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Rosa Rocha: "A veces llamamos a un padre para que cambie conductas de su hijo y vemos que él es igual"

A Rosa Rocha no le duelen prendas en criticar la falta de coherencia y ejemplaridad de muchos padres y madres de familia: "Fíjate que cuando uno convoca una reunión de escuela de padres solo vienen 10, que son las familias que están muy sensibilizadas. Se hace un curso de preparación al parto, el niño nace y se acabó". Aunque su queja va más allá y la extiende al conjunto de una sociedad que crea problemas y luego necesita que cada colegio tenga su psicólogo, como ya ocurre en algunos países europeos. Una sociedad, explica Rocha, que sobreprotege a los menores, pero les compra el móvil a los 11 años.
José Mª de MoyaMiércoles, 14 de febrero de 2024
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Rosa Rocha, presidenta de Adimad, en el IES Guadarrama, donde es directora. © JORGE ZORRILLA

Rosa Rocha es docente, directora del IES Guadarrama, en plena sierra madrileña, y presidenta de la Asociación de Directores de Institutos Públicos de Madrid (Adimad). Tiene la amabilidad de devolvernos la visita que hicimos a su centro hace unos meses y no perdemos la ocasión de hacerle una entrevista que, poco a poco, se va convirtiendo en una enjundiosa conversación. De forma natural, un tema nos lleva a otro. De la autoridad de los directores a la conflictividad en las aulas, y de ahí a los problemas mentales de los menores, a la pornografía, a la necesidad de psicólogos, a la dejadez de las familias… Me quedo con la sensación agridulce de que la enseñanza se ha convertido en un deporte de riesgo.

Dame cuatro pinceladas sobre Adimad.
–Somos una fundación que trabaja por la escuela pública y por la dirección y equipos directivos de los centros. Llevamos 20 años trabajando y representamos al 80% de los institutos públicos de la Comunidad de Madrid. También aglutinamos a centros de Secundaria, de Formación Profesional y de CEIPSO.

¿Qué hacéis?
–El trabajo que hacemos en Adimad es, fundamentalmente, ayudar a las direcciones escolares y a los centros. Cuando una persona está interesada en asumir la dirección de un centro, hace un curso de formación y ha presentado un proyecto de dirección. Sin embargo, salvo que el equipo anterior les ayude, al llegar julio está solo.

Y es duro, claro.
–Muy duro, por eso lo que hacemos es dar apoyo durante los meses de julio y septiembre.

Ya habiendo empezado septiembre, organizamos fórums, jornadas de formación para directores, asambleas, congresos…

Apostáis por profesionalizar la dirección escolar. ¿Qué hace falta?
–Estamos elaborando una serie de documentos donde podamos definir en qué consiste la profesionalización de la dirección de centros. También, estamos trabajando en dar un nuevo enfoque a la profesión.

¿Y en qué consiste ese nuevo enfoque?
–Por una parte, trabajamos la formación específica y el proceso de selección. Por otra, buscamos que exista un reconocimiento profesional de la dirección escolar –así como una serie de competencias– a partir de la experiencia laboral que se tenga.

Cuando llegas, eres profesor y recibes poca información. Luego, a medida que pasan los años, vas adquiriendo una serie de competencias que no se recogen en ningún sitio. Yo creo que a la figura del director hay que darle una vuelta desde la administración.

Todo esto de la profesionalización, ¿no le suena a cuerpo de directores?
–Desde Adimad no creemos que sea necesario crear un cuerpo de directores, pero sÍ que se reconozca al director una cualificación profesional que le permita ejercer en cualquier otro centro sin tener que volver a presentar todos los méritos. Sin embargo, esa vía todavía no está contemplada.

Un cuerpo de directores, aunque parece una vuelta al pasado, ¿no sería la forma más sencilla de conseguir todo esto?
–A mí no me gusta porque, a diferencia de otros países, nosotros seguimos siendo docentes, aunque seamos directores. Yo no quiero distinguirme de mis compañeros por ser director.

