Maestro caracol
Los alumnos de Segundo Curso de Primaria compaginan el aprendizaje de sus asignaturas con el cuidado de los caracoles de la granja de su centro.
Buscar alternativas prácticas para el aprendizaje permite que los alumnos se involucren en mayor medida dentro de las clases. Al participar en la actividad, los niños pueden asimilar los conocimientos de una manera entretenida. Una propuesta que llama la atención es la desarrollada dentro del Colegio «El Pinar».
En ella, los 75 alumnos y alumnas de los tres grupos Segundo Curso de Primaria reciben han mezclado sus clases con el cuidado de la treintena de moluscos gasterópodos presentes en las tres granjas del centro. Lo que se está comprobando es que, pese a esparcir un enorme rastro de baba de gusto cuestionable, los caracoles se están convirtiendo en auténticos maestros –literalmente– sin pizarra para el alumnado.
Todo arrancó hace unas semanas con el planteamiento del ‘ABP Project’ -Aprendizaje Basado en Proyectos- de primer trimestre. La idea inicial pasaba por la recreación de una protectora de animales, de manera que los niños y niñas pudieran realizar un pilotaje que les pusiera en el papel de cuidadores de mascotas; esto con el fin de aprender y trabajar los contenidos curriculares de Ciencias, Matemáticas, Lengua, Idioma, Arte y el resto de materias del curso. Pero las tutoras Ana Belén Martín, Ana Belén León y Patricia Pozo han querido dar una vuelta de tuerca a la iniciativa, permitiendo que, por primera vez, sus alumnos y alumnas, puedan ser cuidadores reales de animales, algo que no había ocurrido hasta la fecha. Como no es posible hacerlo con perros o gatos; a la clase llegaron estos pequeños amigos verdes que se han convertido en el centro de los mimos, atenciones y cuidados de los pequeños y pequeñas.
Pero ‘Huellitas amorosas’, que es como han llamado al ‘Project’ las maestras, –entre ellas Adriana Nielsen, docente en prácticas de origen danés y María Mejías, titular del centro– dicta mucho de ser una anécdota simpática. La treintena de caracoles repartidos en cada una de sus granjas de aula son una fuente de conocimiento que reparten lecciones reales –con su incesante actividad– sobre tipos de ecosistema, medio ambiente, sostenibilidad, cálculo –conteos diarios y progresos en cifras–, lectoescritura –los niños y niñas anotan en un diario de aulas sus progresos–, Idioma o Arte –la asignatura de Art and Craft los tiene de modelos. No son menos importantes las enseñanzas transversales en valores, responsabilidad, trabajo en equipo, empatía y respeto a otros seres –en este caso animales– con los que compartimos espacio. También les enseñan higiene y hábitos de vida saludable, dado a que hay que limpiar su granja y observar cómo se alimentan. Finalmente, y lo que es más importante, una mirada a los ciclos naturales que les permite tomar conciencia de que todas las formas de vida tienen una papel y una misión que cumplir en este proyecto compartido que es la existencia en la Tierra.
“No dejan de sorprenderse con lo que ocurre en cada una de las granjas de caracoles. Cada semana tienen lugar avances, como las puestas de huevos o sus comidas e, incluso, los excrementos que dejan, que provocan el interés de los alumnos y alumnas. Lo primero que hacen cuando entran en clase es asomarse a ver qué ha ocurrido este día o el otro”, asegura Ana Belén Martín; quien no oculta su propia sorpresa como docente por el juego que están dando estos simpáticos moluscos. El pilotaje de la idea no deja a nadie indiferente y las propias familias se preocupan periódicamente por la evolución de las mascotas de sus hijos; amigos pequeños, que son grandes maestros en la fijación del conocimiento.