"Se habla mucho de Cataluña y poco de España"
«Mis profesores casi nunca o nunca fueron objetivos». Es lo que responde el 47% de los universitarios españoles al ser preguntados por sus clases de Historia durante la ESO y el Bachillerato. No solo los profesores: también señalan a los medios de comunicación, la propaganda política y las leyes educativas como principales fuentes de los sesgos ideológicos que, a su juicio, interfieren en la pedagogía de la historia. Son algunas de las conclusiones que se desprenden del tercer informe La cultura histórica de los universitarios, realizado por el Centro de Estudios, Formación y Análisis Social CEU-CEFAS.
El estudio se basa en las respuestas ofrecidas por 566 universitarios españoles e internacionales que han sido evaluados según cuatro criterios: (I) el nivel de conocimientos sobre diferentes hechos históricos, (II) la identificación de posibles sesgos en los conocimientos, (III) la opinión sobre el grado de objetividad de las clases de Historia en su centro educativo y (IV) el sentimiento de orgullo por el pasado histórico del país de origen.
En primer término, el informe revela un déficit de conocimientos históricos entre los alumnos españoles. Solo un 24% de los estudiantes encuestados logra el aprobado en un test de cultura histórica en el que se les pregunta, entre otras cuestiones, en qué año se celebraron las primeras elecciones democráticas, quién fue el máximo responsable que trajo la democracia a España o cuántas personas fueron asesinadas por la ETA.
Si analizamos las respuestas, encontramos a Adolfo Suárez como el más citado entre los artífices de la democracia, con un 32%, seguido de cerca por el rey Juan Carlos I (24%) y, en menor proporción, por Felipe González. Uno de los datos que resalta el estudio es la estimación que realizan los alumnos a la hora de calcular las víctimas del comunismo, revelando una «clara tendencia a infraestimar el número de víctimas», cosa que no sucede con otros regímenes, como el nazismo o la banda terrorista ETA.
Si filtramos por tipo de centro, los resultados muestran que los estudiantes de centros públicos obtienen un mayor porcentaje de aprobado: 28,1% frente al 20% de aquellos que proceden de centros privados. Si tenemos en cuenta la ideología política, se revela que aquellos con una tendencia de derechas (27,3%) muestran una mayor inquietud histórica. Además, el porcentaje de aprobados en ellos es cinco puntos superior al de los estudiantes con ideología de izquierdas (22,4%) y siete puntos sobre los de centro (20,7%).
Una vez que el informe constata la existencia de un sesgo en el conocimiento histórico de las víctimas de regímenes comunistas, también se adentra en los factores que pueden explicarlo. En este sentido, el posicionamiento político se sitúa como una de las principales variables, siendo los alumnos de izquierdas quienes más estiman a la baja la cifra real de víctimas del comunismo. Por comunidad autónoma, los estudiantes madrileños son los que más aciertan en el cálculo.
Además de la ideología, también se ha tenido en cuenta el rendimiento académico. Al respecto, los alumnos con mejores notas en selectividad son los que incurren en una menor infraestimación. El estudio concluye, así, que «los resultados no permiten deducir en qué medida el sistema educativo está mejorando o empeorando esta situación, pero sí ha salido a relucir que los estudiantes que mejores resultados han obtenido en esta prueba de acceso a la universidad tienen una mayor aproximación al conocimiento de los crímenes del comunismo».
En tercer término, se explora la opinión del alumnado sobre el grado de objetividad de las clases de Historia en su centro educativo. Se les formula, en este sentido, la siguiente pregunta: «¿Consideras que los profesores y los libros de texto son siempre objetivos o se dejan influir por ideologías?». El 47,6% responde “casi nunca o nunca son objetivos” y asegura que las lecciones de historia «estuvieron impregnadas por la ideología del profesor». La investigación interpreta estos datos como «un descrédito para el sistema educativo español» y concluye que su alumnado muestra «un mayor criticismo, incluso escepticismo, ante los docentes y los libros de texto».
Quienes señalan falta de objetividad argumentan en buena medida que sus profesores solían introducir opiniones personales, así como «lecciones ambiguas en las que se han relativizado o no se han explicado ciertos períodos históricos». Uno de los estudiantes encuestados comenta, por ejemplo, que “casi siempre los profesores tienden a explicar de forma acorde con su ideología; algunos lo hacen de manera muy clara y otros de una manera más oculta, pero si sabes de política e historia se observa la tendencia del profesor».
Según los participantes, son los docentes de izquierdas los que presentan mayor imparcialidad. Uno de los estudiantes asegura que «existe una clara tendencia en la enseñanza histórica en España a favorecer las ideas de izquierdas». Otro de ellos va más allá: «A muchos profesores de Historia e incluso de universidad se les escapa algún comentario insultando o despotricando sobre el temario, ya que trata de lo contrario a su ideología; cosas de índole normal, pero que a veces reflejan falta de profesionalidad y mucho descaro”.
También hay quien denuncia «cierta tendencia al maniqueísmo durante las lecciones» y a explicar la historia “desde el punto de vista del vencedor”. Otros tantos mencionan cierto “blanqueamiento» o relativización de la importancia de algunas de las acciones violentas llevadas a cabo por grupos de izquierdas a lo largo de la historia contemporánea. En el caso español, varios de los alumnos consideran que «existe una separación ideológica» y que el mito de las dos Españas pervive.