Sin embargo, en efecto en otros países sí existe un cuerpo de directores o figuras similares, porque existen otros modelos de dirección.

Sin embargo, yo he escuchado a directores quejarse y exigir respeto porque dicen: «yo soy el director, no un compañero más”.
–Están reivindicando modelos adoptados de otros países. En esos países eres un cuerpo distinto, no un profesor, tienes otro tipo de formación básicamente administrativa y prácticamente no te relacionas con el profesorado.

A mí ese tipo de dirección no me gusta porque así es mucho más difícil liderar pedagógicamente el centro, conocer sus proyectos y trabajar con el profesorado. Estar demasiado alejado del profesorado no facilita la labor. Si tu te pones en la posición de “yo soy el director y aquí se hace lo que yo digo” creo que haces que sea mucho más difícil gestionar un centro. Además, costaría muchísimo cambiar eso.

Tener un estatus distinto, ¿no evitaría que se quedaran puestos de director sin cubrir?
–Pues fíjate, nos hicimos esa misma pregunta a principios de curso pasado y este año no ha quedado ningún centro sin cubrir. Había 55 plazas y se han cubierto las 55. Incluso ha habido centros donde se han presentado hasta varios candidatos. Es cierto que puede ser que haya sido un caso puntual, pero el curso de formación y selección de directores se completó el año pasado.

Pues antes siempre quedaban plazas sin cubrir…
Ahora mismo no hay ningún centro que no tenga director. Es cierto que ha habido algunos centros donde el director lo ha dejado por algún motivo y se ha nombrado a alguien provisionalmente –no tengo el dato en este momento– pero lo que hemos observado es que todos los puestos que salieron a concurso están completos –salvo uno por un error administrativo– y que incluso hubo algunos donde se presentaron varios candidatos.

Lo que sí creo es que a la dirección escolar hay que cuidarla.

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En esos países eres [los directores escolares] un cuerpo distinto, no un profesor; tienes otro tipo de formación básicamente administrativa y prácticamente no te relacionas con el profesorado. A mí ese tipo de dirección no me gusta

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¿Qué otras cosas fallan?
–Otra cosa que falla es que no exista una figura a la que recurrir una vez que has sido nombrado. Cuando un profesor aprueba las oposiciones se le asigna un tutor. Sin embargo, al director que llega nuevo, salvo que el equipo saliente le ayude, no tiene una figura a la que recurrir. Esa es una de las labores que hace Adimad.

¿Cómo arroparías al recién llegado a la dirección?
–Debería tener tener un tutor o mentor.

¿Alguien que ya haya sido director antes?
–Eso es fundamental, no vale que sea un inspector. Tiene que ser alguien que haya estado al servicio de la dirección, porque son muchas las cosas –aparte de las relaciones sociales– que hay que desarrollar en muy poco tiempo y si no tienes a alguien al lado que te esté organizando puede resultar muy difícil.

Durante el curso, es más fácil de llevar. El problema viene el 1 de julio cuando tienes un montón de tareas y no sabes por donde empezar. Ese mes te viene bien tener a alguien cerca. Si el director saliente te ayuda, fenomenal, pero la realidad es que perdería vacaciones para ayudarte. En definitiva, al director que entra durante el primer año nadie le ayuda y tiene que tirar de teléfono y llamar al de al lado o a un amigo…

¿Quién podría ejercer esa tarea?
–Podría ser el director saliente, como también podría ser el director de un centro de la zona o uno que haya ejercido de director por al menos cuatro años. Porque hasta que no llevas cuatro años no descubres todo lo que abarca ser director.

El primer mes debes ubicarte. A continuación debes hacer el cupo. Después tienes que atender todas las decisiones de los alumnos. Luego, en septiembre, tienes que empezar cada vez antes y organizar los calendarios, las jornadas de acogida y los horarios de los centros…. Es imposible que una sola persona organice todo eso antes de empezar el curso.

