Para mejorar en PISA solo hace falta una cosa
Ha pasado ya un mes y el presidente del gobierno y algunos consejeros de educación han empezado a anunciar cambios. Lamentablemente no servirán para mejorar porque siguen haciendo caso a las mismas personas que han hundido nuestra enseñanza, como son ciertos pedagogos, bastantes portavoces sindicales y determinados profesores defensores de sistemas de enseñanza muy innovadores, pero que nunca han sido contrastados. Todos ellos forman parte de los que llevan tres décadas generando problemas al profesorado, al alumnado y a la propia administración educativa, cuando se conocen los resultados de nuestros alumnos en las pruebas internacionales.
Los problemas que tiene el profesorado
El profesorado está cansado de constatar que el modelo pedagógico que se le obliga a seguir no funciona, y no lo hace porque penaliza el esfuerzo y sin esfuerzo no se aprende. El modelo actual pretende que todos los alumnos estudien las mismas cosas hasta los 16 años y a esas edades las diferencias de capacidades y de intereses del alumnado ya son muy grandes. Debido a ello, para que todos puedan pasar de curso, se devalúa la importancia de los conocimientos, que quedan falsamente substituidos por las competencias, es decir por la falacia de que se pueden aplicar bien unos conocimientos que no se tienen, se rebajan los niveles mínimos para llegar al aprobado y se permite promocionar de curso con asignaturas pendientes.
Por otro lado, se substituyen los exámenes individuales sobre los contenidos establecidos, por la defensa de proyectos hechos en grupo, en los que hay alumnos que no trabajado y, por lo tanto, no han aprendido. Todo ello lleva a que muchos alumnos con capacidades medias o altas no se esfuercen, ya que no les hace falta, y a que el profesorado se desanime porque constata que pese a su esfuerzo en enseñar, gran parte de su alumnado no se esfuerza en aprender.
Además, al profesorado se le obliga a hacer cada vez más tareas burocráticas que le restan mucho tiempo para preparar las clases y para poder atender a los alumnos fuera de clase, a ir a cursos de formación que no les sirven para nada, a conocer innovaciones de otros docentes cuya eficacia no está contrastada mientras que apenas les llegan las innovaciones que sí funcionan, a cambios legales innecesarios y constantes por motivos políticos, etc. Todo ello conlleva al desánimo del profesorado.
Los problemas que tiene el alumnado
El principal problema que tiene el alumnado de la enseñanza obligatoria es constatar que para promocionar de curso no hace falta esforzarse en aprender. Esto lleva a que muchos no lo hagan ya desde el principio de la Primaria, a que los padres no se enteren de si sus hijos tienen dificultades en aprender dado que estos van siendo promocionados de curso automáticamente, a que accedan a la ESO alumnos de Primaria sin los conocimientos mínimos y sin los hábitos de estudio imprescindibles para aprovechar dicha etapa. Y lo mismo sucede al final de la ESO, por lo que muchos alumnos acceden al Bachillerato o a la Formación Profesional sin la preparación mínima necesaria para cursar estos estudios.
Si el alumnado no entiende lo que lee porque desconoce el significado de las palabras, comete faltas de ortografía garrafales porque ha leído muy poco y es incapaz de expresar correctamente lo que piensa, cosas que debería haber aprendido en la Primaria, difícilmente las va a aprender en las etapas posteriores.
No nos ha de extrañar que en 2022 España fuera el cuarto país de Europa en abandono escolar temprano y el primero si solo se consideran los hombres. Este abandono escolar se refiere al porcentaje de personas de 18 a 24 años que no han terminado un Bachillerato o una Formación Profesional. Es un tema muy grave porque sin estos conocimientos, estas personas difícilmente luego van a encontrar trabajo.
Los malos diagnósticos y las malas recetas
Entre los peores diagnósticos que se han hecho está decir que la culpa es del profesorado que no sabe enseñar, porque no sabe motivar a sus alumnos. Es un grave error porque los conocimientos básicos imprescindibles se han de aprender independientemente de que al alumno le apetezca hacerlo y porque el hábito de estudio y la capacidad de esfuerzo también se han de adquirir. Otro error es decir que no hay que preocuparse porque hay otros países que también han bajado mucho, por lo que se ha de seguir sin cambiar nada en nuestro sistema educativo.
Los malos consejos que se están dando para mejor los resultados es que los maestros y los profesores vayan a cursos para aprender técnicas de motivación del alumnado, que bajen aún más los niveles de exigencia, para que puedan aprobar a todos los alumnos y que procuren que los alumnos no se angustien ante las dificultades ya que ello les puede bloquear, es decir que traten a los sus alumnos como niños con problemas hasta los 16 años.
Los buenos diagnósticos y las buenas recetas
Los diagnósticos más acertados son los que dicen que vamos mal, que en la enseñanza no se puede seguir haciendo lo mismo y que el tema es importante porque se trata del futuro de todos nuestros jóvenes, que sin una mínima preparación y unos mínimos hábitos de trabajo es imposible encontrar trabajo y permanecer en él. No hay que olvidar que el objetivo de un sistema educativo es preparar lo mejor posible a los alumnos para su vida de adulto, a cada uno según sus capacidades e intereses.
En cuanto a lo que hay que hacer para mejorar, solamente es una cosa, es recuperar la cultura del esfuerzo, es decir que para promocionar de curso haya que aprender lo que está establecido en cada curso y asumir que para aprender hay que esforzarse. Es tan simple como eso.
Para conseguir que en todos los centros del país, todos los docentes y todos los alumnos lo hagan, simplemente hay que establecer una evaluación estatal al final de la Primaria y otra al final de la ESO con valor académico, es decir que quien no la supere no pueda pasar a la siguiente etapa, sino volverse a presentar hasta que la supere. En el caso de la evaluación final de ESO se deben establecer dos o tres modalidades de diferente dificultad que permitirían acceder a diferentes estudios, para que así todos los alumnos puedan superarla.
Para mejorar la eficacia de nuestro sistema educativo el gobierno de España ya ha anunciado una partida de unos 500 millones de euros en desdoblamientos de las clases de matemáticas y de lengua y en profesores de apoyo fuera del aula, desde el tercer curso de Primaria hasta el cuarto curso de ESO. Es evidente que cuantos menos alumnos tenga un profesor, mejor les podrá atender, pero si esta medida no va acompañada de que el alumnado constate que le es necesario aprender para pasar de curso, no se esforzará en hacerlo y ese dinero será dinero perdido, evidentemente salvo para los docentes que impartan dichas clases. Será más de lo mismo.
La necesidad de superar las evaluaciones finales de etapa que se han propuesto sería el estímulo que tendría el alumnado para aprender y el profesorado para enseñarle. Además, la información que llegaría a los padres les permitiría saber cómo realmente van sus hijos en sus estudios. Por otro lado, facilitaría detectar a los buenos profesores y a los buenos colegios, que se conozcan sus métodos y, así, que estos puedan ser aprovechados por otros colegios. Si se establecieran estas pruebas estatales, España seguramente sería el país que más mejoraría en las futuras PISA 2025.
Antonio Jimeno es presidente del sindicato AMES
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Este artículo ha sido publicado originalmente en elCatalan.es