Educación musical de la sexualidad
Decía un buen profesor universitario que si la verdad no existía, no sabía qué es lo que él estaba enseñando a sus alumnos: ¿una mentira tras otra? Y algo así ocurre cuando hablamos de la educación de la sexualidad en esta era progresista: se deja a un lado la verdad de fondo, su individualidad masculina o femenina, su carácter procreativo y unitivo, y se profundiza en esa visión egoísta que sólo busca el placer individualizado y la confusión ideológica basada en el sentimentalismo.
De ahí que algunos padres traten de educar a sus hijos en la verdad, por muy burda que ésta resuene, a tiempo y a destiempo, y hasta escuchando canciones en sus viajes por la carretera. Esa tarde le tocó a la madre elegir la primera pieza, tras consultar a la hija quién iba a ser el primero en elegir, claro está, y puso en su móvil una canción muy marchosa de la década de los noventa. Después, con el permiso concedido por la niña, le tocó el turno al padre y éste quiso aprovechar esa oportunidad para profundizar en una gran verdad sobre el cuerpo sexuado del ser humano. Tras escuchar la canción paterna “educativa”, le tocó el turno de elección a la hija de 3 años y ésta afirmó sin dudarlo: quiero la misma canción que papá. Y ahí que volvieron a resonar esos mismos acordes y el acompañamiento coral familiar.
Más de uno ya se imaginará qué melodía se oyó doblemente durante el viaje en coche esa tarde de finales del verano. Así es. Era la versión primigenia, no la actualizada por la corrección política imperante, de una canción de “Los Inhumanos” que repite constantemente dos verdades corroboradas desde siempre por la ley natural: las chicas no tienen pilila y nunca la tendrán.