Ese es uno de los pilares fundamentales de la profesionalización, que el primer año haya una persona que acompañe a los directores.

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Cuando un profesor aprueba las oposiciones se le asigna un tutor. Sin embargo, al director que llega nuevo, salvo que el equipo saliente le ayude, no tiene una figura a la que recurrir

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Más cosas…
–Tras ello, la formación permanente, porque cada año cambian cosas. Es cierto que la Comunidad de Madrid ha establecido un calendario. El primer año supervisa el Plan de Convivencia; el segundo, la Oficina de Diversidad, el tercero, se hace evaluación, etc. Eso sí que es verdad que es una ayuda.

Pero un director nuevo se vuelve loco si se pone a revisar todos los planes que tiene que atender desde el primer año. Además, revisar todos esos planes requiere tener de una mínima formación.

¿No se les da formación antes de incorporarse a la dirección?
–El primer año se da una formación, pero es muy genérica y requiere profundizar. Toda esta formación debería ser específica para los directores y eso ayudaría a la profesionalización.

Hablando de profesionalización, ¿cómo vais de autonomía?
–Simplemente, no tenemos autonomía.

¿No tenéis autonomía?
–No tenemos. Nosotros podemos plantear proyectos y planes, pero estamos muy constreñidos por la ley. Ni siquiera la última ley –la Lomloe– nos permite tener autonomía de gestión económica, ni del centro, ni de gestión pedagógica. En este país no tenemos todavía esa cultura.

Cuando viajas a otros países ves que hay otras formas de trabajar. Aquí en virtud de la autonomía del centro puedes establecer modelos pedagógicos que sirvan para atender las necesidades de los estudiantes en función de su situación socioeconómica, por ejemplo, pero tienes que pensar si se atienen a la norma. Puedes hacer pequeños proyectos propios, pero estás muy constreñido. También puedes solicitar los planes que quieras de la Comunidad de Madrid, pero está todo muy reglado. Por eso, creo que no existe autonomía real para poder gestionar.

¿Crees que habría que desregular?
–Sí, porque cuando ya pasan años ya conoces lo que hay en los centros y lo que puedes hacer para mejorar. El problema está en que estamos muy constreñidos y no podemos salirnos de los márgenes que marcan las direcciones generales y los servicios de inspección. Por tanto, la autonomía de los centros –al menos aquí– se limita a poder solicitar los programas que ofrece la Comunidad.

¿Por qué ocurre esto?
 –Por desconfianza.

¿Por miedo a que alguien la líe?
 –No sé si es porque alguno se la líe o por perder el control. A que la gente empiece a hacer cosas que se escapen de los fines de la Educación que se tienen planteados.

¿Hay mucha burocracia?
 –Sí, ese es otro de los problemas que tenemos en este país. En la Comunidad de Madrid, al menos, tenemos muchísima burocracia y ha aumentado muchísimo en los últimos años.

Este año, en concreto, tenemos que presentar el Plan de convivencia, el Plan de estudio, de fiscalización, la aprobación general anual a principios de curso. Y, además, los protocolos, que se han quintuplicado en los últimos años. Cinco protocolos suponen 15 horas de trabajo que están repartidas entre varios profesionales, tres como mínimo.

Luego vienen las sanciones. Como ahora están formalizadas, tienes que escribirlas, convocar a los padres y firmarlo con ellos. Si el padre lo entiende, tienes las mismas horas de trabajo, pero si el padre no lo entiende se complica y se extienden las horas. Todo eso supone mucho papeleo que sirve, más que todo, para protegernos.

Entonces llegas a casa –porque en el instituto a un director no le da tiempo de hacer nada– y hay que hacer documentos, registrarlos, enviarlos y comunicarlos a varios sitios. Todo eso es tiempo y más tiempo.

