Las desigualdades educativas matan a 10.000 personas más al año que el tabaco
Las personas con estudios superiores tienen habitualmente mayores ingresos, recursos y conocimiento sobre salud y bienestar, apuntan los investigadores.
Así lo pone de manifiesto un estudio presentado este jueves en el marco de la 41 Reunión Anual de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE) y el XVIII Congresso da Associação Portuguesa de Epidemiologia (APE), que reúne hasta el viernes a más de 800 expertos en Oporto. Sergi Trias-Llimós, investigador Ramón y Cajal del Centro de Estudios Demográficos de Barcelona, y Unai Martín, profesor titular en el Departamento de Sociología y Trabajo Social de la Universidad del País Vasco, llegaron a esta conclusión tras analizar la mortalidad del periodo 2016-2021 con datos del INE sobre edad, sexo, causa de muerte y nivel educativo, de primaria a enseñanza superior. Conclusión que resume así Martín: «La desigualdad por nivel educativo mata más que el tabaco». En concreto, 10.000 personas más cada año.
De acuerdo con el estudio, en ese periodo fallecieron en España 416.936 personas; el 15,6% de esas muertes (64.690 en total, de las que 45.865 fueron de hombres y 8.907 de mujeres) se atribuyen a la desigualdad educativa, frente al 13,1% achacable al consumo de tabaco (54.772). Aunque hay diferencias por sexos: las desigualdades educativas estuvieron detrás del 17% de los fallecimientos de los hombres frente al 21,7% del tabaquismo y en las mujeres esos porcentajes fueron del 14,1% y el 4,3%, respectivamente.
La cosa cambia además según la edad: en ambos –aunque ligeramente inferior en ellas–, la desigualdad fue mayor para los grupos de edad joven (alrededor de la mitad entre 30 y 39 años) y por debajo del 5% para el de mayores de 90. El tabaquismo llegó a su pico a los 60 años con un 35%.
Hasta 2,6 años más de esperanza de vida
Si se cerrara la brecha educativa, los hombres aumentarían su esperanza de vida hasta 2,3 años (2,6 años los fumadores) y las mujeres 1,4 años (0,6 años si fuman). Varios factores explican esta zanja, y el principal es que las personas con estudios superiores tienen habitualmente mayores ingresos, recursos y conocimiento sobre salud y bienestar, apuntan los investigadores.
Los datos aún preliminares desvelan que aproximadamente el 18% de las defunciones se podrían evitar eliminando las desigualdades estructurales por nivel educativo, mientras que si se erradicara el tabaquismo, las cifras se reducirían en un 4% en el caso de las mujeres y un 14% en el de los hombres. Por sexos, en los hombres bajarían los decesos por enfermedades cardiovasculares, respiratorias, cánceres e infecciosas; en las mujeres, los provocados por patologías cardiovasculares, infecciosas y endocrinas.
El sexo, otro factor de riesgo
También el género es un determinante en salud; para concienciar sobre su relevancia, Elisa Chilet, docente de la Universidad Miguel Hernández de Elche, ha evidenciado las desigualdades que existen según se nazca hombre o mujer en cuanto a exposición a los riesgos, acceso al sistema sanitario, investigación o diagnóstico y tratamiento. De acuerdo a un estudio publicado en 2019 en «Nature Communications», las mujeres reciben su diagnóstico hasta cuatro años más tarde que los hombres, aunque se desconoce si es por causas genéticas, medioambientales, de criterio o una combinación de varias.
Ellas sufren también un infratratamiento de las enfermedades del corazón, una mayor prescripción de analgésicos y más diagnósticos depresivos y ansiosos, pero un infradiagnóstico de trastornos mentales. «Tendemos a pensar que las mujeres somos más quejicas y que el hombre tiende a ser más estoico y aguantar más», así que cuando él se lamenta, «se toma un poco más en serio», explica. El resultado es que a ellas se les da un tratamiento sintomático, mientras que en ellos se busca más la causa que origina su mal.
La investigación, de y para hombres
Ello es porque «todas las investigaciones son de hombres y para hombres», lamenta la científica, que recuerda que 8 de cada 10 ingresos hospitalarios relacionados con efectos adversos de fármacos son mujeres debido a su menor participación en los ensayos clínicos. Pese a la evidencia acumulada y que cada vez se tienen más en cuenta las diferencias en salud entre hombres y mujeres, aún hay mucho camino por recorrer en la aplicación de una perspectiva de género. De hecho, las nuevas guías para el manejo de los pacientes con síndrome coronario agudo, presentadas apenas hace unos días en el Congreso Europeo de Cardiología, señalan que «no se han detectado diferencias en el manejo de la enfermedad en hombres y mujeres», pero al mismo tiempo reconocen que los estudios de enfermedad cardiovascular se realizan todavía mayoritariamente en hombres.
Por todo ello, el mensaje que quiere lanzar Chilet es claro: «cualquier investigación que no incluya la perspectiva de género nos va a dar una fotografía parcial o sesgada de la realidad y los resultados no van a beneficiar de manera equitativa a la población, particularmente a las mujeres», concluye.