hablo porque llevo muchos años como profesional, y como referente de la sociedad española.
Se hace flaco favor a las generaciones que llegan señalándolas como irresponsables y sorprendiéndonos de sus conductas, sus sentimientos y sus planteamientos existenciales. No es justo y no lo es porque se repite como la gota malaya, generación tras generación.
Podemos señalar y debemos hacerlo, qué es lo mejorable en la infancia, en la adolescencia, en la juventud, pero es tan injusto como lesivo valorar generación tras generación a quienes tienen menos años como una herencia equivocada. Al fin estos niños, estos adolescentes, nuestros jóvenes son como son por cómo los hemos educado y por el ejemplo o el mal ejemplo que les hemos dado. Estoy señalando que esta forma de conducirnos resulta contraproducente.
Es mucho mejor, resulta más eficaz hablar de lo que tienen de positivo, de su lealtad, de su compromiso con el planeta, de su solidaridad, de su apertura de miras, para hacerles partícipes como ciudadanos que son de este nuestro mundo, que no debe esperarles en el futuro sino comprometerlos en el presente, también para afrontar los dilemas que toda sociedad en evolución lleva.