Adela Cortina como inspiradora de una educación en DD.HH. para una ciudadanía democrática
La catedrática de Ética de la Universidad de Valencia abrió con su conferencia magistral el 'Diálogo sobre Educación en DD.HH. para una ciudadanía democrática: una agenda común de la Unión Europea y América Latina.'
Estas son las claves de su discurso al hilo del 75 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Estas son las claves de su discurso al hilo del 75 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
RedacciónMiércoles, 26 de julio de 2023
Adela Cortina, durante su conferencia magistral en el Diálogo de Alto Nivel 'Educación en derechos humanos para una ciudadanía democrática: una agenda común de la UE y América Latina'.
- Paz justa. La pensadora empezó contextualizando la Declaración Universal de los Derechos Humanos, «un auténtico acontecimiento histórico en el nivel ético, jurídico, político, en todo el nivel de la humanidad». Como explicó la filósofa, estos derechos salen a la luz tras la Segunda Guerra Mundial «como la mejor garantía para conseguir una paz justa». Una paz, explicó, que «no puede consistir en que los débiles, los peor situados, se contenten con las migajas y transijan». Una paz que se logra cuando los derechos de los seres humanos son respetados y puestos efectivamente en el primer lugar. Y que pasa, como sostiene Hobbes, por destruir las causas de la guerra para así evitar que estalle una posible conflagración.
- Dignidad y no precio. El artículo 1 de la declaración establece que «Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos». Para Adela Cortina, siguiendo la Fundamentación de la metafísica de las costumbres de Kant, esto es así porque los seres humanos tienen dignidad, y no un simple precio, y porque son miembros de la familia humana: «Lo que tiene precio se puede intercambiar por algo equivalente; el ser humano no tiene un equivalente, no se puede intercambiar, el hombre tiene dignidad y es sagrado para el hombre, no se puede dañar, no se le puede instrumentalizar y todo debe ser puesto a su servicio».
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Con el capitalismo todo se mercantiliza, pero el ser humano no es una mercancía, no se puede intercambiar por un precio
"- Educación en DD.HH. Siguiendo este hilo, la tarea de la educación debe ser enseñar a valorar lo que vale por sí mismo. «Podemos hacer leyes, constituciones e instituciones, pero si no aprendemos a valorar lo que vale por sí mismo, al ser humano, si no educamos nuestros ojos para ver que en cada persona hay algo que merece la pena ser valorado y respetado, no estaremos defendiendo los derechos humanos».
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Podemos hacer leyes, constituciones e instituciones, pero si no aprendemos a valorar lo que vale por sí mismo no estaremos defendiendo los derechos humanos
"- Los DD.HH. se reconocen y no se conceden. «Hoy en día se habla de la necesidad de un nuevo contrato social y no, la tradición de los derechos humanos no es la del contrato, sino la del reconocimiento», sentenció la pensadora, que defendió que los DD.HH. no son algo que vamos a decidir dar a alguien sino algo que el ser humano tiene y que hay que aprender a reconocer, situándose en la tradición del reconocimiento mutuo de Axel Honneth, Paul Ricoeur, Jünger Habermas o Karl Otto Apel. «No se trata de organizar un mundo con el dar y recibir, con el toma y daca, un mundo del intercambio en el que yo cumplo mis deberes y tú respetas mis derechos. Todos nos reconocemos y valoramos mutuamente como seres humanos y, por eso, cuando viene un inmigrante o alguien que no es un «ciudadano» no debemos tratarle mal. No se le respeta por ciudadano sino porque es persona, le reconocemos como persona».
- Democracia. Con Habermas, Adela Cortina considera que los derechos humanos solo están protegidos en sociedades democráticas. «Está habiendo un pequeño retroceso en democratización, y deberíamos aumentar el número de países democráticos y consolidar la calidad de la democracia, porque no hay otro lugar desde el que se defiendan los DD.HH.».
- ¿Para qué y en qué educar? De nuevo con Kant, ahora con su Tratado de pedagogía, Cortina cree que la persona lo es por la educación, la educación es «lo que le hace ser». Para Cortina, se debe educar en competencias, en conocimiento, en prudencia para elegir una buena vida, una vida realmente feliz, educar en la sabiduría moral, en la justicia y en la compasión. «Hemos de educar para un futuro mejor que hay que construir».
Los conocimientos evolucionarán, pero se debe partir de los que hoy se pueden tener. Se debe educar para buscar información y comprenderla, pero dándole un sentido. Se deben desarrollar competencias digitales y para manejar sistemas inteligentes, para que el alumno sepa que son instrumentos al servicio de las personas, que tienen dignidad y no un simple precio. Hay que acercar a estos sistemas inteligentes «explicando a los alumnos que las plataformas no son neutrales, que intentan que se queden cada vez más, que no se marchen de ellas, que nuestros datos son el oro negro de toda la economía, criticando el capitalismo de las plataformas y transmitiéndoles que han de ser críticos, autónomos, que no deben dejarse manejar de ninguna manera».