Una vez más, es la desconfianza y querer tenerlo todo registrado…
–Por un lado, es porque hay que informar de lo que ocurre y, en efecto, tenerlo registrado.

Pero también porque la sociedad ha evolucionado y existen leyes que protegen a los niños y a los adolescentes. Entonces no basta solo con cuidarlos y atenderlos, sino que también hay que recoger cualquier suceso que detectes porque, si llega a ocurrir una desgracia, se te puede arruinar la vida si no se ha hecho nada o si se ha hecho de forma regular. Por eso digo que más que por desconfianza es por autoprotección.

Cuando vas a Francia, los chicos entran, salen y hacen lo que quieren. Aquí no. Somos una sociedad muy protectora: tenemos a nuestros hijos súper protegidos. Una vez el niño entra en el instituto, el responsable es el director o directora. Si un niño se escapa, la responsabilidad recae en el director por no haber tomado las medidas suficientes.

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En la Comunidad de Madrid, al menos, tenemos muchísima burocracia y ha aumentado muchísimo en los últimos años

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En Francia no hay vallas…
 –En Francia no hay vallas. Sin embargo, aquí hay que ponerlas electrificadas [se ríe]. Los padres también nos demandan que los protejamos y nosotros, como padres, queremos que nuestros hijos tengan lo mejor y estén cuidados. Pero para llegar a eso los directores tenemos que rellenar muchos papeles. Cada vez más.

El otro día un profesor de FP me decía que dedican el 80% del tiempo de las juntas de evaluación y de los claustros a resolver problemas que nada tienen que ver con cuestiones académicas… ¿Esto es así?
–Sí.

¿Qué son esas cosas que os preocupan?
–A ver. Uno de los rasgos que debemos tener las personas que nos dedicamos a la dirección escolar es la adaptabilidad. Llegas por la mañana pensando que solo te vas a ocupar de cuatro cosas y que te surjan otras diez. Lo más habitual es que llegues y te encuentres con una familia y te comente algo muy urgente que le ha pasado a su hijo y lo tengas que resolver.

Las redes sociales, por ejemplo, son un asunto que genera gran preocupación. En primero de la ESO es un tema recurrente.

También con las familias hablamos mucho de temas de disciplina y de faltas de respeto. Muchas veces se confunde el tener un buen ambiente en clase con tener los mismos derechos, lo que termina provocando que hagan lo que quieran. Acto seguido, los profesores acuden al despacho de la dirección y hay que ayudarles. Hay casos, por ejemplo, en la Formación Profesional –sobre todo en la Básica– donde los alumnos que vienen no les gusta la clase y te pueden llamar de todo, decirte barbaridades y marcharse en medio de la clase… En esos momento, los profesores salen muy tocados.

Entonces, el liderazgo pedagógico –que es lo más bonito que puede hacer un director– al final lo terminas ejerciendo a salto de mata, en reuniones e incluso, estando reunido, te llaman a la puerta porque a un niño se le ha roto una pierna, traen a otro hay que llamar a su madre porque se ha pegado, otro ha tenido un ataque de ansiedad… Realmente, nos faltan muchos recursos para atender todas estas situaciones.

Has mencionado en dos ocasiones el tema de las familias ¿A cambiado la relación familia-escuela en estos tiempos?
–La mayor parte de las familias en los centros de Secundaria no dan problemas y es cierto que hay asociaciones de padres y madres que funcionan muy bien y colaboran.

Sin embargo, en todos los institutos hay un porcentaje –no muy alto– de padres que son terribles. Incluso hay veces donde vienen con abogados y es muy agotador porque, dónde nosotros estamos hablando de Educación, ellos nos están hablando de cosas que a los directivos se nos escapan.

¿Desde Adimad ofrecéis algún servicio jurídico?
–Sí, tenemos un servicio jurídico con el que ayudamos a los directores en esa situación porque desde la Sdministración tampoco nos ayudan.

