Ser único entre los demás
Los niños frecuentemente solicitan que no se mire lo que dibujan o realizan, hasta que ellos lo indiquen, muestran la importancia de crear un espacio íntimo en presencia del otro, y afirmar un sentimiento de control subjetivo de esa intimidad.
Sí, precisan de momentos de intimidad, para tomar conciencia de sí mismo, de ser único entre los demás, que cuenta con su propia personalidad.
Condenamos al fracaso a los niños que sobreprotegemos, consentimos, y educamos gratuitamente.
Condenamos al fracaso a los niños que sobreprotegemos, consentimos y educamos gratuitamente
"No los sobreprotejamos, fortalezcamos su carácter, transmitamos desde todos los ángulos y actividades lo enseñado por Ortega: “La vida nos es dada, pero no nos es dada hecha; la vida es quehacer”.
Hay que invitar a los más pequeños a ser protagonistas de su crecimiento personal cada día de su vida, para no perderse en el existir, dentro de sí mismos. Para entender la unicidad e importancia en y con el otro, para sentirse concernidos, responsables, libres, obligados a escoger, a resolver dilemas.
Elegir el propio ser, no cabe la evasión, sino la vocación, el compromiso, que el resto de los congéneres esperan de su talento, esfuerzo, creatividad, una generosa entrega, que dé continuidad a lo heredado de los que nos antecedieron, que se proyecte en los que nos continuarán.
Bastantes jóvenes padecen una encubierta ansiedad crónica, que drena su energía.
No son felices, nada les satisface, algunos encuentros con amigos les son impuestos por el grupo, por la necesidad de pertenencia, pero en su fuero interno lo consideran una patética pérdida de tiempo, pues no les aporta una gratificación.
Ser joven en la actualidad y estar desprovistos de propósito vital se ha convertido en la norma estadística, en la real y desesperanzada verdad.
Apatía, desinterés, retraimiento, jóvenes sin pálpito, sin aspiraciones.
Jóvenes cualificados, preparados para un futuro en el que no creen, angustiados por una sensación de vacío, que buscan exprimir el hoy dada la falta de objetivos. Muchos de ellos estudiando el Grado, los Máster, sin tiempo ni espacio para clarificar su identidad.
La sociedad occidental contemporánea, con su cultura secular, donde se aplaude el aquí y el ahora, y se idolatra al cliente, en una búsqueda permanente de una efímera felicidad consumista, zarandea al individuo que, como nos explica Giddens, no encuentra asidero existencial.
Esta es una sociedad en gran porcentaje inculta, que empobrece su lenguaje y por tanto su capacidad de pensar y reflexionar, que pareciera abomina de lo bello, del equilibrio, la serenidad, el silencio, la contemplación, la humilde pertenencia a la Naturaleza.
Es desde el lenguaje y la literatura que se expresa el yo, pero también lo conforman al hilo de su expresión.
Fue Vygotsky el que nos enseñó que pensamiento y lenguaje van de la mano, por ello precisamos riqueza de lenguaje, conocimiento de las palabras, de su significado, de su interpretación, de cómo lo capta el otro.
Empaparse con la lectura, pero también con el lenguaje que nos transmite el teatro, el cine, la danza, la escultura, la pintura, la fotografía… y es que traducimos todo en palabras y a partir de ahí razonamos. Aquello a lo que no ponemos palabras nos es incomprensible, inabordable, inimaginable.
Diálogo, lenguaje, con uno mismo, con los otros, presenciales, recordados, o anticipados. Esta capacidad del ser humano nunca la valoraremos suficientemente, al menos cuidémosla, enriquezcámosla.
Las funciones comunicativas y cognoscitivas del lenguaje son la base desde el comienzo de la vida de la actividad social y se convierten según Vigotsky más tarde en el principio de la actividad psíquica. Claro que aunque la psique es originalmente social, no lo es su resultado: la conciencia.
Apreciamos que el lenguaje de tipo egocéntrico del niño se convierte progresivamente en instrumento de autovivencia y autorreflexión, y también de planificación, de toma de decisiones cognitivas y afectivas, incluso en herramienta para dar a luz, la creatividad.
La capacidad de soñar nos ha permitido avanzar en las relaciones y derechos humanos, en los descubrimientos científicos, en las creaciones artísticas, en la lucha social. Soñar es como un puente entre lo inexistente y lo que puede llegar a ser.
A veces la mente divaga, y consigue que tanto la red ejecutiva de resolución de problemas como la de creatividad en su cerebro trabajen simultáneamente. Desconectarse del ruidoso mundo exterior permite la relajación mental, explorar, y que los pensamientos fluyan libremente.