La tiranía de la malformación sexual
Ese chico lleva más de diez años, desde que cursaba Educación Infantil, recibiendo una consigna clara y unidireccional: el deseo de placer sexual, esas apetencias primarias que, aseguran con ignorancia, no hacen daño a nadie, debe ser aplacado sin represión alguna y guiado por las fantasías que a uno se le ocurran. De ahí que, siguiendo esas consignas y técnicas de malformación sexual, buscara de forma instintiva y desde bien pequeño el placer consigo mismo y también con los demás, con el consentimiento por delante, faltaría menos, sin importar el número de personas que conformara ese “los demás”.
Pero resulta que ahora, cuando está a punto de finalizar segundo de Educación Secundaria, ha incumplido esa premisa inflexible de “no hacer daño a nadie”, pues va a maltratar a sus abuelos mandándolos al exilio vivencial. Y todo porque, a sus recién estrenados catorce años, “se ha echado” una novia y desea adelantar, nada menos que unos quince años, esa luna de miel que se suele realizar tras la boda. De todos modos, la degustación de la tarta nupcial sí que la pospondrán el tiempo que sea menester, todo sea dicho de paso. Pues lo que decíamos, que el destino elegido para satisfacer esa apetencia, ese deseo sexual alentado desde la tierna infancia que por derecho debe ser concedido y consumado, ha sido la vivienda actual de sus abuelos.
El adolescente ha logrado torear los posibles remordimientos de su liviana conciencia, pues piensa que él no tiene la culpa de que sus abuelos vivan en un fantástico chalé, de que a su edad ya esté saliendo con una chica tan receptiva y de que sus padres se arrastren como esclavos ante todas sus apetencias. Por eso, el próximo fin de semana, sus abuelos han de dejar libre su propia vivienda, serán expulsados por tiempo definido de su hogar, para que su nieto y su joven novia puedan disfrutar de un nido de desamor egocéntrico fuera de tiempo y de lugar.
Ver para creer y reflexionar, pues algo grave está fallando en la educación de la sexualidad que se imparte en el seno de las familias y en los centros escolares, donde el sentido común brilla por su ausencia y la confusión es el criterio que impera. Algo habrá que hacer, ¿no creen?