¿No os ayuda la Administración?
–No, no lo hacen. Nos dicen que, hasta que no nos demanden, no intervienen. Entonces no nos queda otra que soportar, pero cuando luego hacemos el papeleo mal ahí sí vienen desde la inspección para decirnos que somos unos chapuceros. Pero es que nosotros no somos abogados, conocemos la ley y hacemos lo que podemos con los decretos, pero muchas veces nos echan atrás los expedientes disciplinarios por errores de forma que se nos escapan. Esto agota muchísimo.

¿Notas que ha crecido la conflictividad?
–Es que los centros son un reflejo de lo que ocurre en la sociedad. Las cosas que pasan en las clases son las cosas que la gente está comentando en las redes sociales.

Lo que pasa en los Centros de salud y en todos lados…
–Exactamente, es igual. Por eso, necesitamos asesoramiento jurídico porque aunque te dicen que vas a estar acompañado por los inspectores, ellos no se van a sentar a tu lado para ayudarte a redactar. Ellos lo que hacen es recibir el documento que tu les envías y, cuando hay una reclamación, te dicen que lo que hiciste es una chapuza y que a ver cómo lo arreglamos. Es entonces cuando te sientes muy solo.

Ya ves que necesitamos muchas cosas.

¿Qué más cosas?
–Necesitamos enfermeras en todos los centros, necesitamos asesoría jurídica, necesitamos más recursos para la atención a la diversidad y para atender a los niños con problemas de salud mental, psicólogos escolares…

Muchas cosas porque la sociedad ha cambiado y nos demanda muchas necesidades que no podemos atender del todo. Por ejemplo, esta mañana tres niños se han puesto malos, una niña ha tenido un ataque de ansiedad en el baño y una madre ha venido a reclamar porque no estaba de acuerdo con una sanción que se la había hecho a su hijo. Esto hay que atenderlo a diario.

¿Esto es un día normal?
–Es un día normal y aparte tienes las reuniones de coordinación, tus clases y demás.

Por eso digo que necesitamos recursos porque los centros han evolucionado. Pero claro, todo supone dinero y hay que ver si la Comunidad de Madrid está dispuesta a hacer esa inversión. Porque yo soy de las que piensa que la Educación no es un gasto, es una inversión. Ahora tienen que pensar si están dispuestos a invertir.

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Nos dicen [la Administración] que, hasta que no nos demanden, no intervienen. Entonces no nos queda otra que soportar, pero cuando luego hacemos el papeleo mal ahí sí vienen desde la inspección para decirnos que somos unos chapuceros

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Para cerrar el tema de familia, ¿no tienes la sensación de que cuando salta a los medios un caso de acoso siempre se exige responsabilidades al centro y nunca a las familias?
–Me encanta que me hagas esta pregunta porque yo creo que la sensación que tenemos los directores es que los medios de comunicación solo se hacen eco de cosas que son son la punta del iceberg. En ese momento todos ponen el foco en el instituto y empieza la búsqueda de culpables. En los centros se hacen muchísimas cosas para evitar el acoso escolar y formar en la paz y armonía, pero eso no es noticia y no vende. Y responsabilizar a las familias tampoco.

¿Hay poca autocrítica social?
–Fíjate que cuando uno convoca una reunión de escuela de padres solo vienen diez, que son las familias que están muy sensibilizadas. Se hace un curso de preparación al parto, el niño nace y se acabó. A lo mejor deberían obligar –y te digo que esto es una barbaridad– a los padres a recibir una formación.

¿Y cómo reaccionan los padres cuando se les llama por un caso de acoso, por ejemplo?
–Muchas veces cuando llamas a los padres y les comentas que su hijo está participando en un caso de acoso te responden con –»¿Qué estás diciendo? Eso es imposible». Y en zonas residenciales de alto poder adquisitivo, eso se convierte en una noche encarnizada contra el director, porque entonces van con un bufete de abogados para defender al hijo –»¿Cómo su hijo va a ser un acosador? ¿Cómo va a ser eso posible?».

