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Evaluación instrumentalizada

Antonio Montero Alcaide
Inspector de Educación
30 de junio de 2023
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La incorporación de las competencias al currículo del sistema educativo, a partir de las Recomendaciones del Consejo de la Unión Europea, tiene lugar, en el caso español, con la reforma de la LOE (2006), posteriormente modificada por la LOMCE (2013) y la Lomloe (2021); si bien las competencias se mantienen como elemento estable –probablemente por su carácter europeo, pero no ajeno a las controversias, los posicionamientos y los análisis–.

Es apreciable, entonces, la caracterización competencial de los procesos de enseñanza y aprendizaje y, particularmente, de la evaluación del alumnado a partir de criterios consonantes. Sin embargo, los instrumentos de evaluación han tenido, y tienen, un protagonismo principal como medios y recursos de la evaluación. De ahí que un primer cambio corresponda al paso de la evaluación basada en instrumentos a la evaluación “criterial”. Como consecuencia, los instrumentos –variados y diversos– han de elaborarse a partir de la formulación de los criterios de evaluación que dan referencia a la valoración de los resultados del aprendizaje del alumnado. Asimismo, a la propia valoración de los procesos de enseñanza y de las prácticas docentes del profesorado, de acuerdo con el carácter, amplitud y destinatarios de la evaluación formativa.

Considerado el cambio de la evaluación instrumental a la evaluación “criterial”, otros aspectos significativos se refieren a las calificaciones con que se expresan los resultados del aprendizaje. Es evidente, tras la reforma de la Lomloe (2021), la opción cualitativa, en lugar de numérica, para tales calificaciones, en el caso de la educación básica, e incluso el título al que esta conduce no incorpora una nota media de la etapa en el Graduado de Educación Secundaria Obligatoria. Además, el paso de la evaluación instrumental a la “criterial” conlleva decisiones con respecto a la posibilidad o no de ponderaciones atribuidas tanto a instrumentos como a criterios.

Los instrumentos de evaluación han tenido, y tienen, un protagonismo principal como medios y recursos de la evaluación

En el primer caso, la evaluación sostenida en instrumentos suele atribuir porcentajes a los resultados obtenidos en unos u otros (pruebas escritas, tareas, participación en sesiones de clase…). Y la evaluación basada en criterios puede considerar, en función de la relevancia de cada uno de los criterios, ponderaciones de estos, a fin de expresar la valoración de los logros de aprendizaje. Aunque, más allá de porcentajes atribuidos a criterios o instrumentos, se considera la conveniencia de una evaluación referida a desempeños. Esto es, establecidos grados progresivos de adquisición de los correspondientes criterios, generalmente a través de una rúbrica de evaluación con grados equivalentes a las distintas valoraciones cualitativas (insuficiente, suficiente, bien, notable, sobresaliente), los resultados de los instrumentos de evaluación, distintos para cada uno de los criterios de acuerdo con la naturaleza de los logros, se consideran en un balance conjunto, y no ponderado, a fin de decidir la valoración resultante. Por otra parte, para la valoración y calificación final de las áreas o materias, el balance conjunto y global afecta al conjunto de los criterios de evaluación establecido para cada una de ellas.

Así las cosas, cuestiones como la autonomía pedagógica, las decisiones de los equipos docentes referidas a la evaluación, promoción y titulación del alumnado, la objetividad de la evaluación, el conocimiento de los procesos y referencias con que esta se lleva a cabo, por parte del alumnado y las familias, generan situaciones de indefinición, incluso a veces de inviabilidad o no ajustadas al necesario principio de realismo, con necesidad de orientaciones, e incluso prescripciones, más explícitas y, por esto mismo, menos ambiguas.

En caso contrario, la evaluación no es que pueda considerarse instrumental, “criterial”, competencial o de desempeño, sino que, al cabo, resultaría una evaluación instrumentalizada y, todavía peor, sin fines compartidos que conseguir al instrumentalizar la evaluación. Mas esto no es lo mismo que la evaluación instrumental, por relativa a los instrumentos de evaluación.

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