Vocaciones

Todos suscribimos las constantes alusiones a la presencia de las mujeres en la ciencia y las campañas por la promoción de las vocaciones STEM de niñas y jóvenes. Basadas en innegables estudios que nos señalan cómo la presencia femenina no es proporcional a su éxito educativo, en profesiones como las matemáticas, ingenierías, tecnología y otras materias de estos campos. En nuestro campo, el educativo, también asistimos a una disfunción de las vocaciones entre hombres y mujeres, que además se ha acentuado en los últimos años.

En todos los niveles de enseñanza y en especial en las etapas de Infantil y Primaria, tenemos un sistema educativo donde el número de mujeres es cercano en algunos casos, como el de Infantil, a un 95% y, en Primaria, al 90%; es abrumadoramente mayoritario. Estos últimos años se ha acentuado esta tendencia, y encontramos claustros donde no hay ningún varón o apenas uno, con el especialista de Educación Física. Algunas promociones no tienen la oportunidad de ver cómo trabaja un docente masculino hasta estudios superiores, en el caso que los acaben cursando.

Es nuestra profesión una tarea muy humana, donde además del trabajo en sí, es muy importante las referencias que damos a nuestros alumnos. Los modelos que estos reciben son, en ocasiones, tan importantes como los contenidos y competencias transferidos. La educación de las emociones se basa en unos patrones de comportamiento donde los hombres y las mujeres son importantes. Dar a nuestros alumnos estos patrones y referentes positivos de comportamiento y ofrecer modelos adecuados de ambos sexos no es un tema  menor. De hecho, diversos estudios señalan que en instituciones educativas con presencia de varones, los chicos tienen modelos más cercanos y positivos para ellos y los conflictos disciplinarios se reducen y el fracaso escolar también, lo que les afecta en mayor medida que a las niñas.

Por tanto, sería interesante considerar por orientadores y administraciones establecer campañas para, al igual que las vocaciones STEM en mujeres, animar a nuestros jóvenes varones a acercarse a la educación y, de esta manera, poder ofrecer a las próximas generaciones la posibilidad de tener estos docentes masculinos ya que, como referencia, les daría la posibilidad de dar reflejo a modelos positivos para la mitad de la humanidad. De esta forma podríamos contribuir igualmente a mejorar la falla de fracaso escolar, que ataca especialmente a los varones en edades de enseñanza obligatoria.