Efectivamente, hace falta trasladar a las familias a través de los medios de comunicación que una parte muy importante de la educación viene de casa y que si te llaman porque tu hijo ha hecho algo malo en lugar de presionar a las personas que te han llamado, lo que tienes que hacer es sentarte con tu hijo y hablar con él.

Yo siempre digo cuando viene una familia y hablamos de que su hijo ha hecho determinadas cosas, en seguida se les ve. Si es una familia que colabora ese chico se reconduce, sale adelante y no vuelve a tener problemas. Si es una familia que se pone en frente y que no colabora con el centro educativo, ese chico termina fatal porque lo que le están enseñando es que las personas que le intentan reconducir son malas, por lo que termina con un modelo equivocado.

¿Hay mucho “adultescente”?
–Efectivamente, hay veces que llamamos a un padre para que cambie conductas de su hijo y nos damos cuenta de que el motivo por el que el hijo actúa así se debe a que su padre es igual. Adolescentes totales, señores que tienen 45 años, que tienen costumbres de cuando tenían 15 y no han hecho el más mínimo esfuerzo en cambiar. Entonces siguen la misma dinámica y el chaval lo imita.

Actualmente muchos psicólogos y psiquiatras preocupados por el consumo de pornografía en menores. ¿Es para tanto?
–Claro, es lo que ven que hacen sus padres, pero es que además no les controlan.

Todos los centros organizamos escuelas de padres, pero lo triste es que les ofreces formación y no les interesa. No van.

Antes los chicos salían a la calle y jugaban. Ahora nos da miedo que salgan solos a la calle hasta que tengan entre 13 ó 14 años, pero les damos la libertad de deambular solos por un sitio mucho más peligroso, que es el móvil, que no tiene llave para entrar y salir. Ahí entra cualquiera y no son conscientes hasta que les pasa algo.

¿Es más peligroso el móvil que determinado lugares?

–Es muchísimo más peligroso pero no lo ven como un peligro. Le regalan el móvil a los 11 años y tienen que aprender solos a manejarlo. Tienen un Smartphone súper potente y pueden ver, escuchar, recibir información, invitaciones, hablar con adultos, con gente buena, gente mala, gente regular… peso no nos preocupa.

Tú no le dejas a tu hijo ir solo al parque para que juegue con sus amigos, pero si lo dejas tener un móvil con el que puede jugar con un adulto que desconoce.

El tema de la salud mental de los jóvenes, las autolesiones, las conductas suicidas… ¿Es tan preocupante cómo parece?

 –Se ha acentuado desde la pandemia y el problema es que no tenemos recursos para atenderlos. Es muy preocupante que haya adolescentes y jóvenes de FP –porque no es solo un tema de adolescencia– con estos problemas. Nosotros tratamos de ayudar, pero no somos psicólogos. Aplicamos el protocolo, hacemos la derivación a la Atención social o a Salud mental, pero pasan hasta cinco meses hasta que les atienden.

También me preocupa la proliferación del psicólogo por teléfono o en línea, porque al final le estás contando tu vida a alguien que ni siquiera sabes bien quién es o quién gestiona esas páginas. Nosotros creemos que debería haber psicólogos escolares. Cuando estuve en Ámsterdam haciendo un curso me comentaron que cada instituto tenía su psicólogo. Sé que es inviable hacer esto aquí.

¿No está para eso el orientador?

–El orientador tiene un perfil diferente, es pedagogo, ayuda a dar clases, hace un seguimiento pedagógico, pero no puede hacer un seguimiento clínico.

Yo ya ni siquiera pido un psicólogo por centro, pero que al menos exista un equipo de psicólgoos que se reparta los centros por zonas.

