Una educación angelical
Algunos andan errados cuando afirman que toda acción adornada o guiada por los sentimientos es verdadera y debe alentarse para no crear trauma infantil alguno. Sólo se atreven a poner un límite a ese desenfreno afectivo, y es la supuesta libertad de los demás. Olvidan estas personas que la libertad bien entendida no encuentra su límite en la de los demás, pues ésta nos capacita para realizar el bien bajo el amparo de la razón y ahí convergen los intereses de todos los seres humanos.
El día 2 de octubre se celebra a los Santos Ángeles Custodios y por eso no viene mal recordar, sobre todo a padres y docentes, el Evangelio que se lee en la misa de este día y que afirma, en boca de Jesucristo, lo siguiente: “Guardaos de despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles en los cielos están viendo siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos”.
Ningún docente, sin importar en qué etapa educativa imparta clase, despreciará a un niño de forma consciente. Pero algunos sí que se atreven a ignorar la verdad sobre el ser humano y ponen en jaque la inocencia de sus pequeños discentes exponiéndolos a aberraciones indignas para cualquier persona, sin importar su edad. ¿Y qué se puede hacer para obrar correctamente cuando uno anda falto de formación? Pues considerar que esos niños que pueblan nuestras aulas están custodiados por ángeles celestiales y que, por eso mismo, el mismo Cristo está ahí presente junto a ellos. De ahí que la delicadeza en el trato presidirá las relaciones de los unos con los otros, y el sentido común afianzará esa inocencia infantil que nos hace gozar el cielo aquí en la tierra.