Acercar la investigación a las escuelas más vulnerables: aún creemos en ello
Sabemos que enseñar es mucho más difícil en unos contextos que en otros. A algunos centros educativos muchos niños acuden mal alimentados, poco aseados, faltan mucho a clase. Hay pocos libros en casa y la estimulación lingüística que su familia puede ofrecerles es muy limitada. No siempre hay gente a su alrededor que crea que es importante aprender mucho, conocer muchas cosas. A los profesionales que, como yo, vamos de colegio en colegio impartiendo formación al profesorado, en esos centros se nos recibe, a veces, con un razonable escepticismo. Algunos profesionales dudan de la utilidad de lo que diga la investigación, por ejemplo, sobre cómo enseñarlos a leer o a escribir. Después de todo, muchos de estos niños se levantarán mañana en un contexto mucho más duro del que seamos nosotros capaces de imaginar. Sin embargo, sí que importa. De hecho, me mantengo firme, importa más que en ningún otro sitio.
Y es que algo tan básico como enseñarlos a leer puede ser bastante complejo en algunos centros educativos. Algunos niños, por ejemplo, hablan en casa un idioma que tiene un inventario fonético diferente al del castellano, por lo que tienen problemas para aprender los sonidos de las letras. Otros tienen un vocabulario tan escaso que, aunque lleguen a leer, no accederán al significado de las palabras. Algunos faltan tanto a clase que, si el programa no lleva revisiones periódicas y acumulativas y provee muchas oportunidades de práctica es difícil que progresen.
Todos estos problemas son muy comunes. Otros profesionales los describieron y los estudiaron antes que nosotros. A veces, incluso se ocuparon de generar conocimiento en torno a ellos con los métodos más válidos y fiables de los que el ser humano dispone. Este conocimiento, estas evidencias, no son ningún milagro. No son recetas mágicas que puedan solucionarlo todo. Sin embargo, constituyen información de calidad que yo puedo usar para tratar de mejorar la toma de decisiones en contextos muy complejos. Me ayudan ante la incertidumbre, me orientan en la oscuridad. Rechazarlas no es sensato cuando mi realidad es tan difícil.
Hay algo bello en poner el conocimiento al servicio de los que más lo necesitan. Hay algo digno en poner nuestra racionalidad, lo mejor que tenemos, la base de nuestro progreso, al servicio de los más vulnerables. El conocimiento que tenemos no es de los investigadores. Es un bien público al servicio de todos. Debemos convencernos de que es posible usarlo como tal.