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Nosotros creemos que debería haber psicólogos escolares. Cuando estuve en Ámsterdam haciendo un curso me comentaron que cada instituto tenía su psicólogo. Sé que es inviable hacer esto aquí

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¿Consideras que debería existir algún programa específico para atajar todo esto?
–Sí, de hecho hay un programa piloto que está desarrollando el Gregorio Marañón que está funcionando bien. Pero sigue siendo un proyecto piloto que debe después extenderse el resto de la Comunidad. Es un equipo de siete personas, que es un número insuficiente.

¿La formación a los alumnos en relación al suicidio, las autolesiones, las adicciones… funciona?
–Toda la instrucción que se les da es poca. Esos talleres los tiene que dar un docente con una formación muy específica o preferiblemente psicólogos que estén formados. El psicólogo es cada vez más imprescindible.

¿Esto por qué?
–Porque puede ocurrir que estás impartiendo el taller y alguien rompe a llorar o después se te acerca y te comenta que a él le está pasando. ¿Quién recoge eso? Por eso, la persona que imparta ese curso tiene que estar muy preparada porque es un escenario posible que el chico o chica se te abra tras la sesión de formación.

Y a la par que todo esto, nos llega como un tsunami la inteligencia artificial. ¿Qué hacemos?
–Ese es un reto que tenemos que trabajar, pero cuando tengamos tiempo [se ríe].

Es cierto que se están haciendo experiencias y que hay centros donde los profesores de tecnologías están abriendo este campo a los alumnos. Pero no hay que olvidar que la inteligencia artificial lleva existiendo desde hace muchos años, solo que ahora llama más la atención por lo que se puede llegar a hacer. Es preocupante, pero es algo que debemos ir introduciendo.

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Probablemente cuando se cambió la ley y se bajó esa transición a los doce años era porque los alumnos de antes eran más autónomos que los de ahora. Lo que les cuesta no es relacionarse con uno de la ESO que se encuentra por el pasillo, lo que les cuesta es organizarse

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Vamos terminando. Algunos inspectores son de la opinión de que el tránsito de los chavales del CEIP a los IES a los cuatro años es prematuro. ¿Qué te parece?
–Esa pregunta nos la hicimos el año pasado. Entonces hicimos un proyecto que consiste en que centros con diferentes intereses trabajan juntos durante un año. Nosotros estuvimos en colegios de Primaria y algo que notamos es que en los Colegios de Primaria no saben cómo trabajamos los institutos y que en los institutos tampoco sabemos como se trabaja en la Primaria. Los profesores tenemos una mentalidad y los maestros tienen otra.

Peor es que, además, le hicimos una encuesta a los chicos que iban a pasar al instituto acerca de como se sentían y nos comentaron que tenían miedo a no tener amigos, a no socializar, que les resultaba estresante y que les producía cierta ansiedad ese cambio. Sin embargo, cuando ya estaban en el instituto, nos comentaban que estaban fenomenal, que habían hecho muchos amigos…

Creo que esos temores pueden generarse por el desconocimiento del propio profesorado.

¿Es un miedo infundado, por tanto?
–Son pequeños, pero no para las relaciones sociales. A los chicos de ahora lo que más les cuesta es la autonomía. Probablemente cuando se cambió la ley y se bajó esa transición a los doce años era porque los alumnos de antes eran más autónomos que los de ahora. Lo que les cuesta no es relacionarse con uno de la ESO que se encuentra por el pasillo, lo que les cuesta es organizarse. No son autónomos para nada, porque en los colegios todo es muy dirigido. En los institutos les seguimos mandando a los profesores que les publiquen las tareas porque, si no, no se enteran.

¿No sería mejor hacer un sexto de Primaria y un primero de ESO adaptados?
–Eso lo permite la ley. Se podría organizar en ámbitos y permitiría un tránsito mejor para los alumnos. El problema es que luego aparecen las reticencias de los profes. ¿Cómo el profesor de Biología va a dar Matemática y viceversa? Y terminamos volviendo a la estructura tradicional que resulta muy difícil de romper. Pero eso lo permite la ley y sería un tránsito mucho mejor para los alumnos.

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