Cuando el odio entra por la puerta, la educación sale por la ventana
“Por falta de sosiego nuestra civilización desemboca en una nueva barbarie” (Nietzsche)
El ser humano evoluciona gracias a la constante búsqueda de respuestas a interrogantes infinitos como motor de la civilización. Su historia es una extensa sucesión de ensayos y errores que han demostrado la eficacia de probar y equivocarse una y otra vez como la mejor fórmula para el aprendizaje, el proceso que modela la memoria colectiva a modo de una cadena cuya existencia depende de la solidez de cada uno de los eslabones que la conforman. Solo hay una condición indispensable, la de que cada eslabón cuente con una muesca, un corte abierto al pensamiento que enganche el siguiente eslabón, una nueva versión con garantía de continuidad.
Solo la violencia es quien cierra la muesca con saña y sin contemplaciones para detener ese proceso, con prepotencia verbal o física suficiente para que la cadena se atrofie y oprima, se cierre a lo nuevo pervirtiendo la palabra, justo donde se asienta el odio. En medio de una historia de constante superación en la historia de la civilización, queda demostrado que las huellas de la horda primitiva en nuestros genes son imborrables, oscuridad ancestral que la violencia introduce ya sea en la reivindicación de la verdadera ideología, el dios verdadero o quien es el verdadero propietario de la tierra. No puede faltar la compañía del inefable escudero del odio completando la terna junto a la violencia, el fanatismo esencial en contra de la diversidad y la tolerancia, el “estás conmigo o estás contra mí y en ese caso eres un traidor”. Un fanático no negocia, exige en calidad de dueño y profeta de la verdad. Está claro que una vez más la cadena está siendo machacada en distintos frentes aquí y en el mundo, venganzas justicieras que nada tienen que ver con la Justicia. He de confesar que más que la preocupación de que la IA sea dotada alguna vez de conciencia, emociones y nos domine, me preocupa mucho más la inconciencia de la IH, que la inteligencia humana sea dominada por la banalidad y la ignorancia, acostumbrada a la palabra manipulada.
La pregunta es dónde encaja en este relato la Educación entendida como el arte de aprender a vivir juntos, no solo por cercanía sino por los vínculos en la sociedad, los eslabones de la cadena. Dónde ubicar la Educación cuando sus valores no coinciden con los del panorama político en el que la verdad parece haber dejado de ser su referencia, en el que el odio resulta tanto o más peligroso cuando se viste de arrogancia en el hemiciclo, para luego salir a las calles con banderas y consignas en el que el fanatismo juega el papel protagónico. Lo más preocupante es la resignación en gran parte de la ciudadanía, victimismo que se traduce en un malestar que crece con el consabido “son todos iguales”, la fuerza del destino. Emerge el fracaso del marketing de la felicidad de estantería como bien supremo para los intereses individuales, la que usurpó el objetivo legítimo del bienestar basado en ideales compartidos, a eso llamaría verdadera calidad de vida, nuestro Itaca, no el de una felicidad de plástico que resulta ser una fachada de material plástico inflamable como el de los edificios de Valencia, lo que siempre conlleva víctimas. La felicidad tiene fechas de caducidad, el bienestar es otra cosa.
El compromiso exige de una promesa y viceversa, solo posible cuando se es dueño de la palabra, no las palabras prestadas, vaciadas de contenido o las que se vuelan con el viento. Es imperiosa la promesa de reeducarnos para poder educar ante todo siendo conscientes del valor del ejemplo como modelo en el día a día, en las actitudes cotidianas, rechazando de cuajo el insulto y la mentira, la tropelía y la banalidad presentadas como libertad de expresión. No es de recibo pasar por alto actuaciones públicas de odio y descalificación sin señalarlo a hijos o alumnos, somos el espejo en el que se miran, no puede haber concesiones. “No da igual” que políticos se humillen mutuamente felices por pillar al otro en actos de corrupción, cuando el enemigo a vencer no es el otro partido sino la corrupción, el modelo de éxito de la codicia con dudosa penalización. Toda la clase política debería rasgarse las vestiduras por un atentado contra la calidad democrática. Si el poder corrompe, su ejemplo es aún más demoledor para la joven ciudadanía y para una sociedad que elige y mantiene a sus políticos. Definamos de una vez por todas qué políticos queremos para que las nuevas generaciones sepan qué políticos necesitamos y se produzca un cambio en cuanto a su visión de la política, protegiendo a las instituciones.