- Educar para la felicidad. La educación en Occidente ha de tener, desde la perspectiva de Adela Cortina, dos metas: educar personas que tengan la ambición de ser felices, que deseen ser felices y se arriesguen por ello, y defender esa felicidad desde exigencias de justicia.
Porque lo dijo Kant, porque lo dijo Aristóteles, y aunque no lo hubieran dicho. «A mí me deprime encontrarme alumnos que han tirado la toalla, que dicen que es imposible ser felices. No hay que imponer modelos de felicidad, pero hay que ofrecer, invitar, educar para la felicidad, para una vida buena, que merezca la pena ser vivida. Y mostrar que para conseguirla se debe adoptar una virtud clásica: la prudencia. El prudente busca lo que le conviene para ser feliz y se contenta con lo suficiente y no busca lo máximo, se da cuenta si está comprometiéndose con algo que le va a llevar donde no quería y a enajenarle», argumentó Adela Cortina, que incluye en este punto la cada vez mayor incidencia de enfermedades mentales en niños y jóvenes, con un sufrimiento que en algunos casos les lleva al suicidio. Y que lo relaciona con «el mundo de la pantalla, de la exterioridad, de si gusto o no», de las nuevas adicciones tecnológicas, de internet, que quizá no nos hace más estúpidos, pero sí más superficiales, de alumnos acostumbrados a «mariposear» a los que les falta «atención, profundidad», algo que está derivando en enfermedad.
- Educar en la justicia. Para Cortina, los derechos humanos son unos «mínimos de justicia que hemos aceptado libremente y proclamado al mundo». «Si no los cumplimos estaremos bajo mínimos de humanidad», indica la autora de Ética mínima, que distingue la felicidad, que «se invita», «se propone», y la justicia, que «se exige». Los derechos humanos, en este sentido, son una cuestión de exigencia. Y por ello se deben «proteger y estudiar en todas las escuelas, institutos y universidades». «Debe haber una asignatura de Ética en ESO, a poder ser en el 4º curso. Por favor, tomen nota. Tienen que aprender la historia de sufrimiento que hay detrás de una declaración que no surgió un buen día, por las buenas, y las reflexiones filosóficas y humanistas que lo refrendan».
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Debe haber una asignatura de Ética en ESO, a poder ser en el 4º curso. Por favor, tomen nota
"- Educar en la compasión. «Si la humanidad no se rige por el principio de compasión estamos perdidos. Por eso esta idea está presente en todas las éticas y religiones». La compasión va más allá de la empatía, del ponerse en el lugar del otro, de darse cuenta de si está triste o alegre. «Implica ponerse en el lugar del otro, alegrarse con su alegría y comprometerse a sacarle del sufrimiento cuando está triste. Compasión es empatía y compromiso». La declaración de derechos humanos es un compromiso para estar con los que sufren y ayudarles a salir de su sufrimiento, para sacar lo mejor de sí mismos y conseguir personas excelentes que puedan llevar adelante una democracia en que todos se sientan acogidos, en que no haya excluidos.
- Saber hablar, leer, escribir, argumentar. «Se está perdiendo la costumbre de hablar. Los chicos cada vez tienen más miedo de hablar. El que no sabe hablar no tiene libertad de expresión. Cada vez más chicos dicen “Me lo sé, pero no lo sé decir”. A mí esto me angustia. Es una frustración: Romper la comunicación es no ser libre para expresarse», relata Cortina. «Cada vez saben escribir menos. El que no sabe escribir se siente absolutamente inferior, plegado», prosigue la pensadora, que subraya la necesidad de saber argumentar «en un mundo polarizado, en el que funciona el emotivismo, en el que no hay argumentación, no hay gente deliberando en la plaza pública, sino argumentarios».
- Educar en la colaboración. «El reconocimiento nos constituye. El individualismo es falso. No somos individuos separados, somos seres en relación, en diálogo; lo que nos constituye como personas es el diálogo, el reconocimiento propio. Yo puedo decir «yo» porque alguien me ha dicho antes «tú». Somos tú y yo, en relación, en cooperación».
- Educar contra la pobreza y la aporofobia. Es el primero de los Objetivos de desarrollo sostenible y ya no habla de reducir, sino de acabar con la pobreza. «No hay derecho a que pleno siglo XXI haya gente pobre cuando hay riqueza suficiente para que nadie tenga que padecer la pobreza involuntariamente y cuando el primer derecho de los seres humanos es poder llevar adelante los planes de vida que cada uno tiene razones para valorar», concluyó la filósofa, creadora del término aporobofia [fobia a las personas pobres o desfavorecidas]. «Despreciar a los peor situados o menos aventajados, a los que nos parece que no tienen nada que ofrecer a cambio, es una indignidad», remató.