En esta línea, algunos de los encuestados citan miedo a tratar determinadas cuestiones por parte de sus profesores: «No han llegado a dar del todo alguna lección por miedo a dejar entrever su ideología». El estudio interpreta este hecho como «un problema», ya que «no son solo los estudiantes los que se cohíben al estudiar historia, sino que también hay educadores que dejan lecciones a medias para no introducirse en temas polémicos».
En el plano de las «cuestiones delicadas», los jóvenes también denuncian «una influencia desde los libros de texto a la hora de aprender conceptos y fenómenos históricos». Algunos llegan a hablar de “manipulación” y «falta de veracidad», así como la omisión de ciertos temas, como la Transición o el terrorismo de ETA.
El informe también tiene en cuenta la singularidad de la educación española, cuya competencia recae en las comunidades autónomas. En este sentido, los encuestados reportan un desigual conocimiento de la historia según la región en la que han completado sus estudios. Sobresale el caso de Cataluña, donde señalan influencias relacionadas con el independentismo. “Yo he estudiado en Cataluña y considero que las enseñanzas impartidas se dan con un objetivo de menospreciar/camuflar los hechos positivos que ha logrado España y, en cambio, señalar/criticar aquellos más polémicos», comenta un alumno. “Aquí, en Cataluña, se habla mucho de la comunidad y no de España; debería ser al revés», asegura otro.
En el plano exterior, tanto alumnos españoles como internacionales manifiestan que los centros educativos tienen una tendencia a enseñar la historia desde un punto de vista eurocéntrico. Los universitarios de Iberoamérica y de Baviera manifiestan que, debido a su lugar de nacimiento, han recibido «una educación de corte más conservador».
En cuanto a periodos concretos, nuestro alumnado señala que en España se hace poco hincapié en tratar la conquista de América y el colonialismo. Se alinea así con el alumnado internacional, que apunta al «ocultamiento y la falta de profundización de ciertos períodos históricos que incluso llegan a considerarse tabú».
Pese a la influencia y la politización que denuncian, los jóvenes no son ajenos al papel que desempeñan al respecto la legislación y los partidos de gobierno. Aseguran, de este modo, ser conscientes de que «en múltiples ocasiones la educación está siendo utilizada para reforzar ciertos puntos de los panfletos electorales». También, «para crear un concepto de identidad nacional basada en episodios pasados glorificados o mitificados». Al respecto, comenta uno de los encuestados: «Cualquier centro educativo en España se ve limitado por la legislación educativa en cada momento; el único escape es la libertad de cátedra, sin embargo, siempre habrá un temario a cubrir y ese simple hecho ya sesga cómo se enseña».
La ideología familiar, los medios de comunicación, las tendencias ideológicas del momento, la presión de diferentes lobbies políticos y la cultura woke y de la cancelación también se citan como factores determinantes en la pedagogía y transmisión de los hechos históricos.
El estudio analiza, en última instancia, la opinión de los estudiantes sobre el papel que ha tenido su país en diferentes acontecimientos históricos. En este sentido, aquellos con una tendencia ideológica de derechas manifiestan un nivel de orgullo superior frente a los que se identifican con una ideología de izquierdas: 7,2% frente a 5,1%. Por comunidad autónoma, los madrileños son los que reportan niveles más altos de orgullo, mientras que en Cataluña, Andalucía y el resto de España la media es inferior, en torno al 6%.
Si se compara el orgullo manifestado por el alumnado español e internacional, se aprecia un nivel superior entre los estudiantes españoles, tanto en los que se identifican con ideas de izquierda como aquellos que se consideran de centro o de derecha. En el caso de los estudiantes internacionales afines a una ideología de izquierdas, la valoración se sitúa por debajo de los 5 puntos (4,5%), dato que interpreta el informe como «hipótesis de que las corrientes ideológicas provenientes del ámbito de la izquierda tienden a desestimar cuestiones relacionadas con la identidad nacional».
A la luz de estas conclusiones, el informe de CEU-CEFAS propone cambios en el diseño curricular de las asignaturas de historia. Afirma, así, que «si desde el estudio del nazismo se hace mención del Holocausto, en el estudio del comunismo soviético se debería aludir las purgas, persecuciones de disidentes, los gulags, la hambruna de Holodomor en 1932 y otras violaciones de derechos y actuaciones violentas».
Alerta, por otra parte, de que, en plena era de las nuevas tecnologías y las redes sociales, «la aparición de sesgos se ha multiplicado hasta conformar relatos mitificados o denostados de ciertos períodos históricos». En este sentido, insta al sistema educativo a formar a los alumnos en la detección de sesgos. De esta manera, concluye, «se daría un primer paso para conseguir que los jóvenes fueran más críticos con la información que consumen y fomentaría la continuación de su formación incluso fuera de las aulas».
El estudio concluye con una serie de recomendaciones concretas, entre ellas, abordar los crímenes de los distintos regímenes en los planes de estudio, despolitizar la enseñanza de la Historia y reforzar la conciencia crítica de los estudiantes. Además, recuerda a la comunidad docente que «el alumnado no solo estudie Historia, sino que reflexione sobre las causas y consecuencias de acontecimientos pretéritos y sientan curiosidad para seguir investigando y formándose de forma autodidáctica».