Lamentablemente el odio también se filtra en el exceso de información que recibimos diariamente sin alcanzar a digerir ni la mitad y nos quedamos con los titulares, tendenciosos en muchos casos más de lo deseable
Lamentablemente el odio también se filtra en el exceso de información que recibimos diariamente sin alcanzar a digerir ni la mitad y nos quedamos con los titulares, tendenciosos en muchos casos más de lo deseable. Los medios de comunicación se van pareciendo cada vez más a las redes sociales de acuerdo a la ideología que profesen, un periodismo de mutua autocomplacencia con el lector, oyente o espectador que recibe lo que espera encontrar También la necesaria objetividad del periodismo se tambalea en muchos casos dando información de una fuente sin cotejarla con otras, siendo aún más grave cuando un periódico hace merchandaising de guerra, camisetas y pegatinas que ni siquiera son en favor de la paz o la conciliación.
El objetivo de la educación física en la escuela promueve un cuerpo sano y activo en lo individual y grupal, resulta lógico que nunca haya tenido detractores. La pregunta es por qué sigue habiéndolos en contra de la filosofía ejercitando el pensamiento “sano y activo en lo individual y grupal” o de las artes como la clave para la creatividad, que es lo que usamos cuando no se sabe qué usar. Quizás estaría bien proponer la asignatura de Ejercitación del Pensamiento o el de la IH, para entrenarse desde la escuela primaria en la lectura de diversos periódicos, por ejemplo, comentando las noticias, aprendiendo a extraer la información más certera posible, la hora de ejercitar opiniones de temas de interés a proponer en el grupo, siempre con la exigencia de escuchar y aprender a argumentar, la hora de compartir inquietudes y talentos, la hora de hablar con los jóvenes sobre el desasosiego que flota en muchas familias actualmente y cómo lo viven, el momento en el que hablar abiertamente de cualquier tipo de violencia sin miedo ni excusas. Hablar para adquirir nuevas competencias en cooperación versus competitividad, hablar de la frustración que genera fracasar por el slogan del “si tú quieres puedes” porque si no puedes eres un inútil. Una hora no solo para hablar sino como compromiso de decir el propio dicho, la idea inaugural que permitirá preguntarse en manos de quién o quiénes están nuestros miedos. La resiliencia no surgirá como por arte de magia, los recursos surgen de entrenar el respeto, en el intercambio de ideas, un momento que convoque el acontecimiento, preocupación o logro compartido. La hora de hablar para saber cómo se llega a la hora de que hablen las urnas. Dialogar sobre la guerra, indiscutible horror en el que no hay vencedores ni vencidos, todos y todas somos víctimas, cuando también a miles de kilómetros del campo de batalla somos rehenes del odio, de la confrontación.
Debemos ayudar a desterrar la sensación que tienen muchos jóvenes de que hagan lo que hagan el mundo no cambiará, quienes ejercen como educadores dentro y fuera de las aulas deberán ante todo preguntarse si piensan igual o en tanto modelo son el ejemplo de que lo que no se sabe también incluye lo posible y en ese caso se puede y se debe intentar. Este mundo fue hecho a base de utopías por los humanos (menos la naturaleza a la que no paramos de fastidiar) ¿por qué en tanto hacedores no podemos deshacer o rehacer y seguir reinventándonos?, tomando en cuenta que nuestros antepasados se enfrentaron a enigmas y un futuro tanto o más incierto e inquietante.
Reeducarnos para educar en el cuidado como actitud noble y decente en la sociedad, estoy convencida de que “la verdadera identidad a proteger, la única fe sagrada a la que consagrarse y la ideología universal de obligada militancia es la del ser humano y la naturaleza”.
Solo es cuestión de blindar la muesca abierta del eslabón, para que el pensamiento fluya y la cadena no se interrumpa.
Cuando el odio ataque usemos la Educación en defensa propia.