Halloween: una oportunidad para desatar la inteligencia emocional en el aula
Halloween: una oportunidad para la educación emocional
Halloween llega y con ello, menores y colegios enteros se preparan para su celebración. Brujas, calabazas y fantasmas aparecen de la nada. Con tanta magia, los más pequeños, además de diversión, sienten nervios y algún miedo. “Algunos disfraces se ven tan reales que asustan”, asegura Mario de 11 años de la escuela Isabel de Villena, Barcelona. Abril, del colegio San José Obrero de Barcelona, con tan sólo 6 años, añade que estos días nada le espanta, ni los fantasmas ni las arañas. “Fui al túnel del terror y ¡no tuve miedo!” exclama orgullosa. “Estos días me gustan los zombies porque tienen caramelos” asiente Chloé. Ante tanta emoción, esta fecha se convierte en una ocasión perfecta para estimular la inteligencia emocional de los menores. ¿Cómo? Ayudándoles a regular sus miedos en un ambiente divertido a la vez que misterioso.
Halloween: una ocasión para gestionar el miedo
Entre zombies que reparten caramelos, Halloween nos sorprende con la oportunidad para aprender a regular el miedo de una manera más distendida. Una emoción que, como todas, nos acompaña durante toda la vida. ¿Su función? Ayudarnos a identificar peligros potenciales y a reaccionar de manera automática para protegernos. Así, Mario afirma apartar la mirada o alejarse cuando ve un disfraz que le da miedo. Sin embargo, el miedo puede ser vivido de manera desproporcionada y paralizar en lugar de ayudar. Por ello, es importante regular la intensidad con la que se siente esa emoción. Eso marca la diferencia y hace que el miedo proteja o, por el contrario, bloquee. De ahí que una buena regulación de esa emoción sea una habilidad esencial para que tus alumnos fluyan y sientan bienestar en lugar de sufrir de manera innecesaria. Y, como la mayoría de las habilidades, cuanto antes se aprenda, mejor.
¿Cómo regular el miedo? De la teoría a la práctica
Para que el menor utilice el miedo a su favor, debemos ayudarle a aceptar y normalizar su emoción. Una vez que pueda reconocer que la siente, debe identificar qué le ha provocado ese miedo y qué ha hecho para no dejarse dominar por el miedo. Para ello, en el aula, se puede realizar la siguiente actividad que consta de cuatro partes:
- Reconociendo el miedo: Se puede preguntar lo qué han sentido al ver esqueletos o zombies. Pueden expresar de manera verbal aquello que les ha dado miedo pero también pueden dibujarlo o escribirlo. A partir de ahí, se puede ahondar un poco más e indagar acerca de otras situaciones que les generan miedo. Así, Mario aprovechaba para expresar su miedo por suspender algún examen.
- Normalizando el temor: Se anima a los niños a compartir entre ellos sus miedos. El docente también lo hará. Así, los pequeños entenderán que sentir miedo es de lo más normal pues todos y todas, a cualquier edad, lo sentimos. Además, al ver que comparten miedos similares, les dará tranquilidad. Si algún niño quita importancia al miedo de algún compañero verbalizando expresiones como “eso no da nada de miedo”, debemos explicar que no todos reaccionamos igual ante una misma situación y que eso también es normal.
- Situando dicha emoción: Deben reflexionar sobre las sensaciones físicas que han sentido y localizarlas en el cuerpo, indicando el lugar donde las han percibido (estómago, ojos más abiertos, brazos contraídos, entre otros). Se recomienda utilizar una plantilla con la silueta de una persona para que señalen mediante un círculo o coloreen la parte del cuerpo donde sienten miedo.
- Regulando el miedo: Se trata de que tomen conciencia de lo que han hecho para no dejarse dominar por ese temor. Y es que saber cómo salir de un apuro es vital para sentirse seguro. De nuevo, se fomenta que compartan las estrategias que adoptan para afrontar el miedo.
Fluyendo a pesar del miedo
Frida Rudolph de Hamburgo, Alemania, con 8 años, señala no temer a los fantasmas en Halloween pues sabe que “son mis amigos disfrazados”. Sin embargo, afirma temerles al verles en el cine donde “me agarro a mi padre del brazo”. Abril, que asegura no temerle a nada en Halloween, reconoce que cuando pasa esta celebración los fantasmas y las arañas “no son tan buenas”. Pero ella sabe cómo solucionarlo y, cuando tiene miedo, no le asusta pedir ayuda. Como ellas, con práctica, los menores aprenden a identificar y regular sus miedos de manera constructiva para, en lugar de paralizarse, fluir y sentir bienestar a lo largo de su vida.